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Cuento compartido A Equipo masculino

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TITERES del DESTINO( provisorio)

*Teddy y yo nos conocíamos desde la infancia. Él era muy tímido, hijo único y completamente sometido a la voluntad de la madre quien no dejaba pasar la oportunidad de "reprocharle" de casi haberla hecho morir durante el parto.
Esa culpa involuntaria parecía aparecer siempre en cada contacto de Teddy con su madre.
A la muerte del padre ella le impuso seguir dirigiendo el negocio de cuerdas y pinturas y no pudo seguir estudiando como yo.

Cierto día, yo ya estaba terminando mi carrera de psicología, Teddy me llevó a su habitación, estaba animado, me empujó hacia la ventana y me señaló la casa de enfrente. Vi, encuadrada en el marco de la ventana la figura de una joven robusta, peinada con una única larga trenza cerrada con un moño rojo que parecía hablar sola, bailar, cantar, gesticular, moverse con los brazos en alto ...
Teddy me dijo que él pensaba que debía estar loca, la veía hacer eso todas las noches, yo le hubiera dado la razón, pero dije que más me parecía una bailarina que ensayaba...
Los dos nos equivocamos, supimos qué hacía la muchacha un día cuando volvíamos a nuestras casas y la joven de la trenza pasó cerca nuestro con un paquete enorme que se le deslizó de las manos y cayó con estrépito a nuestros pies....

**
El paquete se abrió, dejando al descubierto un traje de la época griega o romana, o algo así, junto con varias hojas que se desparramaron por el piso.
Rápidamente, como dos caballeros le ayudamos a juntar el traje y las hojas, que parecían pertenecer a un guión teatral por los diálogos que pude ver.
¡Muchas gracias! Nos dijo la muchacha
¡Que torpe soy, se me mancho el traje, tendré que ponerlo a lavar! Nos dijo enojándose con ella misma.
Teddy se le acercó y le hizo un comentario queriendo ayudarla
¡Es una mancha muy chiquita! Le dijo
¡Mi madre tiene un quita manchas muy bueno, espera aquí que lo traigo!
Y entró corriendo a la casa en busca del “gancho” para entablar amistad con la muchacha.
Yo aproveché para presentarme
¡Que tal, me llamo Brian! Le dije, ella se acercó y me dio un beso en la mejilla
¡Gracias Brian, mi nombre es Carla! Me dijo ¡Vivo en frente, me mudé al barrio hace poco con mis padres!
En ese momento llaga Teddy con el quita manchas
¡Teddy, te presento a Carla! Le dije, el se acerca para saludarla, y ella, al igual que a mi, le da un beso y las gracias a Teddy.
Carla era robusta de mediana altura, castaña, ojos pardos y saltones, de mirada penetrante e interrogativa. Te sacaba “la ficha” en un pantallazo como si sus ojos fueran un escáner portátil.
Teddy le dio el quita manchas y le dijo que después se lo alcance, Carla le agradeció y nos contó que era un traje que la abuela le hizo para cuando estrenara la obra teatral
¿Eres actriz? Le preguntó mi amigo, un poco fascinado con ella
¡No, por favor! Dijo con risas ¡Mas quisiera yo, pero por ahora solo estoy estudiando! Comentó
¡Soy psicóloga de profesión, y el tetro que es lo que estudio, lo tengo como un pasatiempo terapéutico!
Teddy se entusiasmó, ya que de chico solía estudiar el arte de las tablas escénicas, y así lo hizo saber.
A Carla los ojos saltones le brillaron como dos soles
¿Dime Teddy? Le dijo mirándole fijo a los ojos ¿No quieres retomar el arte?
¡Nos hace falta alguien para suplantar al personaje principal en caso de que enferme el titular!
¿Y cual es la obra? Preguntó mi amigo
¡Se llama “Orestes” está basada en la mitología Griega! Teddy se interesó y Carla siguió contando
¡Trata sobre la tragedia de cómo Orestes mata a su madre!
Teddy miró a Carla con una leve y sarcástica sonrisa, y yo lo miré a él, como quien mira a un desconocido…o mejor dicho, al Teddy que una vez conocí.

