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LA MUERTE PAGA AL CONTADO.
(Cuento corto) Serie Negra.
Por:Daniel O. Jobbel




El encargado se paseaba entre bastidores, de un lado a otro con su silla.
El Chabón tenía la mirada fija hacia la jota de corazones."Sé que he visto esa carta antes". "¿Se ha acabado tu suerte?", se rió diciendo a sí mismo. El sudor le empapó hasta los huesos. "Puedo sentirlo en el aire".
Al abrir las puertas del paraíso. Suenan disparos en el bar, por la noche.
El, no necesita llevar una carga demasiado pesada, la mochila con una nueve milímetros para ser suya, esa culpa.
Sabes ya de lo que se trata es algo que hiciste, Chabón. Dios sabe cuándo.
Pero lo vuelves a hacer. Vuelves a reincidir. Más vale que te largues por el callejón y te busques otro escondrijo. El tipo de la gabardina que está en la vereda de enfrente, quiere doscientos mangos, y sólo tienes tres para la cocaína.
Alguien llega en dos zancadas, con la cara llena de hollín hablando de que la yuta ha plantado unas pruebas sobre la cama, pero, da igual. Tragas el fernet con aspirina bien a las apuradas... Levantas el trasero de la silla y palpas el fierro en tu cintura.
El teléfono está pinchado. Ordenes del Fiscal del Distrito. A la mierda con el aparato. Aumenta la bilirrubina.
No necesitas al hombre del tiempo para saber de donde sopla el viento.
Aplicas la ley del talión. Se refiere a una justicia retributiva en el que la norma impondrá un castigo que se identifica con el crimen cometido. La expresión más conocida es "ojo por ojo, diente por diente".
Manda a tus soldaditos, si quieres. Ellos harán el trabajo. Pero tienes que huir. Cuidarte. Allí (en el callejón) tienen gente hermosa, tío.
Pueden ser un buen escape para ti y enseñarles algunos a cerrar la boca. Llevan el misterio escrito sobre la frente. Aquí no queda nada, socio, sólo el polvo de una plaga que dejó a todo el pueblo asustado.
Sabes, la muerte paga al contado.

El Chabón subió las escaleras de emergencia detrás del elevador hasta el último piso. Llevaba tres semanas tomando un nuevo medicamento contra la depresión que causaba confusión y aturdimiento. Algo estaba tramando. Llegó al techo de un viejo edificio, trepó por el parapeto de malla forrada de plástico verde, cruzó de punta a punta la terraza y las ventilas como hongos de acero brillante, se asomó por el borde, le dio vértigo, dio un paso en falso, tropezó y cayó.
Pasó en cámara lenta frente a la fachada de ladrillo de la casa a la villa miseria y sintió todo su cuerpo que crujía de dolor cuando aterrizó en el patio de tierra de sus vecinos. Arriba había nubes en lugar de estrellas, las luces estaban apagadas, y no podía volver a entrar al edificio.
Se hallaba atrapado afuera, molido. Cerró los ojos un momento para olvidarse de que tenía que pensar en cómo resolver la situación y se sintió de pronto relajado y feliz. Preparó el teatro de operaciones. Se tocó la cintura y sintió el fierro.
Otra vez las 9 milímetros y sus estampidos, la sangre derramada sobre la tierra y el pavimento. Otra vez un pibe asesinado a balazos en ese territorio caliente en el que se transformó la unión del barrio La Tablada con las villas Manuelita y del Tanque. Ayer le tocó a Alvarito, un limpiavidrios de 17 años domiciliado en barrio Ludueña. Su cuerpo, con sus piernas destrozadas con disparos efectuados a muy corta distancia, fue arrojado en la esquina de Spiro y Grandoli, a 200 metros del destacamento policial del Tanque. Fue el tercer crimen en 15 días en ese sitio. Apuntan al Chabón en la refriega. Se sospecha. Se sufre. Se huele.

El asesinato de este adolescente se inscribe en la espiral de locura en la que derivó la pelea entre grupos antagónicos por el control de las calles, aunque la víctima no tendría relación directa con los bandos en pugna. Es que el homicidio de Caballo Alcaraz, el jueves pasado al mediodía, dejó el área de influencia de la llamada "banda del puente" en estado de paranoia con la posibilidad de que los rivales fueran por ellos.
"Parece ser que el pibe asesinado vino con otros dos muchachos a comprar algo de droga a uno de los quioscos que está en la zona de Milton Erre, el principal sospechoso del crimen de Caballo que vive por Presidente Quintana y Esmeralda. Después cruzaron Grandoli y se fueron para la casa de otro limpiavidrios del que eran amigos, que vive cerca del puente (de hierro).
Alguno de los laderos del Alcaraz los vio y pensó que estos venían para meterles bala. Y ante la duda, los cruzaron dentro de la casa. Zona caliente. Inexpugnable. Alvarito vivía en la zona de la comisaría 26ª y se ganaba unos pesos como limpiavidrios en la rotonda de bulevar Oroño y Seguí. El lunes por la noche junto con dos amigos, uno domiciliado como él en la biósfera de barrio Ludueña y otro en la villa Banana, se fueron en colectivo hasta La Tablada.
La idea era culminar el viaje en la casa de un amigo que vive en uno de los pasillos que se abren a la altura de calle Spiro y Cepeda, una red de pasadizos que conectan la villa Del Tanque con la Manuelita. Uno de esos caminos llega hasta la calle 409, la prolongación de Cepeda, y el puente de bulevar Seguí, donde suele parar —al lado de un santuario— la banda que liderara el fallecido Alcaraz

