Apenada, por la imagen de si misma que le devolvió el rocío matinal, la oruga se hizo esclava de su piel.
Aislada en su capullo de seda lloraba desdichada su miseria: sin utilidad ni belleza alguna, se consideraba una horrenda criatura parasitando su Moral.
Dicen que de su pena infinita crecieron alas y con ellas emprendió un viaje sin regreso, que en su exilio la mariposa jamás escuchó la historia de la princesa Hsi Ling-shi, ni del capullo abandonado que encontró y con el cual tejió la más exquisitas de todas las sedas.
Dicen que el secreto de la princesa fue el mejor guardado de todo el imperio... no fuese cosa que cada mariposa volviera a reclamar por su capullo.