El viejo Rafael se levantó como todos los días a comprar para el almuerzo, cogió su bastón y se dirigió al almacén con la clara idea de preparar una deliciosa pasta con salsa blanca; en el trayecto se encuentra con un viejo amigo, un compañero del club de charleston que no veía hace muchos años, platicaron por veinte largos minutos sobre diferentes temas, pero como Rafael traía prisa, agendaron juntarse el lunes a las diez de la mañana para ponerse al día de todo lo acontecido.

Rafael, a paso muy lento, llegó al almacén de la señora Mercedes, y con su voz amistosa que lo caracterizaba, le pidió medio pollo y algo de verdura a su cuenta para prepararse esa rica cazuela que antojaba. Una vez con los productos, Mercedes le pide al viejo si podría pagar su cuenta de luz, gentilmente acepta, ya que la oficina quedaba al lado de su casa.

El viejo se retira, con la dificultad que la vejez le otorgaba caminó por más de quince minutos, llegó a las oficinas de los proveedores de agua potable y sorpresivamente para él se encontraba cerrada, se disgustó demasiado por el tiempo y el esfuerzo perdido, guardó el dinero para volver otro día a pagar la cuenta de su amiga Mercedes, finalmente decidió tomar un taxi rumbo a casa.

En la tranquilidad de su hogar, se dispuso a cocinar las legumbres que había planeado, mientras las preparaba, suena el teléfono, era la secretaria del médico que lo trata, llamándole para recordar la cita del jueves para el control de Alzheimer, rápidamente tomó papel y lápiz y anotó el día y la hora en su agenda, junto a eso, aprovechó de agregar la cita con su amigo para el día Sábado al medio día, tal como lo habían acordado.