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Inicio / Cuenteros Locales / orlandoteran / Tunc autem cognoscam sicut et cognitus sum (5º/5)

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Recuerdo bien mi primer visita al Café de la Paz, una típica tarde de Agosto, lluviosa y gris. Recuerdo bien la puerta, mitad madera, mitad vidrio, la manija metálica del picaporte, trabajo de algún ignoto orfebre y otro no más famoso herrero. Recuerdo bien, sí, como contrastaba la luz del salón, con el gris diurno de la calle. Luces eléctricas en las arañas iluminaban bien el centro del viejo salón, dejando ver claramente las mesitas de caoba, circulares, rodeadas por sillas también de madera y tejido de mimbre. Me chocó el contraste entre la calidad de las mesas y las bastas sillas. Mucha gente estaba en el interior. Busqué con la mirada un rincón solitario, poco iluminado, para poder observar bien el lugar. Y para poder, también, fumar en paz mi pipa.
_Si no consigo paz, precisamente en este Café... _ pensé en voz alta.
Se aproximaba el encargado, un elegante hombretón de unos cincuenta años. _Buenas tardes, ¿Qué desea servirse el señor? _
_ Una lágrima_ pedí.
El encargado asintió con la cabeza e inició su camino al mostrador para solicitar mi pedido.
Observé su marcha con atención e inicié mi inspección del lugar. También me entretuve escuchando el murmullo de las conversaciones.
_Qué bello lugar_ decía una señora a quien era evidentemente su marido, en la mesa contigua.
_¿Sabías que era una droguería? _ contestó el hombre _Por eso los estantes, los pequeños cajones, las vidrieras con pequeñas balanzas... En el piso superior ahora vacío estaba el depósito... _
Y vos, ¿Cómo sabés? _ Inquirió la mujer.
Porque mi abuelo trabajó aquí cuando niño... contestó el marido.
En este punto decidí dejar de escuchar a la pareja y volqué toda mi atención a la pipa y sus misterios...
Disfruté en la penumbra del sabor del tabaco, el apestoso humo envenenando mi sangre, matándome poco a poco. Pero, ¿Qué puede un hombre contra el vicio? _Una vez fumador, siempre fumador_ me dijo un amigo el día en que probé el humo. Pobre, tenía razón, pero la muerte se lo llevó antes que a mí, con sus pulmones llenos de agua... El destino no carece de humor negro e ironía. Como sea, por hoy, decido respetar ese recuerdo y apagar la pipa.

Examino nuevamente la sala repleta, veo el enorme reloj sobre el mostrador, su péndulo moviéndose en sincrónico vaivén.
Observo a las personas en el salón. Como desde el principio de la humanidad todos los hombres vestidos de traje, serios, leen. Las mujeres, vestidas de fiesta, conversan...
Pido al encargado la cuenta y le pregunto por el origen de este cafetín.
_Fue una botica en el siglo XIX, se transformó en confitería en el siglo XX y sigue siéndolo aún hoy, señor... _ me explicó.
_¿Sabe usted el porqué cerró la botica? _
_Se comenta que las guerras mundiales convertían ciertas sustancias escasas en inexistentes y los dueños originales, en bancarrota debieron vender cuando el sótano se vació de mercadería._
_¿El sótano? ¿No estaba el depósito en el primer piso? _ Pregunté.
_No, señor. _ Dijo el encargado encogiéndose de hombros _ Hasta donde yo sé, el piso superior estuvo siempre vacío. A lo sumo habrá un estante con los libros contables de la botica. Pero no lo sé, ni lo sabré con certeza puesto que el piso superior está clausurado. _

Pagué la cuenta dándole una generosa propina al encargado y salí a la calle para pasear un rato. Caminé varios cientos de metros hasta llegar a la plaza, al Parque de la Independencia. Allí, me senté en un banco a disfrutar de los cielos plomizos. No sé por qué, pero el sueño me venció.
Cuando desperté era bien entrada la madrugada y estaba sólo. Ninguna persona por ningún lado. _La paz de los locos... _ pensé. Vacía de humanidad, la ciudad adquiere cierta maligna sustancia. Volvía, pensando en esto, tranquilamente por Olmos cuando miré hacia arriba y vi la única ventana con una luz encendida...

