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La biblioteca estaba adornada con globos y anuncios de felicitaciones, era el día internacional de la biblioteca, un señor que ya tenía varios años de laborar en ella, ese día para él era indiferente, uno más de los 365 días que tiene el año, “otro más para la columna de años”-expreso-entró a la biblioteca pública y varios jóvenes estaba en fila para poder entrar.
-al fin, van a abrir-dijo una joven.
-tengan paciencia muchachos-les dijo el señor-¿qué les pasa?, ahora que mal tendrán, hoy todos tienen ganas de entrar y leer-pensó.
Vio como los jóvenes entraban y se sentaban en las mesas, estas eran largas con patas de hierro pintadas de un color gris pálido, a varias se le observaba el oxido por el correr de los años, la base de madera con machas, dibujos, declaraciones de amor e inscripciones de varios alumnos que habían estado sentadas en ellas. El señor sonó un timbre varias veces para poner orden en la biblioteca y mantener callados a los jóvenes.
-llegó el paletero-dijo un joven.
Varias risas se oyeron en la biblioteca y el señor volvió a sonar el timbre. Unas jóvenes se acercaron al señor y le expresaron:
-señor, ¿no tiene una computadora donde podamos buscar estos libros?-
-no mi hijita, acá no tenemos-les respondió.
Otros jóvenes se acercaron al mostrador y le explicaron que la conexión inalámbrica el wifi y el cable de fibra óptica que lleva la conexión de internet a toda la universidad, se había dañado por la tormenta que cayó la noche anterior. El señor los vio con cara de rareza, para él esas cosas eran extrañas, no entendía de que le estaban hablando, eran palabras y expresiones que nunca había escuchado, ”no deberían dejar entrar drogados a los alumnos”-dijo en su interior-alzo la voz y se dirigió a los jóvenes:
-miren de esa máquina que ustedes quieren acá no hay, ocupen los ficheros, allá están al final del pasillo, hay dos, en uno están por autor y en el otro están por materia; después llenan la ficha y me la entregan-.
Los jóvenes se vieron entre sí, les pareció extraño, vieron al final del pasillo don estantes de madera con varios depósitos en orden alfabético, el tiempo ya había dado un color oscuro a ellos, el barniz parecía desprenderse, buscaron los libros y sintieron un olor a polvo, a cartón guardado por varios años, un sabor añejo se les impregnó en la boca y en la piel, empezaron buscando los libros por autor, otros por materia, un joven que encontró el libro que buscaba le grito al bibliotecario:
-señor acá esta el libro que busco-
-no grite, que esta en la biblioteca, llene la ficha-le respondió.
El joven vio con extrañeza la ficha la lleno como pudo, escribió la materia y en ella puso que el libro lo utilizaría en una tarea, puso su nombre, número de identificación y la firmó, al llevarla donde el bibliotecario este al verla le dijo:
-esta ficha está mal escrita, ¿Qué nunca has llenado una?-
-si ahora solo por internet y en computadoras se hace, para mí esto es nuevo-le respondió.
-donde dice código, coloque el que aparece en la esquina superior izquierda, esa es la signatura, luego en el encabezamiento ponga el autor del libro, la materia del libro, en su identificación su nombre, número de carnet y no la firme que no es acta o contrato, es simplemente una ficha bibliográfica-le dijo.
El joven volvió al fichero, busco en las gavetas el libro y lleno correctamente la ficha, se la entregó al bibliotecario. Unos jóvenes se acercaron donde él y el dijeron:
-queremos el libro El Capital de Carl Marx-
-llenen la ficha-les respondió.
Los jóvenes no encontraban la forma de cómo llenarla, el bibliotecario los vio y les dijo:
-tomen una ficha y escriban: en el código 178 MARX ELCAP, en el nombre del autor: Carl Marx, en el tema: El Capital, pongan su nombre, número de carnet-.
Los jóvenes se asombraron al ver que el bibliotecario sabía de memoria el código del libro, “todos los alumnos lo consultan y todos lo deberían de haber leído”-les dijo-. Estos esperaron unos minutos y notaron que el bibliotecario regreso con dos libros, el que ellos habían solicitado y otro con el nombre de Adam Smith el título del libro: La Riqueza de las Naciones; los jóvenes lo cuestionaron y le dijeron:
-solo queremos El Capital-
-para tener un amplio panorama de la materia que estudian, deberían leer este libro también, les ayudara a comprender varios pensamientos económicos-le dijo.
Los jóvenes le insistieron en llevar el libro de El Capital, además dijeron:
-este vamos a llevar, lo que esta escrito ahí le vamos a poner al catedrático, por fin él es bien revolucionario y extremista, con este hacemos la tarea y quedamos bien con él-
El bibliotecario hizo un ademan con la cabeza y les dijo:
-ustedes se lo pierden-.
Una joven se acerco donde el bibliotecario y le dijo:
-señor busco un libro de historia-
El bibliotecario la vio, cerro el ojo derecho y frunció el seño, y le dijo:
-sea más especifica señorita, historita de cual: medieval, antigua, romana, egipcia, la mía-
-la historia de los Mayas-le respondió.
-¿supongo que no puede llenar una ficha?-le pregunto.
-no creo, señor-le respondió.
El bibliotecario busco el libro en los estantes, cuando se lo entrego a la joven le dijo:
-allá en las mesas lo puede leer y sacar sus apuntes-
La joven se sentó, hojeo el libro y se puso a hacer algunos apuntes, se levantó donde el bibliotecario y le dijo:
-no tiene una computadora, así busco el libro en internet, le doy copy and paste y termino mi tarea-
-perdón que si tengo ¿Qué?-le dijo el bibliotecario.
La joven le explico que era como si recortara de un libro un pedazo y luego lo pegara en una página de papel bond; poco a poco se va haciendo la tarea, es rápido y fácil; le mencionó. El bibliotecario se asombro y expreso: -no sé de qué me hablan estos jóvenes, pero recortar y pegar, como que estuvieran en el kínder-.
Durante todo el día estuvo muy ocupado, la biblioteca se lleno de alumnos y estudiantes que querían consultar libros, tesis, revistas, etc., “si no fuera por la tormenta que arruinó esos cables y la óptica de no sé qué, la biblioteca estuviera sola”-pensó-.
Al mostrador se acercó una señora y le pregunto al bibliotecario por un libro de poemas de Alfredo Espino, “acá esta la ficha, es para una antología que estoy elaborando”-le dijo.
-que tiempos aquellos, quien no se ha enamorado con los poemas-le dijo a la señora.
-¿se sabe alguno?-le pregunto.
-que tal este:
“Es porque un pajarito de la montaña ha hecho,
en el hueco de un árbol, su nido matinal,
que el árbol amanece con música en el pecho
como que si tuviera corazón musical.
Si el dulce pajarito por entre el hueco asoma,
para beber rocío, para beber aroma,
el árbol de la sierra me da la sensación
de que se la ha salido, cantando el corazón.”-

