A la vera del camino el campesino te encontró

frágil pero hermosa, eso no tenía discusión

solo eras un retoño, de inmediato se enamoró.

De entre filosas rocas y presa de alimañas

de eso, quizás sin saberlo, te rescató.



Seguro estaba, que eras un fuerte árbol

o al menos una hermosa flor.



Malaya de la mano triste

que sobre tierra fértil te depositó

creciste, fuerte y hermosa

tu naturaleza lo resolvió

pero también espinosa, el lo observó



Era tu destino crecer, y el de él cuidarte.



Un día buscando sosiego

terriblemente agotado

el ignorante campesino

de tu tronco se recostó.


Tus ramas sus espinas

entre ellas se enredó

las sintió entrar en su pecho

ya conocía ese dolor.



Hoy su sangre baña tus raíces

ya él no siente dolor

solo la paz de aquellos

que han dejado de ser una razón.



Ya quedan pocas letras, se agotan con tu silencio, ya mis esperanzas se pierden en el rincón donde has guardado tus recuerdos. Ya no soy ni una sombra que persiga tus sentimientos. No sé porque te escribo si sé que no habrá respuesta. Talvez estas sean las últimas líneas que escriba en el vacío, tu olvido me hace presa, me hace hastío y me relega. Ya se que ni siquiera en ti provoco un gesto que mantenga viva mi palabra. Solo me resta abrazarme a mis recuerdos esperando que todo esto sea un sueño.