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Inicio / Cuenteros Locales / EduardoMendez / La Papa Nos Salvo En Corea

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El año 1956 yo vivía en Long Island, New York. La esposa de mi amigo Pepe llamada Leticia; me llamó un día para decirme que Pepe le había dado un paro cardiaco y él estaba en intensivo en el hospital de Jamaica, Long Island. Él quería hablar conmigo.
Pepe nació en un pueblo de Texas, hijo de padres mexicanos. Tomamos clases de “bartender”. Conocer la combinación de las bebidas era importante para ser mozo o camarero. Los comensales eran políticos, senadores artistas famosos y millonarios. Nosotros teníamos que complacerlos con sus raras órdenes. Muchas veces acudí a Pepe para que me ayudara con los clientes de habla inglesa pues mi conocimiento del lenguaje era básico.
Cuando llegué al hospital, pensé que ya su familia de Texas estaba con él. Entré a la habitación y lo vi respirando por un tubo que le llevaba oxigeno hasta los pulmones y casi no podía hablar. La enfermera se me acercó; - señor su amigo está en intensivo déjelo descansar y dentro de media hora le quitaremos el equipo que le cubre la boca y usted podrá conversar con él - Pasada la media hora pude entrar a la habitación y empecé a hablar con Pepe.
- ¿Pepe, cómo te sientes?
- No muy bien Eddie, no tengo mucho tiempo, quiero que escribas mis memorias porque cuando conozcas a mis padres probablemente ya no estaré. No me he comunicado con ellos desde 1941, año en el que yo me enlisté en la infantería del ejército de los Estados Unidos ... -
... Después de un corto entrenamiento me enviaron al frente de la segunda guerra mundial. Estuve en Italia, Francia y Polonia. Aprendí a usar mucho equipo militar y me convertí en un experto soldado. Durante la invasión a Normandi en Francia, nos llevaron desde Inglaterra en una barcaza y desembarcamos en las playas de Francia. El ataque fue por tierra y aire, habían más de 200 barcos y miles de aviones, pero nosotros, como pertenecíamos a la infantería tuvimos que enfrentarnos a la batería pesada y tanques del ejército alemán. El coronel John O’Hara que dirigía nuestro regimiento, fue la primera víctima. Al no estar él yo tome el mando. Como lluvia bajaban del cielo muchos paracaidistas. Parecía un infierno. Toda la noche estuvimos peleando, con bazucas, ametralladora, cañones livianos y granadas. Aún así tuvimos muchas bajas. Cuando esto terminó, me enviaron con otro grupo a acabar con el último bastión que los alemanes tenían en Holanda. Allí mucha gente habla español y gracias a la ayuda que nos dieron pudimos consolidar el final de la guerra.
Cuando terminó la segunda guerra mundial regresé a Nueva York y empecé a trabajar en la oficina postal. Estando allí quise comunicarme con mi familia pero nunca sucedió. El año 1950, estalló la guerra de Corea. Esta colonia japonesa, al rendirse el Japón, la península a fue dividida en dos partes. Del paralelo 38 hacia el norte se convierte en protectorado ruso y la parte del sur de los americanos. Esto no lo aceptaron los chinos y los coreanos y al no estar de acuerdo estalló la guerra en 1950. Las naciones unidas para resolver este problema enviaron tropas inglesas, americanas, francesas y también había colombianos y puertorriqueños.
Muchos veteranos de la segunda guerra mundial fuimos reclutados y yo fui uno de ellos. Ya me gustaba estar en el frente me sentía muy orgulloso de servir a mi patria. Estando en Corea, el lugar era inhóspito y las condiciones eran terribles durante el invierno hacia mucho frio y muchas veces teníamos que caminar hasta el lugar de combate. Con tantos militares extranjeros, y la ayuda de los militares surcoreanos, dominamos el norte y llegamos cerca de la frontera de China. Los norcoreanos fueron respaldados por los chinos y nos hicieron retroceder hasta el paralelo 38. Y es aquí que la furia del sur con mejor equipo militar y mejores pertrechos, nos mantuvimos peleando, pero los del norte, tenían también mucho refuerzo