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Venus, El Lucero del Alba


Mis pensamientos maravillosos que van en mil direcciones contrapuestas, ejes arco iris, sonidos guturales made in Cocker, Bang & Olufsen en estancias abiertas al norte, direccionadas, al sextante, durmiendo al sureste, planeando, como hojas caídas de primavera en Sâo Paulo, acoplándose entre múltiples estancias, estructuradas como paralelepípedos blandos, dalinianos; relojes sin horas en estancias modernistas, remedos de Manu del Busto y Gaudí; los planos se amontonan en un desorden organizado, que solo mi ejército de neuronas en alerta máxima podría intentar armonizar.

Mickey, con su escoba mágica, pasa cada minuto y recoge papeles en estantes de caoba, de mi último viaje al rastro, aunque los moja todos cada poco, en fin, plantas superpuestas y entramadas como constelaciones y grupos zodiacales; Escorpio en el baño, Aries en la chimenea de neón y ladrillo visto, Géminis en el SPA, espejos para mirarme todos mis músculos marcados hasta el hambre y la megahormona, dosis altas de todo en botes de Arantxa De la Prada, heredera del mal gusto y del dinero de su mamá y el loco perfumero haitiano, Malube Fresno; proteínas y demás, en recipientes de cristal de Bohemia, que se rompen al intentar abrirlos, con mis zarpas de metro sexual depilado y anfetaminoso.

En el trastero de 666m2, guardo el polvo blanco para quitar la humedad de mis narices y talco para mis pies, bailarinas y bailarines impenitentes en este futuro llegado, en el que solo cuenta Adonis y hedonismo y guerra sin cuartel al hermano pequeño, el tabaco, ancestral costumbre, opio del pueblo, sin VISA para cortar blancas rayas comeneuronas.

¿Cuánto te cobró Jordi?, ¿Le dijiste que ibas de mi parte?
¡Como es!
Solo piensa en verde y en si mismo, es como Blas, su chico Heineken, tiene dos ilusiones en la vida, verde, verde, dólar=Jordi y Espejito, espejito, ¿Quién está más cachas que yo?
Un buen o mal día se caerá al estanque, e irá a hacerle compañía a su ídolo Narciso, ahora sapo feo, gordo y maloliente, agarrado a su espejo y a su manzana podre y mordida, por el alba dentadura de Marina, la más bella entre las de un solo ojo, que libró a Polifemo.

Por un momento mi cabeza resacosa, de Habana 7 y financiemos guerras antiterror, dejo las disquisiciones vanas sobre mi sin par belleza y la de otros, y comencé a buscar mi crema depilatoria.

Últimamente mis amigas guías, las que follan sin preguntar demasiado, me comentaban, casi con timidez, como quién habla del príncipe, que me salían pelitos entre los botones del Lacoste; con un gesto demasiado brusco para mi, que ya había tomado mi sobredosis de cafeína matutina, convenientemente aderezada con tres comprimidos de sacarina y 10 gr. de azúcar moreno, hay que ser sano, revolví la taquilla de tres cuerpos, PVC por supuesto, los frascos de perfume, masajes de todo tipo, cremas de día, noche, tarde, mañana, antes, después, fueron cayendo, rebotando, saltando en mil pedazos, las astillas de mi cofre de condones fosforescentes, que traje de Rio, se clavaron en mi pierna UVA y un tímido regato de sangre rojinegra, bajo hasta mis chanclas; el armario se vació en un tiempo similar al que mis neuronas restantes, trataban de enviar una señal a mi unidad central de proceso, inquiriendo que estábamos buscando y para que.