-si se lo sabe de memoria-le dijo la señora.
-en primaria me lo enseñaron y todavía me acuerdo-le respondió-tome el libro-.
Como era fin de semana a las cuatro de la tarde el bibliotecario sonó el timbre varias veces, los jóvenes pusieron su atención en él, les mencionó:
-ya es hora de cerrar, por favor entreguen los libros que solicitaron-
Poco a poco la biblioteca fue quedando vacía, él fue el último en irse y cerrarla con llave. Al regreso del fin de semana, cuando entro a la biblioteca observó a varias personas que instalaban por la pared y el cielo falso unos cables de color azul y blanco, notó también que unas máquinas con pantallas y teclados estaban siendo colocadas en el mostrador y por toda la biblioteca.
-¿Qué es todo este alboroto?-le pregunto al jefe.
-Don qué bueno que vino temprano, por orden de la rectoría, la biblioteca se pondrá a la vanguardia en la tecnología, ayude a las personas en lo que pueda-le dijo el jefe.
Observó como instalaban los alambres y cables, vio a las maquinas con extrañeza y preocupación. Le pregunto a una persona como era el funcionamiento de todo eso, este le respondió:
-ahora con la tecnología de punta que estamos instalando, la búsqueda de los libros va ser más rápida y eficiente-.
-pero si hasta de memoria se donde están algunos libros-le dijo el bibliotecario.
-usted se los sabe de memoria, pero los estudiantes y alumnos, no creo-le respondió.
-si quizás tiene razón-le dijo.
Regreso donde le jefe y le comento lo que le había dicho el técnico, este le hizo otro comentario y le menciono:
-eso no es nada, ahora todos los libros van a estar digitalizados, los usuarios los podrán consultar desde la comodidad de su casa y donde se encuentren-.
El bibliotecario observo las paredes, el cielo falso, las mesas manchadas de la biblioteca, en un de ellas estaba dibujado un corazón que decía:”Ernesto y Patricia”; fue donde los ficheros, con la mano los toco por todos lados, abrió las gavetas, el olor a polvo y cartón le impregno la nariz, sintió el sabor añejo de los mismos, regreso donde el jefe y le comentó:
-como cambian los tiempos, ¿que va a pasar con todos estos libros, mesas y ficheros?-
-hay que irse adaptando a los tiempos, a lo mejor las fichas se reciclan con el papel y los ficheros terminaran sirviendo para leña-le dijo el Jefe.
El bibliotecario se levantó de la silla, -¿dónde va?-le pregunto el jefe.
-no me siento bien, Jefe, quizás el polvo me ha hecho daño, me voy para mi hogar, quien sabe si regrese-le respondió.

Texto agregado el 17-01-2013, y leído por 177 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
23-01-2013 Bello tu cuento. La nostalgia y la tristeza del bibliotecario se huele, y qué decir de la sabiduría que plasmas. Genial, amigo. Simplemente genial. Lo pondré comol ink n mi bio para recomendarlo. Te felicito. Un abrazo. SOFIAMA
22-01-2013 auuuu!!!!! pero que riquisimo texto, pletorico de hermoso recuerdos, yo por supuesto se llenar una ficha, en aquellas tardes aciagas preparando la materia o estudiando para dar la clase... te felicito calurosamente hermano. Un abrazo apretado!!!!!! miles de aullidos yar
 
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