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NO PUEDO MAS


La guardia no era peligrosa, solo que a mi no me gustaba hacer las guardias nocturnas pues de día no podía dormir, no recuperaba mis fuerzas. Pero el dichoso sargento programo las guardias rotativas : una semana de noche y la otra de día.

— ¡ Alto..¿ Quien va..? — Dije sorprendido por el ruido de alguien al caminar por el seco pasto. Aquella noche estaba muy nublada y la luz de la luna desaparecía cuando alguna de aquellas nubes, cargadas de agua, la cubría.
— ¡ Un guardia..
— ¿ Quien..?
— ¡ Roberto ; de la compañía de transporte.— Reconocí la voz de uno de mis compañeros, Roberto. A Roberto había que creerle la mitad de la mitad de lo que te decía y así y todo sembraba la duda en los que oíamos las aventuras de su vida. El era, de todos nosotros, el que mas novias y mujeres tenia y, cuando explícitamente, nos narraba alguna de aquellos combates sexuales a los que El estaba acostumbrado no podíamos entender como era posible que sus mujeres quedaran “agotadas”, “destruidas” , “muertas” “No puedo mas”, nos decía que le decían . No es menos cierto que a mis dieciocho años nunca pude hacer que ninguna de mis novias me dijera cualquiera de aquellas sentencias, que en mis fantasías y por lo que decía Roberto, serian lo máximo para un macho demasiado macho, como yo .
— ¿ De nuevo a una de tus citas? — Le pregunte en cómplice tono.
— Tu sabes...— Me contesto intrigante.
— ¿ Esta noche con quien... con una de las “siete bocas” ? ¡Bueno...si se puede saber.. — Las “siete bocas” eran cuatro hermanas que vivían en una de las fincas que rodeaban el “campamento” al cual pertenecíamos. Las muchachas estaban protegidas por un celoso padre; brusco y robusto campesino, de un carácter de mil demonios y uno de los vecinos que estaban disgustados de que la unidad militar colindara con sus tierras . Pero nuestro “don Juan” había logrado conquistar, según El pues ninguno de nosotros había logrado burlar la vigilancia del ogro del padre, a una de ellas. El viejo campesino ni tan siquiera nos dirigía la palabra cuando, aventurandonos nos introducíamos en sus tierras acercandonos a su casa con el pretexto de que nos dieran un poco de agua y así poder mirar de cerca a las hermosas y bellas campesinas. El guajiro nos observaba como la culebra cuando ya tiene hipnotizado al ratón del campo.
— ¿ Puedo salir por aquí..? — Fue su respuesta a la insinuación de que si era con una de la “siete bocas”. Que le decíamos así por un tipo de ametralladora anti-aérea de fabricación China que tenia siete potentes cañones y que estaban emplazadas en el campamento.
— Mi guardia termina en hora y media— le dije cambiando la intimidad de la conversación.
— ¿ Quien es el que te releva ? — Roberto sabia que era una indisciplina el salir del campamento sin autorización .
— Ángel .
— ¿ El flaco? ¿El tanquista..?
— Si , a el le toca.
— Esta bien; vuelvo a entrar por aquí. Con el flaco no tengo problema — Dijo y salio levantando uno de los alambres de la cerca, perdiendose en la oscuridad.

¡ De....pii..ee...
El llamado rompió el silencio de la mañana, todos de un salto salimos de nuestras camas ; lo extraño era que la orden la daba el propio sargento y no el guardia encargado de la barraca en ese día.
— ¡ Vamos...vamos ¡ Saliendo ..a formar frente al barracón.. ¡ Rápido..Rápido — Apresuradamente salimos y formamos frente a la puerta principal de el albergue. Extrañados observamos que las otras compañías estaban formadas frente a sus barracas y que el propio comandante se dirigía hacia nosotros acompañado de un civil de sombrero de guano y altas polainas de cuero ...¡ Nada menos que de el padre celoso de las “siete bocas”
Pensé lo peor, Pensé en Roberto. Pensé que algo sabia el tosco campesino de la relación de nuestro “don Juan” con una de sus hijas.. Sentí un escalofrío ¡ Y si se descubría que yo lo deje salir por mi “posta” aquella noche...
El comandante saludo militarmente a nuestro sargento que se encontraba frente a la formación, y le dijo algunas palabras. El celoso padre nos miraba a todos tratando de reconocer a quien buscaba ; en su inquisitiva mirada vislumbre a la culebra segura de atrapar su presa.
— ¡ Atención.. — La orden del sargento retumbo en todo el campamento. Se veía tenso e indignado— ¡ Todos a quitarse las camisas y camisetas.. — Ordeno , mientras El y nuestro comandante ,dando la vuelta se pusieron detrás de nosotros.
De las filas sacaron a Roberto, que mientras marchaba, delante de el sargento, se colocaba la camisa verde olivo.
No fue alegría, ni tristeza, ni sentido de solidaridad , mis fantasías de “agotar”, “destruir”, “matar de placer” y de esperar el”ya no puedo mas” se esfumaron de repente ; el padre de las siete bocas había sorprendido a uno de nuestros soldados mientras “practicaba” el sexo con una de sus...
¡ Puercas.. y sacando su afilado machete se lo dejo caer ,con un fuerte y seco golpe ,“acostado” en la espalda del extasiado amante.
La marca dejada por el machete, del indignado padre, ya se tornaba azulosa, atravesada en la blanca espalda de nuestro “don Juan”. El comandante caso a Roberto con el animal y como castigo tenia que pasear a su “esposa,” halandola de una cuerda por todo el campamento y, ademas, como “esposo”, tenia que dormir con la lechona en los chiqueros que teníamos en la unidad .
Creo que ahora era Roberto el que decía: “...ya no puedo mas”.

Texto agregado el 26-06-2012, y leído por 115 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
13-11-2012 El humor presente y la intriga tambien. Me gustó. elpinero
07-07-2012 Cuento muy bien vendido, un gusto pasar por aquí =D mis cariños dulce-quimera
 
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