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Cirrus Minor
Es el canto de algunos pajarillos, dos o tres de ellos son los protagonistas, sus cantos son fuertes y decididos aunque individuales y discordantes, es como una discusión que establece el amanecer, tal vez están reclamando la autoridad sobre un bosque en otoño, quizá es un canto de apareamiento o es solo el canto natural que la aurora reclama, han pasado dos minutos y un poco mas desde el primer trinar, entonces una voz rompe esta armonía, una voz grave y algo trasnochada que empieza a hablar sobre el patio de una iglesia y un rio, es la primera canción del álbum More de Pink Floyd, Cirrus Minor.
Abro los ojos, veo una pintura en la pared, solo el que la hizo podría saber su significado, ha sido una noche de sábado no muy larga, deben ser las dos de la madrugada, otros sábados a esta hora estaría medio ebrio en algún bar del centro de la ciudad o en la casa de algún wayki, tomando algún ron barato mezclado con coca cola, o un pisco de los reyes con seven up, intentando ligar con alguna flaca y llevarla a mi casa o a algún hotel al frente de la universidad para poder tener sexo de fin de semana, sexo sin compromiso.
Hoy a sido algo diferente, fui a clase en la tarde y me encontré con Luis, Victor y Fernando en la puerta de la universidad, no estudiábamos en la misma facultad, habíamos sido compañeros en el colegio por once largos años. Había un tumulto de gente que ocupaban las veredas y la pista de la avenida de la cultura, la puerta de rejas color granate estaba bloqueada con carpetas plomas, cadenas y banderolas de la facultad de medicina, era un episodio bastante común ya en esos tiempos, estuvimos discutiendo sobre las necesidades de nuestras facultades, la corrupción en los centros federados, la tarifa de los docentes y otros fétidos temas de la vida estudiantil, cuarenta minutos después y con la alegría de no tener que escuchar clases un sábado, nos fuimos a uno de los billares que quedaban al frente, encontramos una mesa libre, pedimos los tacos y las bolas y nos pusimos a jugar mientras jugábamos íbamos conversando sobre las posibilidades que nos brindaba la noche, ninguno tenía un plan así que quedamos en vernos en unas horas para tomar un trago.
No había nadie en mi casa, todos se habían ido al cumpleaños de una tía, con el volumen muy alto en mi habitación sonaba un disco de Café Tacuba, se escuchaba hasta el baño, mientras me lavaba la cara con agua fría, me mire al espejo en un ángulo que me favorecía, me eche una colonia barata y fui a mi habitación, espere a que termine “Desperte”, apague el equipo, me puse una chalina y salí al encuentro de mis waykis, habíamos quedado encontrarnos en la plaza Tupac Amaru, generalmente es el punto de encuentro los fines de semana, es raro lo que pasa con los monumentos o las plazas que son hechas en reconocimiento o conmemoración de algún personaje, con el tiempo causan un efecto contrario, estoy seguro que nadie se acuerda de Tupac Amaru cuando pasa por esta plaza, para muchos Tupac Amaru es una plaza mas, un lugar donde encontrarse, un lugar donde chapar con el novio o la novia de turno, me pregunto si alguno de estos sus asiduos visitantes reconocerán en la estatua de un mestizo con el puño en alto sobre un caballo, a uno de los últimos descendientes incas, a uno de los primeros revolucionarios por la libertad latinoamericana, al gestor de la rebelión mas importante contra la colonia española en el siglo XVIII, seguro que no. Lo mas probable es que aquellas personas que no conocen esta plaza, si lo hagan, si es que no relacionan el nombre, con un movimiento terrorista de la década de los 80.
Cerca de la plaza hay licorerías y parques donde tomar, al llegar encontré a Fernando, nunca soy el primero en llegar a ninguna parte, creo que esto se marcara mi vida en un futuro, nos saludamos y sin decir mas empezamos a planear lo que podríamos hacer esa noche, mientras, esperábamos a Victor y Luis, Fernando casi nunca se hacia problemas para hacer lo que sea, hasta que decidíamos ir a alguna disco, entonces inventaba cualquier excusa para no ir, era un tipo muy divertido y extrovertido cuando estaba con nosotros, pero la timidez y la inseguridad lo invadían cuando tenía que relacionarse con mujeres. Estuvimos hablando durante unos quince minutos, esa no era una noche cualquiera para aquella plaza, solo habían enamorados, una pareja en cada banca, Fernando y yo también ocupábamos una hasta que una pareja se sentó al borde opuesto, empezaron a besarse y a demostrar su amor como si el flaco se fuera a la guerra al día siguiente, nos cansamos de esperar y nos incomodamos por nuestros calenturientos vecinos, decidimos ir a buscar a Luis, su casa quedaba a unas cuadras de la plaza así que nos paramos, fijamos los ojos acusadores y envidiosos en la pareja, la chica estaba bien linda, Fernando dijo bajando la voz “que le vio a este feo de mierda”, yo no dije nada y nos fuimos caminando.
