TU COMUNIDAD DE CUENTOS EN INTERNET
Noticias Foro Mesa Azul

Inicio / Cuenteros Locales / kalazum / LA ESTACIÓN DEL TREN

[C:517558]






Esperé que el reloj se quejara, doce campanadas eran pocas en tan angustiante espera.
La tarde empezó cálida y turbia, un par de buitres circundaban el espacio cual si fuesen vigilantes, el retozar de los niños en las aceras, el ruido de camiones atestados, más una casona grande, cuadraban el paisaje de la estación del tren. Arremolinados, como moscas a la miel, hombres de caras largas y bolsillos cortos abordaban a cada nuevo pasajero en pos de vender ó pedir, algunos lo hacían con objetos de dudosa procedencia; vendedores de joyas falsas, chuchearías, traficantes de sueños con su lotería clandestina y los vendedores de comida sudando de sobaquear a tanta mosca.
Sentado en una banca de hierro decidí esperar, el calor era calcinante. Esperando y esperando la gente empezó a llegar, se aglomeraban alrededor de la estación, ahí pude ver mujeres que alguna vez fueron “damas”, y damas que algún día fueron hombres conversando en pos del último chisme; ó para criticar al gobierno por los altos precios, aunque algunas de ellas al estirar su mano y señalar una fruta pidiendo la rebaja, olvidaban que el maquillaje de una de sus uñas tenía más valor que una docena de cerezas; por su parte los caballeros y los no y tan caballeros flirteaban levantando el sombrero ó discutiendo acerca del último clásico del futbol ó simplemente el chisme también carcomía alguna conversación de fondo.
De pronto una joven se acercó, y se sentó a mi lado, no sin antes quejarse de aquellos hierros calientes, supuse viene a esperar el tren, sostenía la barbilla con su mano y ésta a su vez descansaba sobre la rodilla, para hacer pasar el rato le pregunté su nombre, Carla dibujaba en su cara la huella de ingratos amaneceres y golpes madurados a fuerza de no haber lágrimas, su mirada era una llamada de auxilio, la agonía de una esperanza, quizás.
Y porqué esperas el tren, acaso va a viajar ? – le pregunté -
- Es por el correo- me contestó - mientras mojaba su dedo índice en la boca;
- Es que espero una carta, una respuesta más bien, porque me inscribí en un concurso de belleza y como el único requisito era enviar una fotografía y alguna plata, me pareció fácil, y se lo confieso, le robé a mi prima la fotografía, claro, como ella es más bonita que yo y está en un colegio de ricos, ella si es modelo, usted me entiende, porque quiero visitar Paris, Nueva York, Londres, pero como ve aquí estoy, ah, y yo tengo un hijo, sabe?, el vive con su padre, me lo han quitado, yo no puedo mantenerlo porque la vida es muy dura aquí; además el niño me quitaría tiempo y tengo que cuidar mi figura, no vaya a ser que baje del tren un caballero de esos a comprar cigarrillos y quiera cortejarme, nunca se sabe- Terminó diciendo agitada de tanto hablar.
No recuerdo haber oído tanta cosa, evidentemente Carla en su mundo de novela rosa seguiría esperando.
El calor seguía insoportable, un joven camina hacia mí, se acerca, me pidió una moneda, hago un rápido recorrido mental de mis finanzas, y llego a la conclusión de que si le entrego mis pocas monedas, perderé la posibilidad de comprar el diario.
Tome, cómase algo – le dije mientras su mano temblorosa y sucia, guardaba la dádiva. Al cabo de unos minutos percibí un desagradable olor a tabaco, acompañado de un desafinado concierto de tos que brotaba de una ya sufrida garganta y de la que pude adivinar balbuceaba la palabra “gracias” refiriéndose a mí, en agradecimiento. Juro, y rejuro, que hubiera preferido enfermar, que se retorciera mi estómago, por leer la sección rosa y el horóscopo del diario, que no pude comprar; sentí un gran arrepentimiento, entonces le reproché, el porqué del cigarrillo y no un alimento?- Vea señor, si como mucho, después tengo que ir a lavarme los dientes y de algo estoy seguro, tendré que cruzar al monte por alguna necesidad, mientras que si fumo, se me quita el hambre y me evito todo lo anterior-
Una leve sonrisa de satisfacción, como quien gana una discusión, dejó entrever la ausencia de algunos dientes, son bromas, son bromas – me replicó como queriéndose disculpar, es que soy adicto, le digo la verdad, quisiera trabajar, pero nadie me contrata, a veces sale algo aquí, algo allá y cuando hay algún billete, pum! a resolver el mundo; quisiera salir de esto, pero no es tan fácil – terminó diciendo mientras extendía su mano a otro transeúnte.
Pensé en los vendedores de frutas aglomerados cerca de la línea férrea, cuanto esperan, cuanto tendrán que esperar? Miro a un hombre viejo, de ensortijada barba cana que trata de sacar una artera espina de su desnudo pie, mientras algunas naranjas ruedan fuera de su canasta, que pasará con las frutas que no se vendieron, estarán allí para un próximo viaje? probablemente serán presa de algún veloz granuja, de algún pájaro o quizás de alguna ardilla traviesa, quien lo sabe?
