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EN LAS NOCHES
Generalmente en las noches, acometo las tareas más descabelladas que pueden resultar de las circunstancias. Ayer no más y como ejemplo, me vi en la necesidad de conocer una manguera por dentro. Aplico el verbo conocer y también su antítesis, el verbo desconocer, por ser las velas que impulsan mis curiosidades y rarezas.
Las mangueras las conozco por fuera, superficialmente. Vienen en distintos colores, aunque también existen las que combinan dichos colores y las transparentes. Pero una transparente posee menos gracia en la medida de que muestra su interior, entonces, esas no me interesan.
Tenía tres probables caminos para abordar la tarea: el primero era arremangando la manguera, empezando desde un extremo y terminando en el otro. Contaba con la elasticidad de la goma y de mis hábiles dedos (por una casualidad de uña encarnada deseché esta posibilidad). La segunda alternativa era cortando la manguera a su largo, de tal forma que terminara siendo una larga e inútil tira elástica (esta la deseché de inmediato en consideración a mis rosas y claveles). Y la tercera era no darle mas vueltas al asunto y entrar con cabeza, tronco, extremidades y todo lo que se conoce como yo, a la manguera. Me incliné por esta última.
Me desnudé, unté todo mi cuerpo con aceite de maravilla y tal como lo escribo me introduje en la manguera. La recorrí entera y no encontré ningún recoveco que pudiese investigar. Poseía una tersura abrumante. Me desmoroné, pero también me di cuenta que había hecho demasiadas expectativas. Incluso, no convencido todavía de lo aburrido que puede ser el interior de una manguera, junté los dos extremos y la recorrí otras tres veces. Por fin y con el encanto del verosímil abatido, juzgué que ya conocía lo suficiente y con bruscos movimientos me libré de la sobria manguera.
Si se tiene espíritu de explorador, recomiendo no visitar el interior de una manguera. En todo caso si lo que se busca es tranquilidad y nada de sorpresas... bueno, ahí ustedes verán.
Me queda el consuelo que la propuesta parecía interesante y en su medida lo fue. Quizá lo más llamativo de todo esto fue la facilidad que lo realicé, ayudó bastante el aceite y que la manguera no fuese tan prolongada. Y en fin pues, no fue un intento fallido, se acerca el otro día y aparecerá otra rara proposición en mi cabeza. Ignoro que será mañana, pero lo más probable es que me enfrasque en una aventurera lucha cuerpo a cuerpo, con mis calcetines de hilo en la máquina de lavar.

Texto agregado el 08-08-2004, y leído por 156 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
09-08-2004 genial señor, ya sabe que mis desvaríos ayudan con estas cosas, como alcanzar a sentir la homogeneidad de las paredes y lo tibio de la piel friccionada, en fin, gracias por compartirlo. aitana
08-08-2004 medio rara la aventura y la osadia de meterse en una manguera! no hay duda que mi curiosidad fue grande y lei todo hasta ver en que terminaba la exploracion de la manguera!! Arcano20
 
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