Cuando Ollanta era un niño vivía con sus padres en la selva amazónica en jurisdicción de Brasil, Ecuador y Perú en alguna de tantas malocas que tenía la familia. Propiamente hablando no tenía nacionalidad sin embargo le aconsejaron registrarse y en el Ecuador un funcionario le preguntó su nombre y al escuchar el nombre y ver que era indígena puro decidió registrarlo como Ollanta Hume. Ollanta era hijo de Laútaro Quimicxs, un chamán que vivía de gira por la selva siempre curando indígenas y espantando espíritus. Decía Laútaro que el pertenecía a un linaje heredero de las tradiciones más antiguas de la tierra. Laútaro casi nunca estaba en casa y era la madre quien ejercía el gobierno de los hijos.
A Ollanta no le gustaba de niño la comida y cada comida era una refriega que terminaba en azotes con bejucos de la selva. Desde que salía el sol se iba a la selva con sus amigos a subirse en los árboles, disparar cerbatanas, capturar ranas venenosas, armar trampas para capturar animales, a bañarse en los ríos y a pescar. También cazaban venados, dantas, guaguas, zainos, armadillos y pavas de monte. Regresaba por la noche cargado de carne producto de las cacerías y su madre lo esperaba con una copiosa comida compuesta de carnes, ñame, yuca cocida, plátanos maduros asados, batatas dulces a la brasa y 4 bejucos para azotarlo por si no quería comer. Era la rutina diaria y no había día en que no recibiera su paliza para que comiera y se tomara la chicha que su madre le servía. Cuando Laútaro estaba en casa no le pegaban y su padre sólo decía: ¡Que no coma, si no quiere! ¡Algún día descubrirá que también pertenece al linaje más antiguo de las tradiciones de la tierra!
Con el tiempo Ollanta se fue volviendo glotón y se dedicó a preparar carnes de la selva adobadas con condimentos salvajes y con centenares de plantas aromáticas. La que más le gustaba era la danta a las brasas adobada con granizo que es una inflorescencia blanca de un árbol la cual es inodora pero una vez se la cocina en agua aparece un sabor anisado sui generis. Si una cadena hotelera necesitase un chef especialista en comida de la selva amazónica Ollanta era un candidato sin rival ya que había recorrido esa selva acopiando recetas indígenas de cómo preparar culebras, aves, pescados, caimanes, ocarros, armadillos, garipiares, micos, iguanas, arañas, mojo oyes, osos, tigres, panteras, leoncicos, etc. También tenía una colección de plantas aromáticas propias solo de un médico Ayurvédico. Era famoso porque comía sin saciarse jamás. Las grasas se volvieron de consumo diario y las condimentaba de tal forma que hubiese sido suficiente para matar a un león africano o a un gallinazo.
Estando en territorio brasilero una compañía inglesa que se dedicaba a recolectar caucho lo contrató y para ello lo sometieron a exámenes de laboratorio y los médicos prendieron las alarmas porque encontraron que sufría de una insuficiencia renal que lo tenía al borde de una diálisis. Su peso era de 147 kilogramos y entonces descubrieron que también era diabético. Su presión sanguínea era la de un elefante y daño un manómetro de un galeno que lo examinó. Los niveles de triglicéridos y colesterol eran tan altos que era inminente un accidente cerebrovascular. En su tiempo libre Ollanta tomaba su cerbatana y su arco y se internaba a cazar. Volvía y preparaba cocina de autor y se despachaba con biche que es un aguardiente indígena de un grado alcohólico que frisa los 70 grados Baumé. Se acostaba borracho y peía todo el tiempo y roncaba como un tractor.
Pasaron los años y un día se desplomó y fue llevado a la clínica en donde permaneció 20 días en cuidados intensivos. Al salir los médicos lo declararon diabético, con ácido úrico elevado, y que tenía que hacerse diálisis por el resto de su vida. Al salir de la clínica la empresa lo sacó del empleo y le dio una indemnización. Ollanta volvió a la selva en busca de Laútaro. Cuando le encontró y le contó toda su tragedia esto fue lo que contestó:
¡Me alegra mucho que hayas perdido tus riñones porque no los vas a necesitar!
¡Tu espíritu destruyó tus riñones para que regresaras a tu casa!
¡Me alegra sobremanera que puedas entender que no es necesario matar plantas ni animales para sobrevivir!
¡Me alegra que ya no estés en esa empresa que se dedica a asesinar árboles para convertirlos en dinero!
-Quiero preguntarte por el libro de Jorge Adoum sobre la magia del verbo, ¿si te sirvió de algo?
He practicado las vocales para abrir todas mis chacras y reconectarme con el universo- respondió Ollanta-.
¿Me has visto comiendo alguna vez, hijo mío? Nunca padre- respondió Ollanta-
Te voy a contar:
El ser humano era muy avanzado tecnológicamente y no necesitaba comer porque descubrió que con la energía del sol se puede uno alimentar sin esclavizarse trabajando. Perdimos una guerra con otra civilización del espacio y ellos nos cerraron parcialmente los chacras, nos enseñaron la agricultura y a matar para comer, nos instalaron intestinos, nos enseñaron gastronomía y nos borraron de la mente la memoria de lo que antes éramos.
Nos hicieron creer que ellos eran benefactores y dioses y nos obligaron a adorarles. Instalaron reyes y gobernantes en toda la tierra y ellos gobernaban en nombre de dios.
Crearon religiones cuya ceremonia bautismal cierra las chacras del pecho y de la cabeza con aceite para que sigamos siendo esclavos y nadie despierte. Hay sociedades secretas que son instrumentos de los esclavistas y sólo sirven para administrar el poder y engañar al humano.
¡Deja de comer hijo y de beber y descubrirás que no las necesitas!
¡Bienvenido a la tradición más antigua de la tierra!