Vimos a Luis en la puerta de su casa conversando con un tipo, este partió justo cuando llegamos, se despidió de Luis y nos saludo a ambos – que hay chocheras – respondimos – que tal choche. – Al reclamarle a Luis por la tardanza este solo dijo – esta noche la hacemos linda, la conseguí – había comprado veinte lucas de marihuana, esto equivalía aproximadamente, a un puñado de yerba.
Regresamos rumbo a la plaza Tupac Amaru, a media cuadra había una licorería donde vendían el pisco Vargas a buen precio, íbamos discutiendo de cuanto dinero nos correspondía poner de chancha a cada uno, Luis había puesto las veinte lucas para la marimba, así que la operación se puso un poco compleja.
Llegamos a la licorería con las cuentas resueltas, estaba llena de gente, además de vender licor, en la puerta había un señor que vendía hamburguesas, entramos a la licorería y saludamos a la vendedora, ya era casi nuestra amiga, Mechita, parecía una adolecente de 16 o 17 años, medía poco mas de 1.50 metros, algo gordita y con el cabello bastante corto, sin embargo siempre hubo el rumor que en realidad tenia 30 años o un poco mas y que cuando no estaba en la tienda por algún tiempo era porque se había ido de vacaciones a Cancún o a alguna playa del Caribe, tenía bastante clientela y creíamos que se estaba haciendo rica gracias a nosotros, sus parroquianos, también es verdad que cuando no nos alcanzaba el dinero, ella nos fiaba y nos sacaba de esos apuros que la falta de dinero siempre provoca. Le decíamos Mechita, ya era conocida así, pero nunca supimos si en realidad se llamaba Mercedes o si era porque años atrás, cuando habían apagones por causa del terrorismo de Sendero, usaba un mechero en su licorería.
Llego nuestro turno y le pedimos el pisco Vargas con seven up y una cajetilla de cigarros, nos atendió muy amablemente, no teníamos ninguna deuda con ella, Mechita saco una jarra de plástico de color naranja de dos litros, vertió ambas bebidas empezó a mover en círculos la jarra para mezclar homogéneamente y volvió a llenar ambas botellas con la mezcla, era una operación que la manejaba magistralmente, metió ambas botellas en una bolsa de plástico negra y nos despidió deseando que nos divirtamos. Salimos de la licorería, no sin antes tener una pequeña discusión por quien llevaría la bolsa, era algo que siempre pasaba, finalmente salimos rumbo a un parque que quedaba a unas seis cuadras de ahí, yo llevaba la bolsa plástica, tenia que sostener el asa con una mano y con la otra la base por si se llegaba a romper la bolsa las botellas no cayeran al suelo.