En el piso superior del edificio perteneciente al Café de la Paz.

Vi que alguien asomó por la ventana. Esa persona colocó su dedo índice verticalmente sobre su boca pidiendo silencio. Miré estúpidamente hacia ambos costados...
La única persona en la calle era yo. El desconocido me hizo señas que indicaban a las claras que quería que me acercara. Crucé de vereda y, cuando estuve bajo la ventana, me arrojó una pequeña libreta que decía: No esta noche. Mañana. Café de la Paz. Dieciséis horas.

De más está decir que estuve puntualmente allí...

Me recibió el desconocido de la noche anterior.
Se presentó a sí mismo como Horacio.
Cuando quise presentarme dijo que no importaba, que los nombres sólo servían como introducción a los desconocidos y que bastaba con que supiese yo sus nombres... _Hasta que conozcas como eres conocido_ me dijo. _Esperamos a Ismael y a la tana... _ Mirando hacia el encargado llamó _¡Mozo! ¡Dos lágrimas! _ Me sorprendió que pidiera sin preguntar y más que conociera exactamente cuál iba a ser mi pedido...

_Orlando_ dijo Horacio _es un lindo nombre, suena antiguo... _ Sonrió.
_¿Cómo sabe mi nombre? _
_ Me fue rebelado en sueños_ contestó, y largó la carcajada. _ ¿Qué importan los cómo? Toda tu vida existió para llegar acá ¿Qué importa si quien te espera es consciente o no de ello? Si te conoce o no aquél que espera es una circunstancia sin importancia... _
Llegado ese instante se aproximaron a la mesa un alto y delgado individuo con vaga apariencia alienígena, y ella...
_Bienvenidos_ dijo Horacio _ Les presento a Orlando Terán._
_Buenas noches_ me dijo Ismael ofreciéndome su mano.
Tardé en estrechársela, confieso que antes de hacerlo conté sus dedos _ Eran cinco _.
Luego conocí a la tana...
Llevaba una especie de saco con capucha y para ser sincero, admito que lo primero que vi de ella fueron sus piernas, unas perfectas y largas piernas...
Se quitó la capucha y vi su larga cabellera negra, que sacudió hacia atrás...
Noté que su rostro era perfecto. Tenía una frente amplia, despejada. Sus cejas eran delgadas. Sus pómulos daban una sensación de fortaleza, por firmes y marcados. Sus labios... perfectos y carnosos, aún siendo pequeña su boca. Tenía un mentón mas bien pequeño y una diminuta marca en él. Sonrió mostrando sus dientes de tamaño medio y bellamente constituidos, observé sus pestañas largas y delicadas, abrió entonces sus ojos, y tuve la certeza de que mi primer examen visual había durado apenas fracciones de segundo...

Y clavó ella sus ojos negros azabache, su profunda mirada, a la vez oscura y brillante, en mí...

_Mucho gusto_ me dijo, y su voz resonó melódicamente por todo el salón...
Se quitó el saco dejando ver un vestido negro de pequeño escote, con generosos tajos para mostrar sus piernas. Es obvio que el resto del cuerpo iba a tono con la belleza de sus piernas y rostro...

Interrumpió mi ensueño Horacio, con una sonrisa en la boca...
_No te la comas con los ojos ahora, que vas a volver a verla... _
Ismael me miraba poniéndome un poco nervioso, quizá sintiera invadido su territorio. Soy rigurosamente decente, así que suponiendo a la tana mujer del prójimo decidí no mirarla, por lo menos no de la misma manera como la admiré esa primera vez...

Noté al pasar un rato de charla con Horacio y la tana _No sé bien porqué pero Ismael hablaba poquísimo _ que los clientes habían desaparecido. Sólo quedábamos los cuatro, y acercamos otra mesa. No me preocupó, sino que me alegró, siendo los únicos clientes no había necesidad de levantar la voz para conversar, y en Agosto no es imposible que mi garganta claudique...

Fue transcurriendo la tarde, entre cafés y licores, que se hizo noche y la noche madrugada, hasta que cerró el café, con nosotros adentro, todavía hablando de literatura y cinematógrafos...

