-“Eres lo que los demás ven en ti, su reflejo, tu imagen en ellos…”-
Sus ojos se encendieron, brillaban con una luz pálida, muerta, mientras su mirada se desaparecía en la pared.
-“cuéntame un cuento, prefiero tus cuentos a cualquiera de tus tonterías filosóficas”- dijo la pequeña a su lado. El miro con sus extraños ojos luminosos a aquella pequeña criatura y sonrió.
-“erase una vez”-
-“No”-interrumpió ella, -“no quiero nada que comience así”-
El cerro los ojos que brillaban esta vez a través de sus parpados, se acomodo en el sillón y al abrirlos de nuevo su mirada se torno fría, sin expresión alguna y como escuchando a lo lejos, empezó.
-“Hay una dama, llega del trabajo cansada, triste y preocupada. Había sido un mal día y su esposo solo se limita a verla llegar. Ella empieza con la cena, mientras él se acomoda en el mullido sillón. De nuevo congelados, lasaña, tal vez pizza. Su esposo simplemente ve la televisión, mientras ella con lágrimas en los ojos espera a que los pocos alimentos que puede llevar a la mesa se descongelen en el viejo y desgastado microondas. Su pulso aumenta, su sangre se acelera en sus venas, pero la presión de esta disminuye. Su estomago vacio aumenta la desesperación. Toma el cuchillo y camina hacia el sillón. Las lágrimas en sus ojos no le dejan ver con nitidez el que antes fuera su gran amor. La campanilla del microondas suena, su esposo se levanta, no la ve. Ni siquiera logra darse cuenta que la mujer que dice amar estaba tras de él a punto de terminar su existencia. El hombre camina hacia la puerta del sótano, la mujer intenta calmarse y vuelve a la cocina con pasos pesados, lentos, erráticos. El hombre abre la puerta del sótano y…”-
-“la cena está servida Elizabeth”- dice una voz desde arriba de las escaleras de aquel oscuro sótano, solo iluminado por los ojos de aquel robot programado para divertir a los pequeños con sus historias.
-“si papa ya voy”- y diciendo esto la pequeña sale del trance en el que se encontraba sumida por las palabras de su interlocutor. Su cabello oscuro se movió con delicadeza al saltar de la silla mientras sus ojos negros buscaban los peldaños de la escalera, dejando atrás aquel hombre de metal en el absoluto silencio. Solo sus ojos brillaban mirando hacia la distancia.
-“el veneno…”-