| Los navegantes universalesse incrementaron en sus comienzos ancestrales
 Eran marineros cardinales de su Puerto de Palos
 Ahora recurro a las cibercatedrales de este mar global
 para atracar mi bote con pedidos de consejo
 a los que saben navegar desde tiempo inmemorial.
 
 Quiero como usted, ser absoluto,
 pasar a la historia en la lista de Tenorios,
 se lo digo sin empachos;
 soy un elegante sibarita y gozador
 que cambió la espada por el notebook
 y la capa estudiantina por el perfume de Rabane
 que mejora mucho el look.
 
 Pero mis rezos en todas las capillas son iguales
 incluso los reitero fieramente en mi catedral mayor.
 Tampoco olvido el perdón divino
 en una desas, en las catedrales
 ese Tal que nos mantiene vivo, existe.
 ¡Anda tú a saber Andrés!
 Ni te cuento cómo son mis confesiones
 El perdón es una vez, ya sea por un sólo pecado
 o por diez. Vivir así es lo cortés.
 
 Pido su indulgencia querido amigo por empezar
 con errores genitales, tan elementales.
 Lo comprobaré cuando envejezca
 metida mi cabeza entre las piernas desa piba
 y me castiguen con el laxo asilo
 de un anciano ya vencido en las ligas escolares
 pero a pleno pecho descubierto caminaré rampante
 pues al igual que usted habré ganado todos los mundiales
 portando más copas y medallas que el Nelson almirante.
 
 Petulancias adorables,...mi querido, son las mías
 ante tal alternativa, yo prosigo don  Andrés
 contándote mi vida.
 Aunque sea lamentable ser tan dubitativo
 al mirar la trayectoria deslumbrante, apabullante
 y consistente de tu vida
 Esa es la generosa e intimidante perspectiva.
 No cabe otra cosa que imitarte.
 
 El despojo afectivo prolongado me obnubila
 con su demanda persistente de pensión alimenticia
 y en cualquier caso depende
 de cómo clave mi pupila
 entre todas mis pupilas
 que son apenas niñas, abiertas, sorprendidas
 de mis separaciones, nulidades y divorcios
 hasta que la bendita muerte me separe desa pérfida maldita
 de rodillas tan ceñidas y mezquina con nosotros
 los mortales, con nuestra única comida.
 Sabiendo que hago clases en la escuela femenina
 se me niega a dar esa pasada que todo anularía.
 
 Toda fiebre que me duda y me conturba
 genera grandiosas reflexiones
 de mi feble incompetencia
 Desposado estoy de la tibieza de sus abdominales
 y sus rodillas son frutas de glaciales.
 La suerte suya mi don Andrés, a la par de su apetencia
 es que usted bucea en busca de sirenas de sin par belleza
 y en el coral seduce intelectuales sin ninguna urgencia
 Tiene usted su red más llena que la flota japonesa.
 
 Caballerosa y muy gentil son mis acometidas
 y me frena sorda y muda la pedagogía
 a pesar de tanta urgencia de lascivia, don varón
 cuando dibujo curvas en el viejo pizarrón de mi apetencia.
 Es apenas la saliva
 la que sonriendo me cosquilla esa doncella
 riéndose allí en la fila de rodillas ideales
 Es incontenible mi velluda; sin lugar a dudas.
 ¿Y tú; cómo lo harías?
 
 De repente ya no soy el padre sustentable
 ni el esposo fiel que jura lealtades
 ni el padre de mis hijas;
 apenas soy comparsa de la ciencia
 de la ley de subsistencia.
 Escuche  lo que digo; a causa de mis amores repentinos:
 - Pero perdóneme señora esposa;
 a estas alturas de mi vida sigo fiel a toda prueba
 Eso es más que meritorio
 y prueba manifiesta de mi viril
 e inmensa consistencia en esa rama de la ciencia.
 ¿Qué miro para el lado ante cualquier cambio de luces?
 Lo sé; ¡claro que lo sé!
 esa es
 prueba además de mi inocencia y no de mi impotencia.
 ¡Señora; Es suya la indolencia!
 
 Yo le insisto con mi ruego;
 Déjeme volver a casa, por favor
 devuélvame las hijas aunque sea a cambio de tarjetas
 Nunca más;  se lo prometo
 divisaré esa falda joven del pupitre.
 Le juro que lo mío es lo obsoleto.
 
 Amigo;  yo le miento a ella. ¿Qué quieres que te diga?
 Tal veracidad escasea en esta morada
 de la débil carne que me toca
 y al volver la vista atrás,
 pienso inocentemente ¿cuál ha sido el lastre?
 Por no hacer caso a la abstinencia
 me dio con la puerta en las narices
 y lo que es peor
 me quitaron el saludo hasta las hijas.
 Todo esto es un desastre.
 
 Desde tiempo inmemorial y abominable
 no existe verso
 que a la infidelidad le calce.
 ,...ya no hay duda, eso es lo normal
 Pero; ¿cuál es el problema?
 ¿Qué fue lo que hice mal?
 ¿Dónde estuvo el resbalón
 dese movimiento tan huevón?
 ¿Te parece que es causa justa, su desgano?
 ¿O piensas como ella
 que todo es culpa de mi apetencia incontenible
 y que debo comportarme como anciano?
 
 Usted lo sabe más que un dios.
 Apenas soy un pequeño saltamontes
 admirando a su zen sei
 por lo cual recurro a usted
 a la sabiduría excelsa de un experto en estas lides
 menesteres y deberes.
 Espero que me cuente su secreto Su Eminencia
 y por qué sale siempre indemne
 sin jamás pedir clemencia.
 
 Juro y doy por cierto
 que fue absolutamente lo fortuito
 la infame hazaña desa piba
 que no conozco
 y que abrió sus piernas boca arriba.
 Ahora espero su consejo experto
 o aquello que merezco; su diatriba correctiva.
 
 Le repito;
 Ansío que alguien me proteja o me asesore.
 Tengo amigos, como usted mi don Andrés,
 que se mueren de la risa de mi inexperiencia
 mas son todos ellos testigos de inocencia
 porque este corazón con ADN de cigarra
 será siempre el cantante adolescente
 corriendo detrás de las durmientes
 sea gorda, bizca, coja o flaca insatisfecha.
 
 Es por lo demás lo que siempre hice y quise
 desde el tiempo en que hacía la cimarra.
 Me despido cordialmente muy de usted
 Con un brindis don Andrés
 y ese elegante gesto de todo un caballero
 que usted imprime  a la manera de un chapeaux.
 Aunque yo no le llegue ni a la suela
 que sostiene su canilla
 Brindo como dije, mi zen sei,
 para siempre a su salud.
 |