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Le abrió la puerta mientras masticaba un pedazo de pan. El diálogo se mostró amistoso entonces los muros altos, descacarados, parecían un valle desolado.
Mingo mostró sus bolsillos vacíos y la mirada triste conmovió a la prostituta.
Ella lo comprendió al instante, sus lágrimas caían sin parar, ella entendía la miseria y del dolor del corazón, sin demasiados ademanes lo invitó a pasar. Le sirvió un café recalentado muy dulce, le ofreció unos pedazos de chocolate que guardaba para situaciones como esta.
Los mineros habían llegado muy lejos con su huelga y ahora los ánimos escaseaban, los vínculos familiares se tornaban ríspidos, culminaba una etapa de confrontación muy ardua, los delegados de la carbonera estaban exhaustos de discutir con sus compañeros y la patronal se había tornado imposible, ellos sabían que la pérdida del valor del oro negro ya había empezado a crecer en detrimento del combustible vegetal.
Maite puso la pava, lo observó detenidamente y era en estos casos donde la paciencia de las esposas recaía y la pobreza agrandaba la ferocidad de sus diálogos, secó las lágrimas del humilde peón, él tierno se sintió a salvo se avalanzó sobre sus tetas envejecidas y comenzó a besarlas. Maite sabía realmente sobre esos momentos. Entre dientes con un cigarrillo en la boca le habló en un tono más o menos suave y ronco.
-Pibe, creeme que te entiendo. Las minas, y hablo de tu mujer con el paso del tiempo se asquean de tanta mierda.
Mingo la abraza, y como un niño asustado apoya su cabeza sobre el pecho de la mujer, y la escucha.
Maite continúa:-Mirá querido, yo tengo que vivir igual que vos y todos los demás, y yo vivo de esto, entendés. Hagamos lo siguiente vos venís los días de la Asamblea, y yo te recibo, porque una mano no se le niega a nadie, sabés, vos traete algunas papas y algunas cebollas y yo te preparo un guiso para los chicos y tu mujer. Por la carne no te preocupes, el del frigorífico tiene cuenta corriente por acá.
"Vení", le dijo y lo llevó a la pieza.
Atardecía en el villorio, los gallos lo recordaron una y otra vez, con su fama de augureros del rosancler.
Maite le abre el portón al joven desocupado, más aliviado se sonrió y murmuró algo cariñoso a la oreja de ella, le dio un beso furtivo y se fue caminando al horizonte con las manos en los bolsillos y unos cuantos billetes.
Ese era el truco de las prostitutas de Banegas, consolaban y después ellos volvían en busca de más.
La mujer, se tomó unos mates e hizo una mueca entre conmovida y cansada, pensó para sus adentros: "pobrecitos" "sufren siempre entre los fuegos del espíritu y la hambruna de la pobreza".
(continuará)

Texto agregado el 20-07-2012, y leído por 149 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
26-12-2013 woooww,,,me atrapo = D dark-davinci
29-01-2013 Excelente!! (así con admiración) Me encantó. rigoberto
11-09-2012 eres una artista muy bien logrado!!!! trito
 
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