Hasta las moscas tienen la culpa.
Basta un zumbido
un reflejo
la inocente luz de la mañana
para que bufes.
Tengo la culpa
de las moscas
de la mañana
de la luz que se va a la noche
sin tocarte.
Soy recipiente de tus más
recónditos temores.

Es la condena por quererte.

Ahora me miras
porque no te miro.
Lo que tarda en caer
cae más pesado.

La palabra perdón
no conoce tu boca.