El bochorno invadió mi cuerpo, aunado a un sudor constante, la estación se agitaba y la gente corría, ahí pude ver jueces, ministros, sacerdotes, presidentes, doctores y uno que otro ladronzuelo de gallinas, pero lo que más me extrañó fue ver un papa, me dio la sensación de estar frente a un circo, que me perdonen los animales por tan aberrante cotejo.
De repente alguien se sienta a mi lado, habla sin dirigirse directamente, le pido disculpas por no escuchar y me replica el asunto del calor sofocante, mientras abanica su cara con un pañuelo, despidiendo un aroma a perfume barato. Me pregunta si también viajo; le respondo asintiendo con un leve movimiento de cabeza, sin siquiera mirarlo; lo que pudo ser un diálogo, se convirtió en monólogo; las historias de este hombre me hicieron crispar el pellejo, hablándome desde robos hasta como despachar a alguien al otro potrero, haciendo alusión a un crimen. De pronto gira, me mira a los ojos y sin parpadear, pregunta: - ¿ Ahora logra entender el porqué, de un buen corte de pelo y un rostro bien afeitado?. Me levante de aquella silla, mientras masticaba un hasta luego; nunca había oído a alguien tan fanfarrón y mentiroso, y cual fue mi sorpresa toparme al barbero; mientras me invitaba a su pequeño cubículo, agitando nerviosamente su mano derecha, me decía – mientras abría una gaveta y sacaba unas tijeras – Señor pase adelante, no le voy cobrar, estoy viviendo horas extras, y le voy a contar porqué, le acabo de hacer el corte de pelo al hombre más buscado por la policía, lo tuve en mi silla, pasó por mis manos, todo iba bien, hasta le pregunte porque lo buscaban, y fue ahí cuando mis manos empezaron a sudar, temblaba como un conejo asustado, mi navaja que rondaba su garganta se fundió en mi mano y para su fortuna ó la mía resbaló, cayendo al piso, entonces le dije que no me pagara, que era un obsequio de la casa y se marchó sin más ni más – Terminó diciendo en un temblor, mi sencillo y querido amigo barbero -. Entonces el barbero más tranquilo se presentó, mi nombre es Rodolfo, y como le gustaría el corte?- Mira Rodolfo, ese hombre lo que buscaba era un corte gratis, porque un verdadero asesino no cuenta, ni hecha al aire sus cuitas.
Nunca había experimentado tanto calor, era sofocante; la atmósfera se hizo más pesada y el tren aún no aparecía; trayendo a mi memoria en un día como éste, el recuerdo de Laura,
que habrá sido de ella, como me gustaría verla de nuevo, mi gran amor de juventud, un amor jurado, de placeres clandestinos, eran la parte medular en nuestros tórridos encuentros. Y por buscar lo que no había perdido con su mejor amiga, arruiné aquella relación para siempre, dejándome un sin sabor en la conciencia, y una reputación no muy halagadora como caballero pretendiente, dejando un herido y maltrecho corazón, aún conservo aquella foto suya en un diario nacional, en el que se anunciaba en boda con un tipo de su pueblo, hijo de un ricachón, y también guardo el recorte del mismo diario de la noticia de su divorcio, tan solo un año después, era un hombre muy importante sin duda, supongo le gustaba figurar en los diarios. Pero bueno, como criticarlo si yo había sido, quizás, el culpable, el arquitecto del maltratado corazón de Laura.
Por un momento quedé casi dormido, en un estado de inconciencia, lo que me llevó a ver colores grises y púrpuras, sirviendo de fondo a relámpagos y truenos; simulando juegos macabros en el firmamento; de pronto un rayo cayó, y en mi ligero sueño imagine como una casa ardía en voraces llamas, donde solo se escuchaba el crujir de la madera y un manto de humo sofocante envolvían aquel paisaje.
El trueno no era otra cosa que el pito del tren, y me hizo volver a la realidad
Ya para entonces el calor se podía cortar y casi no se podía respirar. La gente se aglomeró y se redujo el espacio, lo que hizo más candente la situación y ahí pude ver caras, como la mía, arrugadas de tan larga espera.
- Tomen sus asientos y pónganse cómodos, que para todos hay, falta mucho para llegar a nuestro destino, procuren descansar
gritaba a todo pulmón y en un tono burlesco el encargado de los tiquetes, y al cabo de unas horas de viaje, en un clima donde sudaban hasta los hierros, le pregunté: - Como se llama la siguiente estación? - Ja, ja, jajajajajajaja
- Que importa, póngale el nombre que quiera, total, nunca va a regresar jajajaja -
FIN

Texto agregado el 26-02-2013, y leído por 220 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
26-02-2013 muy bueno me gusto mucho, definitivamente el último tren... carlosB
26-02-2013 Buen viaje al paraiso. ZEPOL
 
Para escribir comentarios debes ingresar a la Comunidad: Login


[ Privacidad | Términos y Condiciones | Reglamento | Contacto | Equipo | Preguntas Frecuentes | Haz tu aporte! ]