No sé por qué no me extrañó que nos dejaran encerrados.

La tana se levantó entonces, y no antes ni después, sacando con sus huesudas-dedodelgadas manos, una vieja, herrumbrosa y enorme llave, del mismo estilo que el picaporte de la puerta del Café. Horacio e Ismael se levantaron y se dirigieron hacia la escalera...
_ ¿No venís? _ Me invitó la morocha, sonriendo.
Me paré rápido como rayo. Subí uno por uno los peldaños de la escalera, sin saltear ninguno, y respirando hondo, atravesé el umbral...

La habitación no tenía el aspecto de un depósito, era en realidad una biblioteca enorme y no éramos sólo cuatro, no me extrañó tampoco el que estuviera llena de gente, ni que pareciese una fiesta lo que transcurría ahí. Reconocí a muchos de los presentes, mas, no recordaba sus nombres.

La tana me presentó a varios, antiguos "Lamed Wufniks" les llamaba...
Uno en particular me dio conversación, Lewis Bohr era su nombre y era un anciano ciego, de solemne estampa.
_Te esperábamos, Orlando _me dijo _desde el principio de los tiempos... _
Tenía una enigmática sonrisa y sostenía el bastón con ambas manos.
_No tenés temor ¿No? _ preguntó
_La verdad que no_ contesté _¿Por qué habría de tenerlo? _
_Porque estás en el infierno_ dijo, secamente.
No supe qué contestarle. Pero miré alrededor, y lo que veía contradecía claramente la tan terrible afirmación del viejo. Él prosiguió explicándome _Nada de lo que ocurra acá, nada de lo que veas o escuches o digas es casualidad. No. No esta noche, o las siguientes, o las anteriores... _ Dirigía, mientras hablaba, la ciega mirada hacia arriba, ambas manos sosteniendo el bastón, como recordando... Y su sonrisa, tan enigmática, tan soberbia...
_Conocés a todos los presentes. Esta visión es una parodia del universo real._
Le dije entonces, que en realidad, esta biblioteca secreta y esta reunión, para mí estaban más cerca de mi visión del paraíso que de la que tenía del infierno.
_Es cuestión de puntos de vista_ Contestó. Tuve la sensación de que en realidad podía verme. Pero los grandes y opacos ojos blancos desmentían mi presunción. Él, lanzó una carcajada corta y seca._ Se dice que el paraíso de un hombre es el infierno de otro. Mirá sino las hordas bárbaras que pueblan nuestra nación, sostener en sus manos un libro es como el sostener un crucifijo para un vampiro... _
Con sonrisa cómplice concluyó _Y si te quedás lo suficiente que no te extrañe que alguien te presente a Drácula hoy... _
Volvió a reír.
_Aún así, para mí, esto es un paraíso_ dije, tercamente.
_Mejor, Orlando, mejor, porque lo que estás por presenciar va a cambiar tu visión del mundo y también tu cosmogonía personal._ explicó Bohr.

Se acercó entonces Horacio hasta nuestro lugar de diálogo y nos dijo _ Ya es hora_

No sé si llegué a preguntar_ ¿Hora de qué? _ Y si lo hice, nadie pareció escucharme. Ni siquiera tengo la seguridad de haberme escuchado yo mismo.
Vi como todos los presentes corrieron las mesas de lectura. Y como acomodaron los infinitos libros cada uno en su estante dejando libre el centro de la enorme habitación.

Vi, ahora, claramente, los rostros de los invitados: Enanos, elfos, vampiros, hadas, ángeles y demonios. El callado Ismael, era por cierto un ummita, extraña raza extraterrestre. Y la tana, la negra Kerr...

Estaba ella en el centro de la sala sosteniendo en sus manos el Necronomicon. Comenzó a cantar una dulce melopea, sus negros cabellos flotaban sostenidos por alguna extraña fuerza, flotaban, sí, como ella, que levitaba a unos quince centímetros del suelo.
Estaba llamando a la vez al Creador, y a Baphomet...

Y prestamente aparecieron, como hechizados por el monótono canto de ella, en forma de dos luces en el pecho de cada uno de los allí reunidos. Me miré el pecho, pero no existían luces en mí. Sólo oscuridad.

