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Blayne despertó. Amanecía un nuevo día en la grandísima casa en la que vivía. Decidió quedarse acostada, pues nada bueno iba a pasar ese día.
La familia de Blayne, estaba compuesta por su madre, su padre, su hermanito menor y su abuela. La casa era una gran herencia de su abuelo, y estaba llena de objetos antiguos.
Xulian, el hermano menor de apenas ocho años, dormía solo en su cuarto. En otro cuarto dormía Blayne, en otro dormían sus padres y en otro la abuela.
Por algún extraño motivo, la casa parecía condenar a la familia al infortunio. El padre de los chicos había perdido el empleo hace poco, justo tres días después de que colocaran el espejo antiguo que antes se encontraba en el ático, en el cuarto de Xulian. La abuela, se negaba a tirar aquel espejo, al cual todos acusaban de tener una maldición.
Un día, mientras Xulien estaba acostado en su cama, creyó haber oído un susurro. El sonido parecía provenir del espejo. Escuchó algo así como “Estamos en tu cuarto” pero con uva voz fantasmal y que apenas se oía. Asustado, se levantó a revisar la habitación. Tal vez de los nervios fue que olvidó prender la luz, pero la cuestión es que era momento de revisar aquel espejo que tanto le incomodaba. Se posó frente a el y vio con sus propios ojos, un niño de su estatura, pero pálido y deforme. Corrió hacia la habitación de su hermana en busca de socorro, la cual le permitió dormir con ella esa noche.
Al otro día durante el almuerzo, los niños contaron lo sucedido la noche anterior. Pidieron vender o tirar el espejo, pero la abuela entristeció. —No podemos tirarlo”—Dijo el padre a los niños—“Es un recuerdo del abuelo, y la abuela se pondría muy mal si lo quitamos”—.
Así que el espejo quedó donde siempre, y esa misma noche, Blayne se quedó a dormir con su hermano en su cuarto para ver si sucedía algo extraño.
A las 3:00 en punto, se escuchó nuevamente. “Estamos en tu cuarto…” Volvió a resonar la voz. Blayne se acercó al espejo y vio una imagen pobre y destrozada. Rozó con sus manos el vidrio del espejo sintiendo una extraña textura. El espejo comenzó a hundirla hacia dentro y en un instante, Blayne había llegado a otra parte.
El lugar era oscuro, y se oían voces y gritos desconsolados. Había fuego por todas partes, víboras y calaveras sin cuerpo. Era el mismísimo infierno, donde vagaban almas oscuras que causaban todo tipo de males. A lo lejos había una luz, y detrás de ella, un hombre tenebroso, con una siniestra mirada. Blayne corrió mientras era perseguida por el malvado, que parecía no intentar alcanzarla. Ella atravesó la luz y regresó hacia la habitación de su hermano saliendo del espejo que allí se encontraba. Se dio vuelta y lo que vio en el espejo hizo que su corazón comenzara a palpitar con más fuerza. El diablo se acercaba desde el fondo del espejo, e iba a entrar al cuarto.
Xulian comenzó a gritar del horror y los padres despertaron. Blayne tomó un bate perteneciente a su hermano y de un solo golpe, partió el espejo en cien pedazos, el cual dejó de reflejar la imagen. Los padres entraron a la habitación y comenzaron a gritar a los niños. — ¡Qué hicieron!— les gritaban. La niña intentó explicar todo lo que había sucedido a sus padres, pero no le creyeron. En su lugar la castigaron por una semana. No podía salir a ninguna parte, y su hermano se quedó con ella todo ese tiempo. De todas formas, sin videojuegos, sin redes sociales, sin televisión, lo único que le importaba era haber ayudado a su familia. Tres días después, el padre consiguió trabajo y volvió la suerte

Texto agregado el 28-06-2012, y leído por 100 visitantes. (1 voto)


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