El parque este era realmente pequeño, creo que tenia menos área que una de las casas que lo rodeaba, siempre me pareció que esa parte de ese conjunto habitacional había sido mal distribuido, en general en la periferia de mi ciudad se notaba que no había un planeamiento urbano, todo era muy desordenado, este parque solo tenia tres bancas de cemento, pasto y algunas ramas de retama, tuvimos suerte de encontrar el parque vacío, así que nos ubicamos en una de las bancas, sacamos un vaso descartable y empezamos a darle a la botella. Siempre tomábamos en un solo vaso, no era muy higiénico, pero así se tomaba en la calle, la ronda siempre pasaba por la derecha, lo mismo pasaba con el cigarro solo que este no tenia un orden especifico. Mientras íbamos tomando, Luis saco un par de hojas que había arrancado de la biblia de su casa, cuando no estaba tomando iba armando un joint con la marihuana, en ese entonces no era tan experimentado y no tenia la maestría que los años le darían, así que siempre se demoraba dos o tres rondas, doblo una hoja en tres y luego las rompió por los pliegues, cogió una de ellas, cogió un poco de marihuana y la puso en el papel, empezó a quitarle las semillas o pepas que quedaban en la rizla, envolvió cuidadosamente el papel hasta que quedara como un cigarrillo delgado y le paso la lengua a la parte del papel que quedaba libre, envolvió el papel que quedaba en ambos extremos, el joint estaba listo. Tomamos un par de rondas, Luis tenia el joint en las manos girándolo entre los dedos, ya habíamos tomado casi la mitad de la botella de pisco, Luis se puso el joint en la boca y alzo la cajita de fósforos que había quedado en la banca al armarlo, prendió un cerillo, se acercó a él y empezó a aspirar para prender el porro, le dio la primera pitada y aspiro una bocanada prolongada de aire, trato de decirnos algo pero no le entendimos, Fernando y yo permanecíamos en silencio, dio una segunda pitada y se lo paso a Fernando, el porro tenia que seguir la misma regla que el vaso descartable, siempre a la derecha y luego de dos pitadas, fumo Fernando y luego yo, el porro nos aguantó dos rondas completas, pero luego de la ultima pitada que le di, Luis me lo pidió, casi no quedaba nada pero Luis dijo que le sacaría el “impuesto”, lo que quedaba del porro era tan pequeño que Luis tuvo que mojarse los dedos con su saliva para poder sujetarlo y al fumar ya no se llevaba el porro hasta los labios, si no se lo puso a un par de centímetros de la boca y empezó a aspirar a esa distancia, finalmente se quemo los dedos.
Luego que acabamos con el porro, nos miramos las caras, los unos a los otros, como preguntándonos que tal había estado, de hecho unos minutos después, Luis hizo la pregunta – Ohe y que tal ah? – Fernando dijo: - mas o menos – yo dije que había estado bueno, pero en ese momento me sentía de lo mas normal.
Me subí a la banca y saque un cigarrillo, Fernando me pidió otro, dijo: - para ayudarla – Luis me paso la cajita de fósforos, prendí el mio y se lo pase a Fernando para que prendiera el suyo, no le pase la cajita de fosforo ya que no nos quedaban muchos cerillos. Luis levanto la botella de pisco y continuamos tomando en ronda, unos minutos después, no recuerdo cuantos exactamente, empecé a sentirme algo relajado, un poco adormecido, cuando me di cuenta vi que Luis había empezado a hacer un monologo sobre los tipos de yerba y los estados que estos producían, hablaba de bares Holandeses, la diferencia entre moños y otras cosas que no recuerdo muy bien, al comienzo hacia bromas, Fernando y yo reíamos, de pronto hablaba sin bromear pero ambos continuábamos riendo, fue un momento de distención y relajo bastante divertido. El efecto de la droga se intensifico, yo continuaba parado sobre la banca de cemento, de pronto la altura de la banca no era la misma, de esto me hizo caer en cuenta el vértigo que sentí al mirar al suelo, me dio miedo caer, levante la mirada y ambos seguían riendo, Fernando levanto la botella se sirvió un vaso y me la paso, cuando le pase la botella a Luis, sonó su teléfono, era Victor, estaba en la casa de una compañera de su facultad, era su cumpleaños y había organizado una reunión, él nos dijo que fuéramos, que había harto alcohol y poca gente, tomamos una ronda mas y entre sus risas y mis miedos nos fuimos al paradero a tomar un taxi para ir a saludar a la cumpleañera, en realidad íbamos mas por el alcohol y la posibilidad de ligar con alguna de sus amigas. Era alrededor de la una de la mañana, mientras esperábamos el taxi, yo empecé a sentir mucho sueño, me dormí parado mientras ellos conversaban y reían, se dieron cuenta de mi estado y reían mas aun, parecía que había perdido el control sobre mis parpados, por mas que mis ojos querían ver, estos caían con autonomía, la droga había sido ya procesada y asimilada, los efectos eran notorios, Luis trataba de hablar muy conspicuamente pero la risa no se lo permitía, Fernando reía sin parar, pero lo que demostró que tenia el cerebro bien humeado, fue el aceptar casi con euforia la invitación al cumpleaños de la amiga de Victor, dándole una patada en el culo a su timidez, y yo, bueno era mas que evidente que yo estaba completamente verde, nunca me había dado sueño en una reunión, bueno tal vez si en alguna reunión, pero nunca en una chupa, tenia una capacidad para tomar horas de horas, sino días sin dormir, mi record fue en una chupa en semana santa, unos amigos y yo planeamos irnos a acampar a las afueras de la ciudad, pero hubo tal descoordinación aquella vez, que terminamos con las cosas del camping haciendo fogata en la casa de una amiga, en esa oportunidad tome 25 horas seguidas sin pegar un solo ojo, no es algo de lo que me sienta orgulloso ahora, aunque a veces lo fue.
