Ramón fue aprendiendo en la vida una filosofía muy particular. Toda fuera de texto y de contexto. De las primeras cosas que aprendió fue a lanzarse una pregunta sin preocuparse de la respuesta pues observó que indefectiblemente la respuesta aparecía por cualquier lado y en las circunstancias a menudo más inesperadas y curiosas. Podemos decir que creó un método de búsqueda al que llamo buscar sin buscar. Se introdujo por el mismo camino en el ser sin ser, estar sin estar, volver sin volver, etc. Un día mientras atendía pacientes apareció un odontólogo especialista quien venía de la capital por delegación de una importantísima asociación de especialistas y venía a darle las gracias por la conferencia que les había dictado y que había logrado cambiar sus vidas para siempre. El detalle es que el no conocía al odontólogo ni viajo ni dicto conferencia alguna. Hizo sin hacer y estuvo sin estar.
Ramón se lanzo la pregunta si con un espejo normal podría viajar por el espacio. Un día se hallo comprando un espejo y lo consagró y compro un paño para mantenerlo cubierto mientras no le usase. Se sentó frente a su espejo y se miraba hasta que se fue desapareciendo. Se dio cuenta que se había cambiado de lugar y ahora estaba afuera en medio del campo. Muy inquieto como estaba se pregunto si trasladada la consciencia podría llamar el cuerpo y percibió una forma de llamarlo y estando en medio del campo lo llamo y al mismo tiempo sintió en el cuerpo como si miles de cuerdas elásticas tirasen de él, Así descubrió como llevar su cuerpo a donde quería. Regresaba por el mismo espejo por donde se había ido. Lo cubría con el paño que tenía. Luego se dedicaba a otros menesteres. Esta rutina se volvió diaria y normal y aprendió que la clave de todo es preguntarse.