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ATARDECERES


Al anochecer todos los jóvenes se reunían en la plaza del pueblo, bajo del árbol de higo, junto a la iglesia, cerca del río, a la par del campo de fútbol, nadie se podía perder una sesión de chistes y de las mejores perras contadas por Moncho el Barbero, de esas perras que uno queda diciendo que bárbaro más bárbaro este bárbaro; Por todos eran esperados los anocheceres aquellos de solsticio, todos sentados en la grama de la plaza, los que fumaban tenían algo que llevarse a la boca y los que no fumaban no les quedaba de otra que cortar grama para masticarla, para hacerle compañía a Moncho el Barbero que de todo inventaba perras, cuentos de los más exagerados que puedan existir; Las luciérnagas daban un toque de distinción entre los pueblos que tenían luz eléctrica, y los que no tenían la suerte de poseerla; Contaba Moncho que una vez Mayo Claros andaba bolo, como a las nueve de la noche tenía ganas de encender un cigarro y no tenía fósforos, y con aquel cigarro en la boca y las manos en las bolsas del pantalón buscando un fósforo; En ese momento ve venir una luz, una lucita que se apagaba y se encendía, y Mayo Claros en su fuma le pedía fuego, le decía: Paisano dame fuego, que me des fuego te digo, no seas tacaño, dame fuego; Y la lucita siguió su camino, ya cuando la lucita llevaba media cuadra de distancia; Mayo Claros, le pegó un grito que se escuchó en todo el pueblo, ¡¡ negro creído!! Pero, ¡¡ la luciérnaga en la esquina dobló a la izquierda!! A Moncho ni el papá se le escapaba, decía: El Viejo -refiriéndose a su papá- estaba en el billar y cuando pasó un cipote vendiendo elotes, él le preguntó que a como daba los elotes, a lo cual el cipote respondió: a veinticinco centavos, y el viejo le dijo: Están muy caros, treinta y cinco te doy; Pero todo mundo en el pueblo sabia que el Viejo era sordo. Moncho pasó a un segundo lugar al saber que había llegado Ñivo Ramos, el hijo de la finada Amalia, Ñivo era un marino que había navegado por los siete mares y por los otros tantos mares que no aparecen en los mapas. Cuando Ñivo llegaba al pueblo de vacaciones después del largo tiempo de estar en los barcos; Banquiaba a Moncho en su titularidad de contar las perras, sabían que Ñivo Ramos traería nuevas y brillantes leyendas que contar, todos los que le hacían rueda en la plaza para escuchar sus historietas se daban cuenta de que tenían la boca abierta hasta que se les llenaban de zancudos, era hasta allí que reaccionaban y la velocidad de la mente los succionaban, de la profundidad de los océanos donde tenían una lucha a muerte con los monstruos de los mares, donde los había llevado Ñivo Ramos con sus inverosímiles ocurrencias; El anochecer del veintitrés de enero de ese mismo año las reuniones en la plaza, bajo el árbol e iluminado por los rayitos de luna que se lograban filtrar entre medio de las hojas del higo, cambiaron su tonalidad, ya no dejaban que escucharan los niños y a todo aquel cipote lo mandaban a dormir sin antes ir a ver si ya había puesto huevo la chancha; A Mario el de Pululo le preguntó cuántos años tenía a lo que respondió que quince, pero el grupo en coro le contestó, vos no tienes quince; Bueno dijo Mario el de Pululo, ya casi quince; Los cumplo dentro de ocho meses; Ñivo hizo un gesto de que se callaran y le pregunto ¿ vos ya sos paraguayo o no sos paraguayo?, no, dijo Mario el de Pululo, yo soy hondureño; Entonces te podes ir a dormir, aquí platicamos cosas de hombre, y Mario un poco nervioso decía no, sí, sí, yo ya soy paraguayo, y en coro todos le decían a Ñivo, déjalo que escuche, déjalo