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Me gustaría hablar de las cosas más escabrosas. No es de mi particular interés el tiempo pasado en estaciones golondrinéscas a la sombra de un fresno. Porque la gloria de la memoria selectiva es capaz de proporcionarnos las impresiones más alegres de los años, generando una cuna para las anécdotas distantes que lo hacen creer a uno que la vida es algo maravilloso, y se desmorona.
Sí, me gustaría hablar de las cosas más escabrosas. De los miedos de los personajes, los sufrimientos inocuos frente al espejo, buscándose una raya en la cara para argumentar que han envejecido, que los huesos le pesan, que la callosidad de la desventaja frente al pirata que maneja el barco de los proletarios le trae tormentos. Ese personaje vil, un tanto cansado de los tropiezos; ese necio que continúa buscando vida dentro de una flor marchita; ese meloso que juega juegos mentales para adivinarse grosero, culto.
Me gustaría hablar de oscurantismo, de noches a vela de fe ciega. Me niego a llevar al personaje a un precipicio sabiendo que, en la generalidad de la literatura, ese paso por entre los bordes nos hace llorar.
No quiero lectores de fauna ni atardeceres violeta a la sombra de un fresno; no habrá personajes de sobra ni titubeos. Me gustaría que la historia no se me fuese de las manos y el lápiz cayera de nuevo en el amor, en la muerte, en algún eufemismo del suicidio. Quiero que Ella ya no marque los pasos del personaje, ni de su autor, ni de la puta conveniencia de los encantos.
Me gustaría ser orquesta, que no me temblara el pulso frente al narrador omnisciente; por una vez quiero ser testigo de los placeres más puros de la carne, permitirme ver tras la coraza de la nueva presa. Ese personaje absurdo que mataría si yo le digo cuando. Ese mismo que, dado el desarrollo de la trama, crecerá ¡y me va a pedir a gritos que lo ubique en un atardecer violeta a la sombra de un fresno! ¡y yo no le voy a poder decir que no! Porque así lo manda la ley del poeta: la lógica debe avanzar y el crítico de arte debe tener un punto de partida desde donde lanzar alguna de sus frases hechas en un boliche.
Desde su orfandad, mi personaje debe sentirse querido y admirar el odio en sus ojos de inocente, de receptáculo de mis frustraciones. Papá Noel para él (o ella o eso) han de ser los padres, y los padres han de ser los padres y los próceres han de ser los padres. Debe ser un hombre, o una mujer, niño o niña, o quizá un animal doméstico, pero, eso sí, debe asquearse ante la posmodernidad, ser un ser que si ve a alguien trepado a las paredes de nuestro antecesores, le tira con algo; debe estar listo para tirar la piedra y esconder la mano tras el pensamiento colectivo.
Me gustaría recaer en el nihilismo y achacarlo a un montevideano, para poder ponerme por fuera, sufrir mi desaliento y dejar que todo pase, como si el mundo hubiera sido y fuera a ser siempre esta kermes dictatorial.
Me gustaría hablar (es importante que se sepa) de mí mismo, de mis manías psicosomátizadas en roscas semi-psicóticas, de mi intención de agradar sin ningún objeto claro. Mi personaje tendrá cada unos de mis vicios; padecerá, sin embargo, otros. Será un refugiado de letras toscas, un desagradable animal indefenso. Me comprometo a volverlo cada vez más áspero, más rellenado de neurosis. Se fugará con la primera mujer que le guiñe un ojo; comprenderá que habita un multiverso hecho de diminutas formalidades, sellos y firmas.
Me gustaría hablar, por ejemplo, de Ud. De cómo le llegó este texto y cuán poco le puede importar mi opinión, porque tal vez me conozca, o conozca a otros como yo, que no se la bancan, que no se van a callar la boca, que ya descubrieron ese giro del mundo, y ahora no pueden ignorarlo como no se puede ignorar una mancha en la ropa una vez que se sabe que está ahí. Por eso no quiero que Ud, mi personaje, sea llano y brille por su falta de brillo. Me gustaría hacerlo brillar pero no quiero. Porque el gusto y la acción son cosas diferentes. O debe ser que cuando cae el regordete punto final y la mente vuelve a la cotidianidad, cuando ya no nos es dado creer en castillos flotantes, el trajín del personaje ya no importa.
Me gustaría hablar de que ya no me importa.

Texto agregado el 20-07-2012, y leído por 85 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
20-07-2012 Imprimes vida a letras que son una preparación a entender y a entenderte. Tus personajes serán vida y vida(de forma incontrovertible) es magia. Te felicito. peco
 
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