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Inicio / Cuenteros Locales / elfome / Carta de renuncia o domingo de revolucion.

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Mario es un tipo como diría la gente común y corriente. Más eso diría la gente común y corriente. Mario mira el mundo con sus pequeños ojos enfrentados a unos enormes y poco estéticos cristales, suele usar un bigote frondoso el cual acostumbra embetunarse de la sopa que toma a la hora de almuerzo los domingos. Mario gusta de los trajes de color negro y las camisas blancas, pero los domingos un par de pantuflas afraneladas hacen juego con su sopa.
Mario suele caminar con su traje negro por las aceras y detenerse a esperar la luz verde.
Los Domingos no camina por acera alguna, a Mario de pequeño no le enseñaron ser cristiano, lo cual el encuentra un alivio puesto que las iglesias le hacen sentir una horrible sensación de mareo. Siempre ha atribuido esto a la imagen sádica del Cristo crucificado, dice él que es muy difícil no mirarlo porque este tiene una mirada muy penetrante.
Cuando al fin después de una paciente aunque no muy larga espera da “el verde” Mario cruza la calle y toma el bus que lo lleva a su trabajo. Mario hace siempre el esfuerzo de abstraerse mientras dura el trayecto, tiene aquella comprensible animadversión hacia los vehículos motorizados. Los Domingos en vez de sentarse en cualquier lugar prefiere acostarse, cada vez que sube al bus añora poder acostarse. Una vez lo hizo y muchos miraron con rostros coléricos otros se espantaron y unos niños rieron, Mario procuro no volver a hacerlo.
Hace dos Domingos un poco antes de alistarse a beber su sopa, Mario abrió un pequeño cajoncito de su escritorio. Saco un lápiz, una hoja y un sobre y escribió la siguiente carta:
Carta de renuncia.
Estimado señor… (Nunca definió con certeza el destinatario) escribo la presente carta con el mero fin de presentar ante usted mi renuncia formal.
Renuncio a la luz verde.
Renuncio a los domingos y su gente monótona. (Excepto a las pantuflas y la sopa. También me gustaría seguir con la costumbre de tomarla acostado)
Renuncio a toda forma de dominación, sobre todo a aquella de las imposiciones ridículas como la de no poder acostarse en los buses.
Y si también renuncio a usted señora muerte.
Se despide atentamente
Mario.
Enseguida con la misma calma de siempre tomo el tazón, se sirvió la sopa y la bebió acostado.

Texto agregado el 05-04-2013, y leído por 114 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
13-05-2013 Cuando se vive de renuncias no muy voluntarias, renunciar de verdad por que se quiere, es tan sabroso como beber sopa en pantuflas Carmen-Valdes
05-04-2013 yo creo que voy poner mi renuncia también a varias cosas, muy bueno. carlosB
05-04-2013 La renuncia a la muerte, no sé si se la aceptaran pero las otras..... Muy bueno, mis estrellas. elpinero
 
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