que se vaya abriendo los oídos, pues lo que Ñivo Ramos contaba en su rueda y no precisamente de prensa, eran las pasiones desenfrenadas que mantenía en cada puerto europeo con las chicas que hacían que los hijos del dios Baco pasaran momentos inolvidables; Comentaba Ñivo que una vez estuvo en Italia, para ser más exactos en Sicilia, ¡ uy hombre! Decía: Que mujeres, esas si son mujeronas y media, fijasen –continuaba diciendo- que una vez me quede en el cuarto de una siciliana; para que tengan una idea; altísima, como de uno ochenta, que yo le quedaba de cartera, ojos azules, azulitos, pelo canche; ¡ amarillito, amarillito!, unos labios ni tan gruesos ni tan delgados, una naricita bien fina, bien respingadita, unas cejas que no se las sacaba, era unos cordoncillos, bien hechitas, unas mejillas ¡ que rosaditas! Bien bonitos se le miraban los cachetitos, en el cuello solo tenía una cadenita con un diamante de verdad, es que esas mujeres saben para que trabajan; Unas manos ¡ qué lindas se le miraban! Bien cuidadas, bien finas, y ¡ unas uñas! Que parecieran que fuesen postizas, bueno, que aquí solo se las he visto a la profesora Enma Julia que se las cuida así; Unos pechos que ¡ qué pechos! blanquitos, blanquitos, y bien duritos, pero es que esas mujeres son profesionales, hacen ejercicios para mantenérselos así; Una cintura, ¡y unas caderas! que ¡ qué caderas! unas piernas que, ¡ qué piernas!, bien lisitas, que cuando las tocas hasta escalofrío te da, ¡¡es que son mujeronas!! vieran que hasta los pies son bien cuidados, bien pintadas la uñas de los pies, y hasta una cadenita de oro, puro oro usan en los tobillos, ¡¡es que son finas las desgraciadas!!. Se me olvidaba, unas pantorrillas, que, ¡ qué pantorrillas!, nada de venas, ni de esa otra cosa, no se como se llama esas venitas rojizas finitas; Pero eso sí, tiene que llevar lana y de la verde porque esa es la que vale; Para no cansarles esas mujeres se bañan en champán; Unas lociones que usan, ¡¡qué olor!! ni en el jardín de la escuela sentía esos olores; El cuarto con aire acondicionado, teléfono, televisión, y todos los miquis que uno quiera, y te hacen un trabajo que te hace olvidar que sos de este pueblo y hasta te quedás dormido y si no estás muy fuerte, te podés morir, y toditas son con las mismas medidas, como cortadas con la misma tijera; ya cuando despiertas hasta matrimonio le podés ofrecer, ¡¡es que esas sicilianas son tremendas¡¡, que hasta una de ellas está para gobernadora, ¿cuando aquí?. Mario el de Pululo no pudo dormir toda la noche de recordar aquello que había escuchado, y en su mente estaba grabado que las mujeres que trabajan la profesión más vieja del mundo, todas eran así como lo había escuchado. Cuando el gallo canto, él se dio cuenta que ya eran las cinco de la mañana, el sol estaba a punto de salir, corrió a ensillar una yegua y se fue para donde su amigo un año mayor que él, Calín el de Marina, le platicó lo que había escuchado la noche anterior en la plaza salir de boca de Ñivo Ramos, el marino, todo era creíble, lo había dicho Ñivo, y si Ñivo lo dijo, ¡ palabra santa!, Calín, que no tenía experiencia en estos menesteres de la vida le dijo que le dejara consultar a sus hermanos mayores, que ellos si sabían donde podían encontrar un lugar tolerante para ellos, que por mientras se fuera ahorrando por lo menos unos veintiocho reales o sea en moneda de curso legal unos siete lempiras, cinco que cobraban las mujeres y los dos para invitarle a un raspado de hielo con colores y sabores artificiales, también le aconsejo que según sus hermanos hay que estar bien fuertes para aguantar; Vamos bien –pensó Mario el de Pululo- recordando literalmente las palabras de Ñivo Ramos -si no estás fuerte hasta te podés morir-. Calín le dijo que no se preocupara, que él también quería ir a un lugar de esos donde se olvidan las penas; Y que regresara de este sábado en ocho, temprano porque todo lo tendría arreglado. Desde ese momento en mente de Mario el de Pululo siempre estaba una mujer. Al llegar el sábado indicado temprano se bañó, se cepilló los dientes, y en su cabello no podía faltar la moda del momento, la brillantina; Calín el de Marina salió a su encuentro con una felicidad a flor de labio, le dijo ¡¡ la tenemos, la tenemos!! Le dicen la VHS es especialista en jóvenes como nosotros que no tenemos experiencia, y solo cobra cinco pesos, pero tenemos que entrar por detrás de los comajones, porque si nos ve el Auxiliar nos puede meter al mamo. Primero entró Calín el de Marina y Mario quedó ansioso esperando su turno, lo más seguro pensaba Mario es que le voy a proponer matrimonio, aunque me toque ir a robar para mantenerla; A los diecinueve minutos salió Calín el de Marina sonriente con un una felicidad de oreja a oreja, y con una palmada en el hombro le dijo a Mario: ¡! es tu turno amigo !!. La mente de Mario estaba invadida por la figura de aquella mujer descrita por el marinero; Entro Mario al cuarto de aquella mujer a la que apodaban la VHS, lo primero que le dijo la mujer fue: ¡! el pisto, dame el pisto!! sacó Mario los cinco lempiras y se los entregó, ahora bájate el pantalón, y te acuestas en ese catre; Mientras Mario hacía lo que le ordenaban observó las candelas que alumbraban las estampillas de San Simón. Aquel cuarto era una completa cárcel, el catre tenía hoyos, y manchas de sangre de tantos que habían dejado su inocencia; En una esquina se observaba una bacinilla, en la otra una escoba colocada al revés. En ese momento observó a la VHS, que las uñas de las manos estaban llenas de tierra, y en todos sus dedos anillos con piedras a colores de fantasía, más parecía pitonisa; Un chicle en la boca que al masticarlo parecía la vaca madrona, que tenía en la casa; En el cuello esperaba ver un collar de diamantes, pero lo que vio fue un collar de tierra; Los ojos, los ojos –pensó – pero fue grande la decepción al verla, que los ojos no estaban los dos viendo al mismo lado; los pechos, los pechos- continuo pensando- la decepción fue mayor al ver que la tetilla izquierda le llegaba al estomago; toda la cara la tenía pintada al óleo, en el estomago tenía una cicatriz que no podía diferenciar entre una puñalada o una operación de cesárea, en ese momento Mario pensó que esto no era lo que se imaginaba, y cuando la VHS se le tiró encima, sintió el mal humor que se desprendía de las axilas, la mente de Mario le caminó a gran velocidad, -pensó- si esta mujer tuviese un libro de historia bajo el brazo, Napoleón Bonaparte sacaría su mano que mantiene abajo del saco y se taparía la nariz; casi asfixiado Mario el de Pululo, se tiró del catre, tomó su pantalón, y salió a la carrera; La VHS solo se asomó a la puerta y le grito ¡¡ no huyas cobarde ¡¡. Diez años después Mario el de Pululo regresó al pueblo y abajo del árbol de higo recordó viejos tiempos, se tiró una carcajada que se escuchó en todo el pueblo, y dijo: Estos son unos bárbaros, que bárbaros más bárbaros, ya entiendo porque le decían la VHS, la pobre no tenía los cuatros dientes frontales de la mandíbula superior.

Oracio Caballero.

Texto agregado el 10-05-2003, y leído por 1024 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
23-08-2003 MAGUSTAO Pollo
 
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