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Encontrarse ambos en el recodo de una esquina, no fue providencial. Marcial, caminaba con paso ágil rumbo a su casa, feliz por todo lo bueno que le había acontecido ese día. Por de pronto, había recibido parte del dinero por la venta de un terreno que poseía en el sur, Había conocido a Marlene, invitándola a degustar un exquisito café. Era una bellísima mulata proveniente de Nueva York y que ahora regresaba a nuestro país para iniciar actividades en el rubro gastronómico. Demás está decir que se habían gustado mucho y prometieron encontrarse muy pronto.

Por su parte, Jonás, un setentón de apariencia juvenil, se las arreglaba para impulsar su silla de ruedas. Hacía calor y cuando se topó con Marcial, al verlo tan radiante, pensó que era el hombre indicado para pedirle le ayudara a cruzar la calzada.

- ¿Hacia donde va usted?- le preguntó Marcial, conmovido con el pobre hombre.

- Yo vivo en calle Valladolid. No son más de tres cuadras. Y mis brazos ya no dan más. Me cortaron la pierna hace dos meses y recién me estoy recuperando de aquello. Soy diabético, pero mi herida ha cicatrizado de tan buena forma, que es probable que muy luego pueda usar una prótesis.

- Yo lo llevo a su casa, mi señor. De todos modos, estoy de vacaciones y el tiempo no me apremia.

- Es usted un verdadero ángel. La gente, hoy en día, ya no se preocupa de los que sufren, no existe sensibilidad alguna. Muy por el contrario, lo ven a uno, desplazándose a duras penas con la silla de ruedas y, ¿qué hacen? Se colocan delante de uno, dificultando el paso y riéndose a mandíbula batiente, como si ellos estuviesen vacunados contra cualquier desgracia.

Y así, con el hombre contándole a Marcial de su infortunio y de los avatares de su desdichada existencia, ambos avanzaron por la concurrida arteria, sorteando niños, perros y borrachos, además de la gente que se cruzaba con ellos.

- A mi casa han llegado Neruda, la Violeta Parra, Nicomedes Guzmán, todos talentosos artistas. Y muchos otros que no los nombro para no aburrirlo a usted. Si yo era muy conocido en el ambiente literario, porque poseía una librería en pleno centro.

Marcial escuchaba complacido todo eso. Él también hubiese querido tener contacto con aquellos grandes próceres de la literatura y la música, pero, a lo más, visitaba algunos café literarios, había realizado ciertos talleres de escritura, insignificantes cursos de pintura, por lo que era un poco de todo y mucho de nada.

- Pero es usted un ángel, mi caballero. No sabe cuanto le agradezco su buena voluntad.

De tanto sentirse mencionado como uno de esos míticos niños alados, de vez en cuando, deslizaba su mano izquierda por su espalda, pero sólo sentía el notorio resalte de su omóplato derecho. ¿O sería un muñón de ala? La respuesta de aquello, lo acuciaba.

- ¿Ve usted que ya estamos llegando? – exclamó el impedido y Marcial respiró aliviado. Mal que mal, la cuadra final adolecía de un pavimento bastante deteriorado y el señor, pese a ser muy delgado, pesaba más de la cuenta.

- Ya que lo he traído hasta acá, lo que menos puedo hacer es ayudarlo a entrar a su casa.
- No creo que exista una persona más gentil que usted.

Abrir la puerta y encontrarse con un escenario ruinoso, obligó a imaginar a Marcial que la suerte de aquel hombre lo había abandonado con portazo y todo, ya que no podía concebir tanta miseria para un solo individuo.

- Cierre la puerta, por favor. Le mostraré algo.
Marcial, entusiasmado, pues pensó que tendría en sus manos fotografías y autógrafos de los reputados creadores, obedeció la orden y la puerta rechinó lúgubremente en sus goznes, como preludio de lo que acontecería más adelante.

- Ahora, verá usted algo que ni se imagina – dijo Jonás, poniéndose súbitamente de pie.
- Pero es que usted no es…-titubeó Marcial.
- Esto no es nada – respondió Marcial. Se abrió entonces una puerta y apareció Marlene, portando en su mano izquierda un revolver.
-Manos arriba, muñeco – ordenó la mulata.
- ¿De qué se trata todo esto? ¿Qué alguien me lo explique por favor.

La mujer lo empujó con el arma sobre un roñoso sofá y riendo, comenzó a explicarlo todo.

- Regla uno, nunca le cuentes a un desconocido de tus negocios, menos si portas dinero encima. Y mucho menos, si se trata de una ladrona internacional como lo soy yo.
Marcial suspiró profundo. Al parecer, estaba perdido. Por lo que, colocó sus brazos sobre sus codos y se tomó la cabeza con sus dos manos. El tipo, que caminaba hasta con elegancia, sonrió.
- Todo fue un plan muy urdido – dijo, extrayendo un cigarrillo de uno de sus bolsillos.
- Me felicito sí de haber coordinado tan bien este encuentro, aunque no le restemos méritos a esta negrita linda.

-Todo fue una mentira, de principio a fin – pensó en voz alta, Marcial.
- Así es. Por supuesto, esta casa está abandonada y no tuve problemas en conseguirme una llave que calzara con la cerradura.
- ¡Y yo que me la creí toda! ¡Que estúpido fui!

- Bueno, terminemos con tanta plática y vamos soltando el dinero…ángel – el tipo lanzó una carcajada que estremeció los débiles cimientos de la vivienda.

Marlene se aproximó para hurgar en los bolsillos de Marcial, pero éste, con un felino movimiento, la asió por la cintura y le quitó el arma. Tras cartón, se escudó tras ella y apuntó al truhán. Éste, sorprendido, hizo un gesto vago hacia el bolsillo de su pantalón, pero un disparo tronó en la vacía vivienda y una bala se incrustó en la pierna que supuestamente no tenía el malandrín. Los gritos del hombre fueron sofocados por Marcial, que en realidad se apellidaba Cunigan, detective encubierto de la policía de investigaciones. Mostrándoles su placa, los obligó a permanecer en un rincón de la habitación, a la espera del arribo de un vehículo policial.

- La vida da muchas vueltas, muchachos – dijo Cunigan. - Nosotros invertimos mucho tiempo para lograr detenerlos, pero gracias a nuestra precisión, ahora hemos dado con ustedes y por supuesto, con la banda que ustedes integran.

El falso inválido y la mulata, se miraron y nada dijeron. Acaso, pensaron para sí que es muy difícil tratar de engañar a alguien que las tiene todas consigo. Sobretodo, si se trata de un ángel, nada menos que Ángel Cunigan…
















Texto agregado el 19-02-2013, y leído por 181 visitantes. (9 votos)


Lectores Opinan
05-09-2019 Inesperado final, el impostor no sabía que aquel 'angel' era una fiera, ella también se merecía una balita en la pierna. Que buen rfelato! za-lac-fay33
02-09-2019 Es difícil engañar a alguien que las tiene todas consigo. Por eso, te ruego, discierne que mi felicitación y admiración por tu ingenio no es falaz ni lisonjero. Es algo merecido y notorio. -ZEPOL
01-09-2019 Una historia que permite al lector ponerse un poco al frente. Lo malo es que no logra pegar una. Te felicito. peco
20-02-2013 Te la sabes todas!! Me encantó lo del Angel Cunigan. todas las estrellas y un abrazo Shou
20-02-2013 Auuuuu !!!! quie serie de retruecanos; pase de la felicidad, a la molestia y al asombro final. ¡Bien por Cunigan!... Angel Cunigan. ME ENCANTO. Un abrazo hermano!!! cinco aullidos detectivescos yar
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