Algo te eriza la piel y te rescata del naufragio. En el barrio guardan luto por su ausencia y maldicen el negro de tu destino. La vida en la periferia, cruel, siempre abre una herida Chabón. Tú eres su cicatriz, Alvarito quizás una culpa.
Nunca se supo de tanta rabia en una celda, sabiendo que una puta cirrosis frustró la última fuga. Quedaste libre bajo fianza por equivocación. Estás libre hoy. Aprovecha. Enferma, cúrate, Chabón, dicen las anfitrionas del puterío.
Haz lo que se te venga en ganas. Solo hazlo. Y no jodas a nadie. No jodas. Sabrás bien que el crimen de Alvarito quizás quedara impune.
Quédate junto al alcalóide y el tintero, si quieres. Escribe algo que te valga, si mueres.
Mejor mastica chicle, si hieres. Sí suena el timbre. Una y otra vez. Yo no sé, Chabón.
Si algo te han de vender será el juego de la linterna y el gatillo.
Quizás vengan a buscar, el rezo del rosario, las humildes coartadas de los jornaleros con los tristes comisarios. Que delante del prontuario, de frente, de costado, con número, cabellera negra y todo despeinado, deja hacer 'la gorda' de gran bufón. Es resaca pandillera.
Sin embargo desconfía.
Aunque ponle ganas, ponte trabas. Se que es tu mala costumbre. Pero, no le pongas balas. Vuelve atrás, escribe en Braille. Descifra un crucigrama. Lee un pentagrama. Escucha una canción.
Si te toca ir. Ve a la cárcel, quizás escapes bajo fianza...
Enrólate si te pillan.
Cuidado, Chabón. Ya tienes cincuenta y pico. La cosa no es fácil. Te la van a dar.
Aquí es raro morir de enfermedad, dijo Galeano. ¿Cómo quiere el cadáver, vuestro amigo? El matador recibe la mitad a cuenta. Carga su pistola y se persigna.
Pide a Dios que lo ayude en su trabajo. Después si la puntería no le falla cobra la otra mitad. Y en la iglesia, de rodillas, agradece el favor divino.

Ayer por la tarde, esquivando piedrazos, efectivos de la comisaría 16ª y de la sección de Homicidios llegaron a la escena del crimen con una orden de allanamiento rubricada por el juez de Instrucción de la 4ª Nominación. Allí encontraron pistas, marcas, ropas ensangrentadas y rastros de lo que significó un ataque feroz ante lo que los soldaditos del puente tomaron como una amenaza posible.
El detalle. Alvarito no pudo correr porque era rengo. Entonces lo atraparon y le dispararon en las piernas. Fue entre la 0.30 y la 1 de la mañana. Recibió dos balazos en la pierna derecha y uno en la izquierda. Todas heridas con entrada y salida que le pulverizaron los huesos y las arterias.
El cuerpo apareció tirado en la bocacalle de Spiro y Grandoli. Tenía un improvisado torniquete en una de sus piernas, señal de que alguien intentó asistirlo, pero no alcanzó para evitar que muriera desangrado.
Sobre la tierra quedaron marcas de que al pibe lo arrastraron para sacarlo de la escena del ataque. Algunos aseguran que fueron sus propios compañeros, aunque también se dice que fueron sus agresores para evitar un elemento de conflicto en una zona más caliente que el infierno.
Labios sellados. En las villas Del Tanque y Manuelita es posible ser blanco de balas mortales por motivos mínimos, como una charla o una mirada. Los problemas son transferibles: si un maleante de la zona tiene una bronca con otro y éste está junto a un par de amigos, automáticamente la bronca alcanzará a los tres.

Eran las siete de la noche en la esquina y alrededor había una fiesta. Eran los clientes que se pinchaban los brazos en la calle. Imagino el Bronx. Allí, Patty Smith pasa flotando en una foto con Robert Mapplethorpe, bidimensional y plástica. The Ramones y The Clash rompían guitarras en una nube de diamantina suspendida en el aire y un coro de polacos ucranianos bailaba una mazurca con las bocas llenas de pizza. Pero no, esto era Rosario.
Era el círculo exterior del infierno, donde se mezclaban el recuerdo y el olvido, una ciudad multicolor sin hombres que se sentían cucarachas ni mujeres que se sentían hembras, con tiendas de diseño en cada esquina y cafés gratuitos para todos en tazas de porcelana pintadas como vasos desechables. Sólo imagino. Imagino un Under desechable. Pecaminoso.
"La banda del puente tiene soldaditos que operan como los glóbulos blancos en el sistema inmunológico. Cuando aparece una amenaza de infección, los glóbulos blancos la destruyen", explicó un pesquisa conocedor del paño.
Chabón, oye tío. Antes de irte cántame otra canción más, sobre tu amor loco y ese forastero. Y tu idilio pasado a cuchillo con Errol Flynn, y los demás cumbieros de pacotilla. En estos tiempos que corren de compasión con que todos se conforman, dime otra estupidez, háblame de la Marilyn que conociste, antes de que pongan el último clavo a tu cruz.-

Texto agregado el 19-07-2012, y leído por 241 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
20-07-2012 Muy bueno; para empezar un movimiento literario. Siempre me había cuestionado cómo se podría escribir serie negra rioplatense. Grlsh
19-07-2012 Un texto denso de realismo que nos pasea por los rincones oscuros del humano. Felicitaciones. ZEPOL
 
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