chino y esto complico nuestra situación. A mí me cambian de un batallón a otro, hasta que me enviaron con un regimiento del Caribe. El general de brigada de esta área, era latino y podía comunicarse mejor con nosotros. Un día fuimos llamados para subir una montaña llamada Jackson Haight que estaba ocupada por los norcoreanos. Eran unos días de invierno hacia mucho frio pero no había excusas teníamos que cumplir las órdenes. Este lugar estaba lleno de soldados norcoreanos y chinos. ---Nunca pensamos que íbamos a pasar una pesadilla. El lugar era peligroso y había muchas minas. El terreno era fangoso por los sembradíos de arroz y había muchos mosquitos. Hacía mucho frio y en un momento que nos atacaron tuvimos que pelear con bayonetas caladas cuerpo a cuerpo. Muchos amigos borincanos parecían guerreros espartanos que defendían con gran valentía nuestra ciudadanía.
De miles que fueron al frente solo regresamos 250. Hubo un momento que yo no podía caminar. El frio me paralizo los pies. Todos seguían hacia el frente pero a mí me dejaron con dos infantes. Uno de ellos me dijo; - vamos a cavar un hoyo y tú meterás las piernas hasta la rodilla. Te abrigaremos con colchas militares. Vamos a estar cerca de ti hasta que regresen los otros que fueron al frente. - Tengo hambre llevo 5 días sin comer nada. - Lo se hermano, nosotros estamos igual -
Esa noche empecé a botar la tierra que habían sacado y de pronto jale unas raíces que tenían partes redondas. Las examiné y noté que eran papas. Sentí una gran alegría y llamé a mi amigo colombiano – Jairo, Jaaairo -
- ¿Que pasa Pepe? - Aquí hay papas Jairo -. Cuando el vino tome lo que yo le había mostrado y me dijo; - voy a rastrear el área - Después de media hora regresó. - Aquí hay un gran sembradío de este tubérculo. De hambre no vamos a morir. Junto con el otro soldado empezaron a sacar todo lo que podían y la juntaron para los soldados que regresaban - hirvió unas para alimentarnos y el agua hervida de las papas al enfriar. Me las rociaba por las piernas. Yo le pregunte - ¿porque tú haces eso? A lo que él me contestó; yo sé de las cualidades de este tubérculo. Ese líquido va evitar que se te infecte los pies.
Dos días después llegó el batallón de infantería. Hemos retrocedido y pronto llegara un refuerzo de Puzan pero todos estamos débiles, no tenemos nada para comer -
Jairo habló en voz alta - Hermanos aquí hay mucha papas asadas y hervidas. Este es nuestro refuerzo para seguir peleando -.
Esa noche todos comieron y siguieron haciéndolo por 7 días más. Cuando llegó el batallón que nos iba remplazar se quedaron asombrados que todos estábamos fuertes y saludables. Ya de regreso al sur y a mí me llevaron a un hospital de Pusan. Los médicos que me atendieron me dijeron; - al congelársele las piernas, la circulación de la sangre se paralizó en esa área. Va tomar varios días para que camine. También queremos decirle que su corazón se ha afectado porque al hacer presión su tamaño se agrandó en la aorta y el ventrículo derecho. Esto le puede causar un ataque cardíaco vascular. Tiene que cuidarse mucho - .
Cuando regresábamos América en un barco militar, nuestros colegas traían en sus mochilas papas coreanas como un recuerdo o como un símbolo de una guerra con sorpresas.
Entonces después de relatarme este acontecimiento, quizás por el esfuerzo que hizo empezó a toser y ahogarse. Me dijeron que lo dejara descansando. A medida que yo me iba alejando, levantó su mano diciendo envía ese relato a mis padres. Aquel día me fui muy entristecido a mi casa. Al pie de la puerta principal estaba mi esposa, - Eduardo - me dijo; - Llamo hace unos minutos la señora Leticia, me dijo que Pepe falleció –.
Unas semanas más tarde doña Leticia recibió la medalla de purpura ganada por Pepe en combate.

Texto agregado el 12-01-2013, y leído por 100 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
13-01-2013 El relato es ameno y de fácil lectura, pero me resulta desestructurado y con un final débil. Egon
 
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