En las primordiales la noche es la venida de la intemperie. A esa hora quedan fuertes impresiones de piedras, dioses y escombros. Se asoma en el descampado la horda que vuelve al calor de la gruta. Llegan los hombres abismados (los originarios) y uno recoge la piedra forjada. Se agacha frente a la presa, los otros lo imitan y por fin el canto. Se dan cuenta que perdura en el aire crudo (también el primero). La cacería terminó, pero todavía agitados laceran las penumbras con murmullos que entonan con premura (no es método aún la palabra). La sangre respira la muerte del animal a ciegas en la caverna. No tarda la mano sobre el filo primitivo. Abren la carne y la humanidad sobrevive. A un lado el pedrusco. La primera piedra del desastre.