Seis o siete, quizás ocho días,
han transcurrido en el cosmos celeste,
soy nadie, ahora valgo menos que eso,
algunos tienen la facultad de verme,
me intuyen quizás,
el sistema digestivo de este anfibio
ya no digiere más,
me condena a las sombras,
transito entre las calles pueblerinas,
pienso, luego tiemblo,
pero el anfibio azul, no tiñe sus entrañas
y son mis rasguños desesperados,
palidezco en la noche binaria,
soy nada, presiento mi muerte,
nada más pido, que me abran la puerta,
no quiero goznes cifrados,
no sepultura interdicta,
rasgo la tela turquesa,
pero otras paredes franquean el paso,
soy yo, soy yo, reciban mi soplo
o condénenme a vivir en las sombras,
pero antes, quítenme el seso,
ya no más amor, ni locura, ni soles mágicos,
apaguen mis desvaríos,
que esta muerte es mil veces más dolorosa,
que la del armisticio del corazón,
mátenme, o franquéenme el paso,
no sirvo para otra cosa…