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Arranqué más de lo permitido, corrí más de lo que mi cuerpo pedía, sólo por verte. Sólo por verte fui capaz de atravesar senderos y campos, soportar largos viajes en carretas donde lo único que podía hacer era imaginarte, pensarte, añorarte, pensando que estarías en casa, esperándome, como me dijiste hace tres años, cuando fuiste la primera, y única vez a verme, aunque dadas las circunstancias, tuve que acelerar nuestro encuentro.
Quedaban largos y eternos cinco kilómetros para llegar a la casa, a nuestro hogar donde pasamos los mejores trece años de nuestras vidas. ¿Recuerdas cuando pequeños jugábamos bajo el sauce y te leía cuentos de amor? ¿Recuerdas cuando adolescentes escapábamos al granero y hacíamos el amor contra los fardos de paja sin que tu padre nos sorprendiera? Me sé de memoria tus surcos delicados que se desbordan lentamente hasta llegar a tu manantial profundo. Lo que más deseo es que me tengas la sopa de pollo que me encanta que haces, tus papas rellenas con ensalada rusa, tu mayonesa casera arriba de la mesa, los cubiertos de plata fina que habías hecho traer directamente de Paraguay… ¡Cuánto lo echo de menos!
Sólo quinientos metros me separan de casa... esta carreta avanza cada vez más rápido, puedo sentir cómo las ruedas se queman al contacto con las piedras y el pobre caballo que ya no da más. Me pregunto qué estarás haciendo, si sabrás todos los sacrificios que tuve que hacer por volver, si sabrás de todos los sortilegios que consulté por verte, y todos coincidían en que me necesitabas, como yo necesito de ti. Ya quedan trescientos metros… acabamos de pasar por la casa de doña Rosa, el lugar donde nos conocimos… todo por nuestros padres y sus peleas políticas que nos hacían reír acaloradamente a nuestros jóvenes siete años.
La casa está igual que siempre, la puerta sigue con su imponente madera rasgada por los perros, las ventanas con sus vidrios coloreados y sucios, las tejas rojas mucho más deterioradas que antes… ¡seguro que no las cuidaste! La puerta está sin seguro, no sé por qué está sin seguro si tú siempre estabas preocupada de que no entraran malhechores a la casa a robarte tus frascos de mermeladas caseras. Las maderas crujen como siempre ¡Oh! ¡Siento ruidos! ¿Será tu voz amor? Tranquila, no soy un delincuente. Siento tu voz desde la pieza. ¡Voy amor! ¡Voy corriendo! Abriré la puerta.
Ya te vi amor, pero no sola, estabas acompañada de aquel bastardo de la abarrotería. Te sorprendí gimiéndole a él amor, no sé porque le das tus orgasmos a un sujeto que no te merece ¡Yo debería ser el que merece tener tu cuerpo otra vez! ¡Yo debería estar junto a ti y no él junto a ti y tu amor! ¡Eres una perra! Sí. Eso fue lo que te grité… tú no lo podías creer, tu mirada lánguida siempre me lograba persuadir, pero esta vez no fue así. Fue mucho. Te excediste. Te grité tantas cosas esa tarde que ya no lo recuerdo, y apenado ahora acaricio con la yema de los dedos esta cuerda, termino de escribir esta carta para ti, cuando te des cuenta que todo lo que te podría haber dado está acabado. Me despido de ti… ya me arrepiento de haberte dicho unas nueve veces que eres una perra. Aunque no perdono el hecho de que te calentaras con un tarado, el hecho de que me prometiste amor eterno… el hecho fue que te amé tanto, y no fuiste capaz de esperarme.

Texto agregado el 31-07-2012, y leído por 218 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
01-07-2017 Estimado Perro, las promesas no son para siempre, ni siquiera las tuyas. Qué esperas de las otras? .... FerdiCartago
02-12-2015 Me gusto la descripción de la escena, del personaje. Un final de perros. paulasol
31-07-2012 siempre hay una esperanza! la soga seguramente se rompió jojojo, me gustó el giro que dió la trama jotaykaiser
 
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