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Y como para tantos, para mí es imposible explicar cuando y por qué empezó el sufrimiento. Ella y yo éramos tan unidos que no se podría creer. Pasábamos momentos memorables en el jardín de la casa. Visitábamos a mis familiares seguido, y todos se sentían muy a gusto con ella y la consentían. Y yo era feliz. Y ella era feliz.
Nos miramos por primera vez en la calle Juárez y no hubo poder que pudiera hacer que dejáramos de hacerlo. Me acompañó a casa y la invité a comer.
No hubo nunca un reproche que hacerle. Cuando volvía del trabajo ella siempre estaba esperándome, y lograba hacerme creer que mi llegada la enloquecía de alegría. Mientras leía, me miraba en silencio. Y cuando llevaba trabajo a casa, se sentaba complaciente a mi lado y sólo observaba.
Sus ojos fueron siempre sinceros, siempre cómplices y comprensivos. Callaba cuando yo gritaba de cólera por algún asunto que no estuviera en orden.
Recuerdo la tarde en que me echaron de la fábrica y no tenía ganas de nada. Caminó a mi lado, silenciosa, todas las manzanas que rodeé. Llegamos a casa en las tinieblas de una noche indeseable, ella siempre a mi lado, sin hacer un solo ruido. Caí rendido en la cama y me dormí en el acto. Cuando desperté estaba ella, fiel, dormida a mi lado.
Conseguí otro trabajo y los días venideros fueron igual de buenos. Hasta que un día amaneció enferma, y ningún doctor supo decirme exactamente que era lo que tenía, pero sus ojos estaban apenas abiertos y su respiración era dificultosa y entrecortada. Eché casi a patadas al último médico que me dijo que total qué se hace, que podía conseguir otra igual. Me eché a su lado y la acompañé con mi llanto hasta el momento en que dejó de respirar.
La tomé en mis brazos y la acosté al lado de la puerta. Ahí pasó la noche inerte. Al día siguiente, le encargué a Marta, la de la limpieza, que se encargara de enterrarla como se debe y que por favor limpiara los pelos que habían quedado en mi cama.
Nunca volví a tener perro, pues la muerte de Lola no fue cualquier muerte para mí. Hoy el gato me acompaña, pero no me consuela, y mucho menos, obedece sin chistar.

Texto agregado el 29-07-2004, y leído por 111 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
29-07-2004 Muy bonito. Me llega mucho, porque hace un mes falleció el perrito de mi casa, murió de viejito. Suerte. anitalu
 
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