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El gremio bancario estaba pasando por un estado de malestar económico producido por los bajos salarios. Esta situación había generado conflictos laborales, que se traducían en reiterados paros. El gerente del Banco de Londres y Río de la Plata, Zacarías Taylor, un hombre muy autoritario, quería mantener una férrea disciplina en la entidad, diciéndoles a los empleados que se conformaran con sus magros salarios, ya que la penosa situación por la que pasaban, era compartida por otros sectores de la actividad laboral.
Ricardo Zárate, uno de los empleados bancarios, no ocultaba su mal humor y comentaba con sus compañeros:
-Nuestro imbancable gerente nos pide una actitud conformista, pero yo no me resigno, en mi casa mi mujer y mis hijos no hacen otra cosa que quejarse de nuestra estrechez económica.
Alberto Alarcón, otro asalariado de la entidad bancaria, apoyaba el juicio de su compañero sobre la persona del gerente:
-No has encontrado mejor palabra para juzgarlo, es el hombre más imbancable que he conocido en mi vida. En todo este tiempo que hemos vivido con salarios bajos, he venido madurando una idea para salir del trance en que vivimos. Podríamos llevar a cabo un robo perfecto.
Otro de los empleados terciaba en la conversación:
- Personalmente no creo en los crímenes ni en los robos perfectos, pero si tú tienes en la mente que pueda haber perfección en ese, aporta la idea que tienes para llevarlo a cabo.
-Básicamente mi plan consistiría en desconectar la alarma, desactivar las cámaras de seguridad y abrir la bóveda del banco.
El auditorio que tenía el expositor de la idea, escuchaba atentamente el plan y lo aprobaba en su fuero íntimo, y luego, por medio de la palabra en forma unánime, adhirieron a la idea y se mostraron dispuestos a ponerla en práctica. De acuerdo al plan que todos habían aprobado, los tres objetivos propuestos habían sido logrados. Una gran cantidad de dinero había sido robada.
De investigar el caso se encargaba el inspector no vidente, Jaime Prohens, el cual interrogaba a su subalterno Santos, si en la alarma, en las cámaras de seguridad y en la bóveda bancaria, existían huellas digitales.
-En absoluto inspector. El que realizó ese trabajo, se cuidó muy bien de no dejar huellas dactilares, y no hay duda, que tenía las manos enguantadas.
-Es fácil deducir, Santos, que los delincuentes contaban con la ayuda de un empleado de la entidad bancaria.
Jaime Prohens, aunque privado del tan precioso don de la vista, se tenía por un hombre de honda penetración sicológica y cuando hacía los interrogatorios crecía darse cuenta, cuando una persona tenía la conciencia tranquila y cuando, en cambio, alguien tenía algo que ocultar.
La primera en ser interrogada, la señorita Fernanda, le cayó muy bien a Prohens y le pareció que era una mujer que desbordaba simpatía, le proporcionó todas las informaciones que le requirió el policía ciego. Prohens, queriendo ser galante con ella, le dijo que, aunque no pudiera admirar su belleza física, no dudaba que la tendría pero que creía estar casi seguro que una mujer tan agradable, habría de tener novio.
-Efectivamente lo tengo, inspector. Es otro empleado de este mismo banco, el señor Norberto Ramírez.
-Muy afortunado, sin duda, el señor Norberto ha sabido elegir muy bien.
El inspector pensaba en su fuero íntimo que la simpatía y una manera de ser agradable, pueden ser una engañosa fachada. Decía conocer casos de personas con doble personalidad. En lo aparente, la tesorera ha demostrado tener un espíritu de colaboración. Pero las apariencias, como bien es sabido, suelen ser engañosas, reflexionaba Prohens.
En los otros interrogatorios posteriores, había coherencia y sus afirmaciones no se contradecían. Prohens, le decía a su subalterno:
-No hay duda Santos, que saben bien quién es el que facilitó el robo, pero que se solidarizan con él.
Recurriremos a otra línea de investigación: las escuchas telefónicas. Prohens, escuchaba una dulce voz femenina que ansiaba oír nuevamente, la de Fernanda, la mujer que le había caído simpática, que se comunicaba con su novio:
- Norberto, todo el trabajo está hecho y todos estaremos conformes.
-No me había equivocado Santos, cuando reflexionaba sobre la doble personalidad. Esta seductora señorita ha hecho un muy buen trabajo con sus manos enguantadas: pero hay algo que me llamó mucho la atención. Ella termina diciendo: “Todos estaremos conformes”.
El inspector meditó algunos instantes y de pronto la luz se hizo en el cerebro de Jaime Prohens.
-Santos, quiero conocer el estado patrimonial de todos los empleados de este banco, pero sin que haya ninguna posibilidad de engaño. Ahora me parece entender acabadamente la expresión: “…y todos estaremos conformes”. Hágase presente ante el Juez de instrucción para que se pida una declaración jurada de bienes y que se ordene que sean allanados los domicilios de todos los empleados bancarios.
Éstos no ocultaron su sorpresa ante la resolución judicial y Alberto Alarcón, el ideólogo de la mecánica del robo, extrajo una pistola Bersa del lugar donde acostumbraba dejarla, y abriendo la puerta de su casa, disparó contra uno de los representantes de la ley, diciendo: “Alarcón tiene agallas y no es ningún flojo”. El policía cayó muerto en el acto. Santos, replicaba la bravuconada de Alarcón: -Quienes asumimos la defensa de la ley, tampoco somos unos débiles. Y acto seguido, se originaba una fuerte balacera como consecuencia de la cual, Alarcón encontraba la muerte.
Los otros empleados no opusieron resistencia e hicieron una declaración jurada de todos sus bienes sin omitir detalle alguno. De las mismas surgieron que sus patrimonios se habían incrementado considerablemente.
Todos fueron juzgados por asociación ilícita para el robo.
Prohens, recordaba que cuando gozaba de la vista, había leído una novela de Agatha Christie en la cual, el detective Belga Hércules Poirot decía a alguien: - Para mí, hasta que no descubra al culpable son todos sospechosos.
En este caso eran todos sospechosos y culpables, pero existía sin embargo una única excepción, la del gerente Zacarías Taylor, que era quién había efectuado la denuncia. Ese hombre, que para su empleados era insoportablemente antipático, unía sin embargo una cualidad positiva a su personalidad: la de la honradez.

Texto agregado el 31-07-2012, y leído por 140 visitantes. (0 votos)


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