***
La tragedia Griega siempre atrapó ell corazón del artista y en este caso, toda la introspección de Teddy se volcó a la historia de la obra.
Teddy pronto descubrió que el motor de la obra era justo lo que el sentía. Sed de venganza.
No importaba que la historia de Orestes se remontara a mas de dos milenios. Orestes y El compartían su odio por sus respectivas madres. Su necesidad de justicia retributiva "ojo por ojo...". Pero había una figura en la obra que le inquietaba. Pilíades.
Pilíades era el mejor amigo de Orestes y quien lo ayudo a consumar su venganza.
Entonces Pilíades para Teddy debía ser yo mismo, su amigo. Para Teddy todo debía ser perfecto.
El cambio de Teddy no dejaba de sorprenderme, y la influencia bienintencionada de Carla, no ayudaba, Ella no entendía a Teddy como yo, confundía pasión con odio.
Nunca me hizo falta la confirmación de mis estudios para entender que la felicidad era la razón de la vida y que para alcanzarla se necesitaba estar en paz. Como lograr la paz?. En mi caso era el justo equilibrio entre amor y libertad. Pero, y en el caso de Teddy?, sin libertad y con odio?.
Supe que el rol que Teddy me asignaba felizmente era el de Pilíades, su mejor amigo. Sabía que su noble corazón no soportaría la vida luego de concretar su propósito. Debía intervenir como amigo y psicólogo para ayudarlo, la derrota no era una opción.
****
Debía intervenir como amigo y psicólogo para ayudarlo, la derrota no era una opción.
Tardé en comprenderlo; era necesario dar muerte a la madre de Teddy. Y el ejecutor no podía ser otro que él mismo.
Poco demoró mi amigo en aceptarlo, como un condicionamiento inevitable. El momento de exaltación de los espíritus tímidos es algo muy patético en la tragedia de la vida.
Abandonados a su naturaleza nunca expondrían ese sentimiento hostil, hasta que la audacia de un tercero, obrando como un talismán, no suscite en ellos una germinación súbita. Sentimiento que, una vez desarrollado, no halla respiro hasta no asumirse en los hechos.
Planeamos el momento con extremo cuidado.
La noche fue una perfecta cómplice. No fuimos descubiertos en el pasillo al trasponer la puerta cancel y tampoco al filtrarnos luego en la sala.
Clides, la madre, dormitaba en su sillón preferido, en la penumbra. De su persona se adivinaba el brazo caído a un costado y parte de su cabellera. A su lado, una mesita y el libro abierto con un señalador insertado en la última página leída antes del sueño.
Nos acercamos por detrás. Teddy se movía al compás de un tinte de atrevimiento que le era extraño. Parecía poseído, lo que adjudiqué a la tensión del momento. Nos ubicamos a unos pasos del sillón.
La luna, explorando detrás de la ventana, plateó por un instante la escena. Durante un minuto –largo, tenso-, nos mantuvimos inmóviles a espaldas de la mujer.
De mi bolsillo saqué el arma y se la entregué en silencio.
-Un único disparo, en el medio de la espalda. Debes apuntar al centro del respaldo del sillón. Uno sólo es suficiente –susurré en su oído. El asintió con una seña y entonces, alarmado y por vez primera, pude ver en sus ojos el brillo de la locura en toda su magnitud.
Enseguida sobrevino el disparo. Un fogonazo que tembló en la mano de Teddy.
Aún no acallado el eco y mientras el olor de la pólvora anegaba el olfato, me devolvió la pistola.
-Está hecho, Pelíades-, dijo antes de intentar volverse y perder el sentido.

Hoy Teddy se halla en recuperación, internado en un hospicio donde su madre y yo lo visitamos a diario.
De su relámpago de brutal demencia, hace de esto un año, quedan ya pocas señales. Según los siquiatras evoluciona a favor y se espera que en poco tiempo más será dado de alta.
A veces también se acerca Carla, la Helena de la obra aún en cartel. Su mejor papel lo cumplió sin parlamento alguno; bajo una peluca, fue la destinataria del disparo de bala de fogueo con que llevaba, esa noche, cargada el arma.
Aunque Clides, su madre –para qué decirlo-, no logra hallar explicación que justifique el arranque homicida de Teddy.
-Casi me muero cuando vino al mundo y después esto… no lo entiendo, Brian-, comenta cada vez que salimos del instituto frenopático.
“Algún día, cuando me reciba, tal vez convenza a Doña Clides para tomar unas sesiones de análisis. Será duro” me digo para mis adentros mientras esperamos un taxi.

FIN

Texto agregado el 30-09-2012, y leído por 238 visitantes. (2 votos)


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