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Nunca MÁS
Aun estaba fresco en su memoria los gritos de aquel indefenso joven cuando clamaba por ayuda desde el callejón que existía al lado del edificio en el que habitaba, dando origen a una bronca que a continuación se desató, por haberse metido en lo que no le importaba... pero en realidad no resistía que alguien abusara del más débil. Hoy a pesar de haber transcurridos más de cuarenta años de aquel hecho, no había olvidado nada de lo ocurrido, y ahora con lujo de detalles y sin agregarle nada de ficción, lo trasladaba a su nieto, visiblemente entusiasmado por el cuento del abuelo.

...cuatro “muchachotes” estaban golpeando a un joven tirado en el suelo cuando me abalancé sobre ellos, lo que permitió a este incorporarse y defenderse, mientras yo recibía de uno de los atacante un golpe en la cabeza con un hierro, o tal vez con la tapa de un latón de basura... no recuerdo bien... lo que si me recuerdo es que me abrió una pequeña herida encima de la oreja derecha, que me dejó por unos segundos aturdido. Continuó expresando el anciano, tratando de darle cierto colorido a su narración

...luchaba a “brazo partido”, asestando golpes certeros a diestra y siniestra, cuando pensé de inmediato, que si lograba parapetarme en el estrecho pasillo que comunicaba el callejón con la entrada lateral del sótano del edificio, para atacarme tenían que hacerlo individualmente, y no en grupo, pues no había espacio suficiente para más. Ello me permitiría ir eliminando uno a uno a los atacantes, mientras que el “muchachito” podía ir por ayuda... como hubo de ocurrir. Hizo una pauta y miró fijamente a los ojos de su nieto que chispeaban de interés. Prosiguió.

...a los pocos minutos llegaron unos vecinos precedidos por el joven. Los agresores aprovecharon el griterío para escapar corriendo hacia la calle, perdiéndose entre los botes de basura del callejón...

...una vez finalizada la trifulca fuimos curados por una vecina... a la sazón alguien que había sido enfermera... supuse que la “piñacera” en la que me había metido, por defensor de los humildes, a mi modesto entender, era un “ajuste de cuentas”. Sin embargo, a pesar que en los días sucesivos pude averiguar cual había sido la razón de la trifulca, no hice nada por enterarme. Los ojos claros del nieto estaban fijos en ninguna parte, parecía hipnotizado, al parecer trasladándose al lugar de los hechos de su abuelo. Este continuó...

...de hecho no fue la única pelea, ya que era de suponer que esos “muchachotes” no iban a quedarse tranquilos por mi intromisión, mucho menos por haber sido derrotados por un intruso por lo que aprovecharían cualquier ocasión para emboscarme... en cualquier lugar y momento. Lo que ocurrió solo unos días después. Hizo una nueva pausa y esta vez fue él quien clavó los ojos en el niño, buscando la atención de su nieto.

...fue una tarde en que llegaba de una de mis salidas con una novia que tenía entonces... cuando un flaco pelirrojo. ---uno de los tipos que había participado en la reyerta anterior---, me estaba esperando y antes de que pudiera entrar al edificio me encañonó con una pistola, me empujó hacia el callejón, alegando que el “Pelao”... al parecer el nombre del jefe de la “pandilla”... deseaba conversar conmigo.
…allí me esperaba la “banda” en pleno. Recordaba el abuelo. Lo que más me llamó la atención fue, que aquel sujeto al que yo había defendido sin escatimar consecuencias... estaba con ellos... y no contra ellos, como era de esperarse.

---¿Abuelo, por qué el muchacho que defendiste estaba con ellos? Lo interrumpió el nieto, marcadamente intrigado.

...hacia una buena pareja con el “Pelao”. Dijo en un tono risueño esperando la aceptación por parte de su nieto que atento a los detalles lo escuchaba, para agregar acto seguido. Formaba parte de una “pandilla” que asaltaban a los transeúntes y el muy buen “pajarraco”, era el “cebo” para que alguien se acercara... y yo caí en la trampa. Pero déjame seguir contándote.