Recorrí con la vista, angustiado, los volúmenes en los estantes de la biblioteca. Supe en ese preciso instante, que todos los libros de la Humanidad estaban allí, inclusive aquellos aún no escritos. También toda la música pasada, presente y futura, existía en esa habitación. Y también combinaciones de letras, y de sonidos, sin sentido, como estos que están siendo leídos...
Bohr se aproximó a mí y con solemne tono, me explicó: _Ésta es tu visión pagana, tu universo, tu prisión...
Eres hijo, panteísta. Un réprobo, un apóstata, y eres salvo... _
Intenté agarrarlo del brazo, pero mi mano lo traspasó, intenté tocar a Horacio, a Ismael, pero eran fantasmales figuras, hologramas vivientes. Asustado como un niño, me apoyé contra la pared con la espalda y ambas manos. Cesó entonces la canción de Tánatos.

La tana miró hacia mí, se acercó lentamente y me susurró al oído (sentí su helado aliento). La escuché atentamente: _ Sólo tú y yo somos reales, los demás son tus hijos. Conoce ahora la verdad: Eres Orlando Terán, también eres Sebastián, pero existe en ti una tercera persona._ Clavó esos hermosos ojos negros azabache en los míos y terminó de decirme...
_Este que ves ahora es ciertamente el mundo real, no hay infierno ardiente bajo tus pies, los cielos oscuros son cielos vacíos... _ entonces, desapareció.
Luego, Horacio, fantasmal, se corporizó y me tocó el hombro. Sonriendo me dijo: _El mundo que ves, lo ves a través de una ventana, como un espejo, oscuramente...
Ahora conoces cara a cara. Vive entonces, sé buena persona...
La habitación comenzó a dar vueltas a mi alrededor, me dolía la cabeza, empezaron a zumbarme los oídos... Y finalmente me desvanecí...

Desperté en el patio del Hospital Mental Jacobo Vidermann.
Rodeado de locos, sabiendo bien quién era yo...

Me dicen Orlando...
Me dicen Sebastián...

Me llamo Melquíades, y estoy en el infierno.

Texto agregado el 30-07-2004, y leído por 463 visitantes. (7 votos)


Lectores Opinan
29-08-2005 Intersante... es el primero q leo de la saga y me ha agradado en sumo. felipegaldoz
07-06-2005 Interesante. Hay claves por todos lados. Los nombres, los lugares... Estos textos son mucho más autobiográficos de lo que parecen. Igual que el anterior, este me ha dejado sorprendida, no he podido dejar de leer hasta el final. Y el final... ¡Wow! ¿Melquíades? ¿El Melquíades del hospital mental? Esto es una expiral. Además que estableces varios mundos, el mundo real (el se Sebastián), el mundo real-ficticio (el de Terán) y vaya a usted a saber cuál es el de Melquíades (mundo de un loco, tan real como cualquier otro, dices en el 1ª) TheWillow
13-04-2005 Descender o subir a los infiernos y despertar demonios dormidos hace tiempo, eso debe hacer todo escritor que se precie de tal. Interesante. moniquita
05-03-2005 jejeje finalmente empiezo a sospechar para dónde va todo esto...me voy rápidamente al siguiente... maitencillo
28-02-2005 son más????????? negrafotocromatica
28-02-2005 ahhh,,,, está bueno, o sea hay que leer los 5... buenisimo. ni se me ocurre nada que poner acá. negrafotocromatica
17-01-2005 El cuento me atrapó, dejándome llevar por tu narración hasta ese dramático final; pero a la vez venturoso, al decirte Horacio (interpreto) que no todo está perdido, que abras la ventana para descubrir la realidad tal cual es. A pesar de tu estilo por momentos incluso macabro, siempre encuentro una vertiente por donde se cuela un hilillo de luz. alipuso
15-01-2005 joe...menuda imaginacion la tuya. me ha encantado, como todos los anteriores. ralip
18-09-2004 leyéndolo individualmente, está (como siempre), muy bien descrito, la trama es de misterio, los personajes tétricos, la oscuridad manejada delicadamente (si, no me aburre). QUizá el final fue muy brusco, sentí que debía haber sido más sutil en palabras. BESO! carolala
 
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