| (Brincaron tus fantasmas ante mis ojos, entonces desperté).
 
 
 ¿Crees poder reconocerlos?
 
 Cuando vienen por ti,
 
 cuando están por ti.
 
 Permanecen a tu lado,
 
 intactos
 
 soplando el polvo a tus pies,
 
 matizando tus lágrimas,
 
 recorriendo tus múltiples tonos y canas.
 
 
 
 ¿Crees poder recorrerlos?
 
 Se llaman como tú,
 
 como tus miedos,
 
 como tus celos,
 
 como tus risas y tus suspiros.
 
 Caminan siempre contigo,
 
 vuelven, a morir por ti.
 
 
 
 Vigilantes incansables de tus puertas
 
 de tus ojos,
 
 de tus codos.
 
 
 
 Llevan tejidos bordados en la piel
 
 para secarlos al sol
 
 cada vez,
 
 que tú derramas una lágrima.
 
 
 
 Se cautivan al igual que tus neuronas,
 
 se alimentan de sonatas
 
 de frutas, de licores.
 
 Cantan sin voz,
 
 gritan con el alma.
 
 
 
 No los sueltes,
 
 nunca,
 
 sólo déjalos ir, de vez en cuando, a beber agua
 
 a escribir poemas
 
 a dar gritos en la oscuridad
 
 a saltar
 
 a llorar.
 
 
 
 Cuando estés seguro de que siguen ahí,
 
 no habrá más miedo,
 
 para seguir abriendo los ojos, todos los días.
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