Apareció un taxi unas cuadras abajo, hizo el juego de luces largas avisando que estaba libre, esas luces me motivaron a no cerrar los ojos, Luis levanto el brazo y el taxi paro a unos metros, luego de negociar el precio nos llamó con la mano, yo les dije que me sentía muy cansado y que me iba a casa, en realidad tenia miedo a los miedos que podría tener y quería la protección de mi hogar, luego de un par de frases entusiastas, tratando de animarme a ir, nos dimos la mano, subieron al taxi y me abandonaron en el paradero.
Yo tenia que cruzar la avenida para irme a casa, una de las principales avenidas en la ciudad, a esas horas ninguna avenida en la ciudad era muy transitada, no habían carros ni había gente, con la experiencia de las luces del taxi, se me hubiera complicado pasar a la orilla del frente si hubiera tenido que enfrentarme alguno, el semáforo estaba en rojo pero cruce igual, mi casa quedaba a unas tres o cuatro cuadras de ahí, baje media cuadra y entre a la calle que era la mas larga en mi ruta, casualmente se llamaba Micaela Bastidas, esposa de Tupac Amaru II, el de la plaza, en esta calle todo el frontis de la izquierda pertenecía a un instituto tecnológico, creo que se trataba de tecnología muy local ya que hasta el edificio era bastante anticuado a pesar de no tener mucho tiempo de construido, al frente estaba el ministerio de transportes y al lado de este otra entidad del estado, no recuerdo bien cual, no había ni una sola casa, ya que estos edificios ocupaban toda la calle, la fachada del lado del ministerio no era mas que un muro de tres metros de altura, y en toda la calle no habían mas que cuatro puertas, dos a cada lado y bastante distanciadas, creo que entre a la calle con los ojos cerrados y con la cabeza gacha, el sueño no me abandonaba, di algunos pasos guiándome por la línea del medio de la acera cada que abría los ojos, pensando que ya había avanzado un buen tramo levante la cabeza y trate de ver el final de la calle, no pude hacerlo, era la calle mas larga que había visto en mi vida, las sustancias alucinógenas impulsadas por cada latido de mi corazón hacia mi cerebro no tenían ninguna intención de desvanecerse, hacían todo mas lento, todo infinito, la monotonía de la calle me hacía pensar que no avanzaba nada, me entro el temor de envejecer en esa calle, de pasar parte de mi vida viendo las mismas paredes y perderme de todas esas cosas que la gente haría mientras yo continuaba caminando en ese lugar, en ese momento maldecí la droga que me había conminado a ese trajín, envidie a la gente que no tiene vicios, a la gente que lleva incorporada en el cerebro esa sustancia que no hace que necesiten de sustancias externas para reír, para imaginar, para vivir, fueron ocho o nueve años caminando en esa calle, en realidad fueron cinco o siete minutos.
El resto del camino no fue tan trágico, me quedaban por recorrer dos calles y un parque, voltee la ultima calle para cruzar el parque, interrumpí a una pareja, estaban en una banca en la esquina del parque, tenían relaciones sexuales, él estaba encima de ella con el pantalón a las rodillas, esto no me llamo la atención aunque nunca había visto nada semejante, ambos se incomodaron, ella volteo la cara y él, como todo un caballero, la tapo con su casaca, yo, inmutable continúe mi camino.
Llegue a la puerta de mi casa y saque la llave, ubique la cerradura con el pulgar izquierdo e introduje la llave con la mano derecha, no hice mucho ruido, en casa me encargaba de aceitar las bisagras de las puertas cada vez que estas empezaban a rechinar, cerré la puerta, mi habitación quedaba en el segundo piso, subí las gradas de tres en tres muy sigilosamente y agarrándome de la baranda, entré a mi habitación y cerré la puerta, prendí la luz y busque un disco en uno de los cajones de mi mesa de noche, lo puse en el equipo y mientras este lo leía, antes de empezar a tocar me tumbe de espaldas en mi cama, de pronto empecé otro viaje, estaba internado en un bosque otoñal, era el Cirrus Minor.

Texto agregado el 29-08-2012, y leído por 251 visitantes. (0 votos)


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