La tarde estaba luminosa, el viento despeinaba los cabellos de ella que sonreía al mirarlo con amor. Sus pupilas negras se llenaban de alegría al verlo llegar a su casa. Sus tardes se convirtieron en complicidades, escapadas y encuentros de amor entre las hojas caidas...
Ambos miraban el futuro que ahi solamente era mas alla de esa tarde.
Se vestían apurados y sus manos nuevamente se unian al ritmo de la caminata de regreso. La piel de ambos cada tarde renacía con el calor del tacto, y se erizaban sus bellos al sentirse en profundos besos enamorados, juveniles, con el amor del inicio en sus corazones.
Pasarían muchos años añorando aquellas tardes, cada uno en su vida, alejados, felices quizas, desesperados. Pero en lo profundo de sus almas se miraban en sus tenues recuerdos de aquellas caminatas por la laguna.
Las hojas caen de mis manos contando la historia quizas tantas veces repetida de un amor que nació en septiembre y duró una vida entera.
Ella sola con sus hijos, él...viviendo una vida muy lejos ahora.
Quiero expresar que ésta historia de un amor adolescente que permaneció en los corazones de esas dos personitas que caminaron juntos por aquella laguna, hoy quedarán selladas en éstas páginas, que desprolijamente intentan describir con tiernas palabras el verdadero amor, la simple razón del por qué algunas personas solo nacieron para amarse.