...esta segunda vez fui yo quien resultó ablandado a golpes mientras que el jefe del grupo contemplaba con indiferencia la segunda “piñacera”, tal y como se observa un partido de tenis. Moviendo su cabeza de uno a otro lado, a la par que le decía a su gente...

---Vamos a ver si este tipo es tan duro como dicen...

...yo no sabía qué diablos le habían contado sobre mí... pero en esos momentos era mejor enfrentarlos que ponerme a averiguar... había que encararlos hasta las últimas consecuencias. No podía cometer ningún error pues me enfrentaba a gente acostumbrada a las “broncas callejeras”.

---¿Y tú no habías participado en otras broncas? Nuevamente lo interrumpió el niño con otras de sus preguntas.

---Por supuesto, pero siempre lo he hecho para defenderme o ayudar a otros, no por gusto.

---¿Pero tú sabes de boxeo? Apuntó el nieto con mucho orgullo.

---¡Sí!. Contestó secamente el abuelo, mientras su mente volaba al pasado, a los tiempos en que visitaba un Gimnasio en el barrio y había sostenido algunos combates...

El nieto interesado en el relato de su abuelo observó como los labios del anciano aleteaban nerviosamente y la expresión de su rostro cambiaba a la par que se esmeraba en los detalles de su relato, los que fueron recibidos con gran interés por el niño.

...por eso pude a puño limpio repeler el primer ataque al derribar a puñetazos a uno de las atacantes. Dijo con algo de autosuficiencia. Y usando manos y pies busqué por todos los medios, detener al resto de los asaltantes que me agredían. Luego, cuando estos consideraron que me habían dado una buena “paliza”, me dejaron solo a expensas de su Jefe mientras el resto hacia un cerco a mi alrededor en aras de disfrutar del colofón de la pelea... Se detuvo en la explicación y durante un par de minutos no dijo nada más y miraba fijamente al nieto..

---Sigue abuelo. Dijo el niño alentando a que continuase, mientras sus ojos chispeaban impacientemente. Él le regaló una sonrisa de aceptación y prosiguió con su relato.

...fue entonces cuando ambos nos dimos con todo, hasta quedar extenuados en el suelo uno frente al otro... sin vencedor ni vencido. El anciano hizo una nueva pausa y nuevamente miró a su nieto quien no dejaba de mostrar su interés y prosiguió. En ese momento el resto del grupo, quienes estaban de espectadores, se aproximaron a donde estábamos nosotros dos, para terminar conmigo de una vez por todas... pero fueron detenidos por el “Pelao”, quien les dijo.

---¡Eh ustedes!... ahora es que vienen… pues ya la pelea se acabó... no hay mas nada que hacer... el “socio” este es de “ley”. Agregó el jefe de la pandilla, quien sin haber concluido la frase, se incorporó, me tendió la mano para que me levantara, mientras terminaba diciendo...

---Aquí en el “barrio” nadie te pondrá una mano encima... cualquier cosa que necesites puedes avisarme... ¿Está claro?

---¡Claro! Afirmé, estrechándole la mano, para después exclamar dirigiéndome al “Pelao” ¡Pero coño!... me diste duro sabes... tienes puños de boxeador. Para finalmente preguntar ¿Amigos?

---Amigos... Respondió el aludido y agregó. Perdóname, pero debes ir una vez más con tu vecina... la que te coció la oreja para que te cure de nuevo, o que te haga alguna otra cosita, como las que le hace al viejo que vive con ella. Y se alejó riendo, arrastrando a su grupo...

---¿Te arrepientes abuelo de haberlo defendido? Preguntó el nieto, esperando que su abuelo, que para él era el héroe de su niñez, le contestase negativamente.

---En realidad no... Pero si te pudo jurar que nunca más me meto a defender a nadie que lo estén golpeando sin averiguar la razón de la golpiza. Nunca más...

Texto agregado el 20-09-2012, y leído por 108 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
20-09-2012 Una historia bien contada y una enseñanza. elpinero
20-09-2012 Muy ameno, has hecho de una situación cotidiana y vulgar, un muy buen relato. siemprearena
 
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