Estaba sentada bajo el árbol de la escuela viendo mi celular cuando escuché pasos. Alcé la cabeza y ahí estaba él: piel blanca, pelo chino, acné y feo. Sin embargo, muy agradable.
-Hola, Alice. -saludó.
-Hola Espitia, ¿subiste la foto del grupo?-pregunte.
-Pues sí, inmediatamente consiguió 15 likes.-se apresuró a responder.
-Oh, qué bien.-contesté distraída.
Se quedó callado, algo inusual en él. Lo miré de soslayo y observé que estaba nervioso y sonrojado.
-¿Qué tienes, te pasa algo?-interrogue extrañada.
-Este… Yo… ¿quieres ir al cine conmigo?-balbuceó con la mirada gacha.
No respondí. Me miró y no supe que decir, era mi amigo, pero él no me parecía en absoluto atractivo. No quería herir sus sentimientos, pero tampoco quería darle entrada. Pensé rápidamente en una excusa creíble.
-Es que no puedo, mis papás me han castigado y tengo prohibido salir.
Vi en su mirada una mezcla de decepción y enojo.
-¿Y si yo les pido permiso? –insistió.
-No creo que funcione –respondí-; al contrario, se pueden enojar aún más porque aún no me dejan tener novio. En fin, gracias, gracias por la invitación.
Volví a enfocar mi atención en el celular.
Él suspiró resignado.
Creí que iba a dar por terminado el asunto. Me equivoqué. Primero se inclinó un poco, luego se irguió, luego se inclinó… Yo observaba.
Sin embargo lo que hizo a continuación me sorprendió.
-Alice, -- dijo--por favor, por favor te pido me des una oportunidad. ¡Una oportunidad!
Exclamó al tiempo que se arrodillaba.
Me quedé atónita, sin saber que hacer o que decir.
-Yo…es que…ya te explique.-Balbucee.
-¡Por favor! Dame una oportunidad, te aseguro que no te defraudaré- Suplico con voz desesperada.
Unos alumnos se habían detenido para observar la escena.
A lo lejos, el profesor de Historia y mi prefecto me miraban.
Yo estaba ruborizada sin atreverme a decir nada. Pasó un minuto. Un siglo.
Entonces cruzó una fabulosa idea por mi mente.
-Vamos a hacer un trato -dije-. ¿Te parece bien?
Estaba un tanto temerosa.
Sus ojos se le iluminaron y asintió rápidamente, con una enorme sonrisa de oreja a oreja.
-Ok, mira: sabemos perfectamente que eres muy inquieto y flojo, no te pido nada, pero si en los dos bimestres que faltan para fin de curso, mejoras tus calificaciones y te comportas debidamente, tal vez, y sólo tal vez, sí, acepte salir contigo ¿De acuerdo?...
Conservaba la esperanza de que me dijera que no, que estaba loca, que él no estaba dispuesto a cambiar por mí.
No fue así.
-¡Claro que sí! Haré lo que tú me pidas.-exclamó en cambio, emocionado. Sentí nauseas.
De pronto, en el cielo, una nube negra se extendió como un presagio. Comenzó a llover, de reojo vi que los curiosos e refugiaban y sin embargo seguían observando. Entonces un rayo salvador surgió y le dio de lleno en la cabeza a mí amigo. Achicharrándolo instantáneamente. Quedó un tanto quemadito, tirado en el suelo, pero con una hermosa sonrisa iluminándole el rostro. Lo mire, me di la vuelta y me aleje caminando, pensando en aquel hermoso y glorioso rayo salvador. Los gritos estallaron a mis espaldas. Ni siquiera voltee.