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De la noche a la mañana, Jacinto, un audaz desafortunado, amaneció con aires de funcionario público, como si fuera uno de los hombres más importantes del pueblo. Deambulaba, de un lado para otro, con el Alférez Comisario y nadie se podía explicar el nexo que los unía. Pero como todo en la vida, tarde o temprano se descubre; la verdad de esta relación salió a flote una mañana.

- Mamá, ¿dónde está Seudónimo –preguntó Jacinto recorriendo todos los rincones de la casa-. ¡Hoy lo mato! –dijo-. Tú eres testigo. Lo que ha pasado es imperdonable. ¿Cómo es posible? Está bien que haya dejado llevar una planta, pero se han llevado hasta las más verdes. Se han llevado toda la plantación, y Seudónimo no hizo nada para impedirlo. ¡Es su cómplice!

Jacinto lo buscó por la pequeña huerta; cruzó la cerca que lo rodeaba y fue a ver si dormía donde siempre, detrás del sauce que crecía inclinado, con el tronco rozando el suelo, casi convertido en natural puente sobre la zanja del solar vecino.

Seudónimo, al ver acercarse a su amo, movió la cola, alegre. Jacinto lo llamó con cariño y, en silencio, como acariciándole lo maniató con la soga que llevaba envuelta a la cintura, para después llevarlo, cargado, como a un bebé. “Esto será como una advertencia –pensó-. No lo volverán a repetir.”

Al siguiente día, por la tarde, Jacinto llegó a su casa, con los ojos enrojecidos y riéndose de la nada como un loco.

- Ja, ja, ja –se carcajeaba-. ¿Cómo se te ocurre, mamá, ir a quejarte a mi amigo el Comisario? Si él también está en la nota. Él ha jalado la soga de un extremo y yo del otro. Hubieras visto a Seudónimo cómo pataleaba. Mientras más le apretábamos el cuello, más pataleaba…ja, ja, ja.

La señora lo miró asustada y recordó la escena con el Comisario, cuando le enseñó el cuerpo inerte de Seudónimo que colgaba de una soga en el poste de la cerca, a un metro de donde se habían robado las plantas. Era el mismo cuadro: El Alférez reía a carcajadas: - Ja, ja, ja, ¿sabe cómo se llaman las joyas que se llevaron señora? –preguntaba el Comisario y se respondía a si mismo, mientras caminaba como un borracho, haciendo tintinear las espuelas que lucían en los talones de sus brillantes y lustradísimas botas color negro -. Cannabis sativa, señora, cannabis sativa.

Texto agregado el 30-08-2012, y leído por 202 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
20-09-2012 Bueno, en un sólo fresco estampaste el abuso de poder, la corrupción y la tendencia delictiva de nuestro sistema de seguridad, eh. Pobrecito Seudónimo. Dhingy
30-08-2012 Muy bueno tu cruel e irónico texto. Pobre pseudónimo. ZEPOL
 
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