| Como todas las mañanas "manolín" se levantó, desayunó rápidamente y salió a toda prisa,-Mamá me voy a la calle,
 -No vuelvas tarde, tienes que traer el pan, y varios recados,
 Dijo su madre, desde la habitación de la abuela.
 Los veranos en el pueblo, era de gran actividad para él y su gran amigo "pitillo" le llamaba así desde un día de invierno, le vino a buscar por la tarde.
 -Manolín baja, corre date prisa.
 -¿Qué quieres Tomasín?
 -Baja, rápido...
 -¡No puedo, estoy cagando! espera.
 Manolín sabía que su compañero de juegos, se traía algo entre manos, cuando llegaba tan excitado, siempre acababan en algún lio.
 -¡Vamos al cementerio, te tengo que enseñar una cosa!
 -¡No, al cementerio no, que dicen que han visto fantasmas últimamente!
 -¡ cagón, cagoncete! jajaja
 -¡No te rias de mí! no és por eso, mi madre se pone nerviosa y se enfada si llego tarde a casa, ahora anochece muy pronto.
 Protesto Manolín con un tono serio.
 -No te preocupes llegaremos pronto,
 Y le cogío de la mano atravesando todo el pueblo, hasta llegar a las puertas del cemanterio.
 -Vamos pasa, dijo Tomasín cada vez más nervioso, adentrandose entre las tumbas.
 Manolín accedió mientras caminaba y le temblaban las piernas,
 -Mira, que traigo...
 Le decia mientras sacaba de su bolsillo un paquetito, enrroyado en papel del Water.
 -Tabaco se lo mangué a mi abuelo.
 Manolín, vió como tomasín sacaba unas colillas amarillas como un gran tesoro, y se imaginó a su amigo esperando a que su abuelo se las fumara, mientras el  viejo espachurraba, entre sus labios arrugados el pitillo, llenandolo de "babas" la imagen casi le hizo vomitar,
 -No gracias, yo no quiero te le dejo para tí.
 ¡Bueno tu te lo pierdes!
 Dijo Tomasín mientras lo encendía y se quemaba los labios.
 De repente a sus espaldas escucharon un chirrido, y la puerta de una cripta comenzó a abrirse lentamente...
 -¡Corre tomasín, que los muertos han olido el humo de tu maldito cigarro y se han levantado!
 Los dos chavales tardaron menos de diez minutos en llegar a su casa, desencajados y con los pantalones manchados hasta las orejas,
 Al día siguiente, el guarda del cementerio contaba que al salir de limpiar una tumba, había oído unos aullidos y lamentos, de dos almas que corrian como si un demonio los persiguiera...
 Desde ese día "Manolín" llamaba a su querido amigo "Pitillo" pero por supuesto, que nunca contaron a nadie, el porqué de su apodo.
 
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