La conocida sensación de impotencia comenzó a invadir mi cuerpo de pies a cabeza, me senté en el retrete y, mal programado, el muy idiota me repetía insistentemente que estaba obstruyendo el mecanismo de levantar la tapa y que no podría evaluar mis necesidades, todo esto en japonés, destroce el lector del WC y dejé caer todo mi cuerpo sobre el asiento, como si todos mis músculos se hubieran dormido, mi mano no era capaz de sostener el frasco depilador, por fin hallado tras el tubo sifónico con forma de saxo que me había mercado en… bueno que importa; mis dedos se abrieron dejando resbalar la pasta y mientras seguía con la mirada el torcido y serpenteante discurso del frasquito mi retina reflejaba otra imagen, menos aséptica, mucho más lúgubre, los recuerdos de mis pasadas crisis estaban aflorando segundo a segundo, hora a hora, sentado en el water, ya no importaba que había venido a hacer aquí, ahora solo sombras, bajo docenas de halógenas, cubrían mi desespero.

La visión del letargo pasado y la falta de ideas y movimiento eran una pesada carga en mis ilusiones de arquitecto de vanguardia más valorado, alumno de Chillida, (el Edu como yo le llamaba, al menos eso decía a las titis y a los colegas currantes del Gim que creían que un claustro era algo de los curas, ¡Incultos!) más tasado del momento, el cóctel, la fiesta, Mercè, todo paso a un plano imposible, no habría hora para levantarse de este cuerpo, ahora ya vencido por el hastío y la desidia.

Trato de ordenar los acontecimientos, antes de salir del baño masaje y saber que ocurrió entre la imagen de Soraya y Linda riendo, tocando mi pecho, comentando que bien estaría esta noche en el Ritz con la camiseta sin mangas, si me depilaba un poquito; y el ataque al armario en busca de algo accesorio totalmente para mi enésimo triunfo en la noche de Madrid.

A duras penas, cogí el inalámbrico y marque memoria1, mi psiquiatra no estaba en casa; claro también iría a la fiesta “benéfica”, Arturo nunca entendía mis cambios bruscos y Ana ya cortó nuestra relación hacía tiempo por esta causa; lentamente me puse una de mis cazadoras de borrego, cogí un bolígrafo, busque unos quince minutos mi cartera por la casa y al fin después de cambiar tres veces de calcetines, salí a la calle buscando una luz amiga donde descargar mi pena y tratar de ordenar, el amasijo de sedal y redes después de la pesca del atún, en que se estaba convirtiendo mi cabeza.

Hace frío en Madrid, pero, como siempre es una ciudad bella y acogedora; abroche mi cazadora y cuello subido, una mano al bolso y la libre, creo que la izquierda, fumando un turco mestizo tras otro.

Espero encontrar pronto un cajero, no quiero quedarme sin tabaco, ni durmiendo en un banco, o lo que es peor ser “conducido” por la pasma; con alivio compruebo que llevo dinero y tabaco suficiente para unas horas y me dirijo a la primera del suburbano.

Casi me piso, el borracho envuelto en embalajes de frigorífico y agarrado al Don Simón, es mi imagen de veinte años después en el flash back de mí regreso al futuro, con barriga y sin diseño, duerme la mona tranquilo, como no le lleven el código de barras para el sorteo de la cubertería solo podrían hacerle el favor de matarlo a patadas en el sueño de un mundo feliz.

Cerrado, media vuelta y a buscar una luz amiga, donde pongan una dosis y aunque tenga que pagar no me hagan preguntas, los semáforos y las farolas se van entrelazando en mi retina y mis venas, sin una gota de alcohol, ni siquiera del perfume, devuelven al cerebro torrentes de ideas desbocadas.

Me quito la cazadora y tirándola al suelo por el calor (acabo de quedarme sin tabaco); miro al cielo e irritado, mi plataforma de aerotransportación no termina de llegar; quiero irme a Venus, la ultra velocidad de mis cálculos matemáticos vuelve como un relámpago y comienzo a pensar en la conveniencia de tomar un taxi hasta el club, o sentarme en la acera y concentrarme en la plataforma.


Aguilagris

Texto agregado el 30-10-2012, y leído por 195 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
01-11-2012 Excelente . autumn_cedar
31-10-2012 COINCIDO PLENAMENTE CON MI PREDECESOR ES MÁS LO SUSCRIBO. ELISATAB
30-10-2012 Un cuento fantástico y real muy bien escrito elpinero
 
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