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Inicio / Cuenteros Locales / carampaima / A Yesid le es prohibido suicidarse

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Yesid nació hermafrodita en el seno de una familia feudal con una madre de las de equitación, violin y florete. Ella decidió que Yesid sería mujer y le puso nombre de mujer y la matriculó en un colegio religioso regentado por monjas. Al terminar su escuela secundaria matriculo a la damita en una comunidad religiosa para que hiciera su noviciado. Yesid no resistía ver a las monjas desnudas y sentía un deseo sexual masculino pero no tenía un pene como tal y decidió retirarse del convento e irse para su pueblo vestido como hombre y hacerse operar para perfeccionar su órgano viril. Llego a su pueblo y el rechazo fue total. El cura de su pueblo organizó una comitiva con los aldeanos para echarle piedra a la casa de Yesid. Le encimó, además, la excomunión. A estas alturas Yesid era un hombre pobre porque sus padres habían muerto y los bienes quedaron en manos de otros porque la monja no debía heredar porque había hecho votos de castidad, pobreza y obediencia. Su vida personal se complicó tanto y se hizo tan amarga que opto n-veces por el suicidio. Vivía en una aldea de pescadores junto al mar y todos los días acariciaba la idea de suicidarse y su mente maquinaba, permanentemente episodios probables para el suicidio. Los pescadores arrojaban desde lo alto del acantilado las sobras de pescado al mar en donde los tiburones hervían como gusanera. Planeó que a media noche y cuando nadie estuviese levantado se iría en puntillas hasta el acantilado y se lanzaría al mar y con la caída más los tiburones darían cuenta de él. Así lo hizo pero cuando cayó al agua no había tiburones y en diez minutos estaba media aldea sacándolo.
A los pocos días estaba recogiendo leña y sintió un golpe en una pierna y un chuzón. El pensó que podría ser un chuzón con la leña. Cayó a los pocos metros mareado y veía que las figuras se tornaban gelatinosas y borrosas. Se alegró porque vió que se iba a morir que era lo que más deseaba. Se sumió en un gran sopor. Cuando despertó estaba un anciano negro haciéndole pases magnéticos y ya estaba fuera de peligro. Le informó que lo había mordido una mapana bejuquillo de unos dos con cincuenta metros de larga. Que al otro día la capturaría, la mataría y se la traería para entregársela. Así sucedió.
Estando caminando por la playa ingirió un veneno para ratones y se desplomó. Cuando despertó estaba untado de materia fecal por todas partes porque al parecer se había revolcado del dolor y un kilogramo de lombrices que había arrojado junto a él. Lo único fue que estuvo al sol no se sabe cuantos días y entonces le toco guardar reposo por tres semanas y allí aprendió, que para el, es prohibido suicidarse.

Texto agregado el 07-12-2012, y leído por 241 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
08-12-2012 Muy bueno,me gustó mucho. edu485
07-12-2012 curioso tu cuento, el formato limpio, blanco, y sin embargo la ironía y crudeza del mensaje... buen estilo, llega con fuerza gracias a un buen tratamiento del tema y mejor manejo de la prosa vihima
 
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