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EL PAQUETE
"Pues bien yo necesito, decirte que te quiero
decirte que te adoro con todo el corazón"

Mientras la radio suena y la voz melodiosa y dulce del cantante mueve las fibras más íntimas de su ser, él, cansado, se acomoda en la suavidad cómplice de su colchón, él estaba feliz, no completamente, pero feliz, con una felicidad quizá marchita de sueños, con esperanzas arrancadas a jirones de su propia vida.

Esa mañana, al levantarse muy temprano, mucho antes que su mujer, se miró el rostro en el espejo y sonrió, se dijo para sus adentros, hoy es el día y en ese instante, su rostro se turbó ligeramente.

Amor, que haces levantado tan temprano, ven acuéstate conmigo un rato más, le pidió la voz femenina mientras a través de las delgadas sábanas dejaba ver el perfil de su desnudez. El la miró intensamente desde el cuarto de baño y le contestó que no era posible, que tenía que ir más temprano que nunca al trabajo, pues era un día especial. Ella se levantó presurosa, metiéndose a la ducha, mientras cantaba y su voz sonaba difusa a través del chorro de agua. El se vestía meticuloso, cada parte de sus prendas estaban coordinadas perfectamente, por último cogió un paquete que tenía escondido en un rincón y lo metió en su maletín ejecutivo.

Querida, hoy llegaré más tarde, pues tengo muchas visitas que realizar y además haré el negocio de mi vida, cerraré una cuenta que se estaba convirtiendo en una complicación, pero que al fin ya se está arreglando, será un día de ganancias para mi. Bueno mi amor, yo iré a mi clase de francés y luego a la casa de mi amiga María para terminar de planificar el agasajo a nuestro director, que te vaya bien, le dijo, mientras volvía a abrir la llave de la ducha y dejaba que el agua recorriera todo su cuerpo.

Al salir, él regresó su mirada a la puerta de su departamento, su mente vibraba a mil, pero sus pasos pausados y cautelosos no delataban lo que estaba sintiendo por dentro, abrió la puerta del carro, lo encendió y arrancó, él esperaría, si había esperado un mes por este momento, podría esperar una horas más.

Al llegar a su oficina, se sentó e intentó terminar un informe pendiente, pero solo garabateó unas cuantas líneas y lo guardó. Miró el reloj. No, pensó, es aún muy temprano, debo esperar, debo tener paciencia. El ring del teléfono lo sobresaltó, tan ensimismado estaba en sus pensamientos que tardó unos segundos en definir de donde venía ese sonido y descolgar el auricular. Era ella, le informaba que se quedaría almorzando en casa de su amiga María y que se verían en la noche. No te preocupes, le dijo, no pensaba ir a almorzar, pues tengo unas citas pendientes. Luego de eso abrió su maletín y contempló el extraño objeto que tenía envuelto en el paquete, lo tocó con sus dedos y temeroso de que alguien lo descubriera, volvió a cerrarlo.

Así pasó la mañana, aparentando calma mientras más miraba el reloj. No pudo comer, no tenía hambre, a pesar de que siempre se había caracterizado por su buen apetito, ahora le llamaba la atención su desgano, apenas probó dos bocados y no más, por ello se levantó presuroso y regresó a la oficina. Dieron las cuatro, la hora clave para todo, debía apresurarse, cogió su maletín para constatar que todavía estaba adentro aquel paquete que había guardado tan cuidadosamente desde la mañana y salió, sin ver a nadie, con su mirada y su mente fija en un solo pensamiento: apresurarse.

Se subió nuevamente a su carro, condujo hasta que llegó a una extraña casa, su antiguedad contrastaba con el colorido de su jardín, bellas flores bien cuidadas daban cuenta de una mano experta en estos menesteres y sacando una llave de su terno, entró.

El olor de una comida recién preparada, inundaba el ambiente, no dijo nada, sabía donde quería dirigirse, cruzó con pasos seguros el recibidor, pasó por la sala y entró en un cuarto, al abrir la puerta, adentro una mirada recostada en la cama lo esperaba, su mirada se impactó al encontrarse con la de la persona que estaba en el lecho, no hablaron, estáticos, él de pie junto a la puerta, la mirada aún en la cama, solo un instante de inercia, en un según abrió su maletín y agarrando con fuerza el extraño paquete que tenía dentro, lo sacó y caminó hacia la cama.

Frente a frente, se fundieron en un abrazo desesperado, sus bocas se juntaron con las ansias de los besos anhelados por mucho tiempo, él colocó en una esquina de la cama el paquete, frenéticos empezaron a sacarse mutuamente la ropa, desnudos, se amaron con pasión. Luego, él cariñosamente volvió a coger el paquete y se lo entregó en las manos a su amante, le dijo: sé que te gustan tanto las antiguedades, por eso compré esto para ti, recíbelo con todo mi amor. La mirada masculina de la cama lo contempló extasiado, luego cuidadosamente lo colocó a un lado y volvieron a hacer el amor. fueron horas intensas de arrebato, que solo terminaron cuando ambos vieron la hora y decidieron que era ya tarde, se sirvieron lo preparado y hablaron del próximo encuentro, que sería exactamente dentro de un mes.

El le decía cuanto lo amaba y cuanto lo extrañaba, él también mirándolo a los ojos, le expresaba que era recíproco sus sentimientos, que nunca antes se había sentido tan correspondido, que nunca antes había amado tanto como a él.
Se despidieron y él regresó a su casa, su mujer dormía ya, se cambió de ropa, prendió la radio y mientras se acomodaba despacio junto a ella, la voz melodiosa del cantante decía: "pues bien, yo necesito, decirte que te quiero".

Texto agregado el 12-06-2012, y leído por 75 visitantes. (0 votos)


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