Eres mi sustento, palabra ungida
de recoveco y retórica, a veces tan vana.
Eres adorno en mi verso, el albor de mi día,
tan terrible tormento que sólo empaña
como total alegría cuando te engalanas.

Ando perdido en el centro de tu brisa mansa
abarcando distraído las sílabas con ganas
de ir exhalando vocales, que ahuyentan austeras penas
y musitar breves consonantes diáfanas
encontrándome así, en cada ofrenda que me regalas.

Eres la furiosa obligación interna
que me fuerza a derramarme en tibias letras,
la fiera corrupta que cruelmente me desangra;
Eres la bestia negra del pensamiento
que con mis propias ideas juegas y te declaras.

Haces de mi andadura - si es necesario -
la mayor tormenta que entre las sienes estalla.
Eres la luz en la bruma, el faro que me ampara.
Por todo esto haré firme promesa:

De no olvidarte nunca, nunca olvidarte palabra.