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Mustang lo contemplaba todo desde la mirilla de su casucha. Se sentía adolorido, sin apetito, algo raro le estaba sucediendo, aunque no sabía explicar que era. Un perro, ciertamente, no se hace muchas preguntas y sólo responde a las situaciones, olfatea, siente y también presiente.

Al poco rato, sonó el timbre de la puerta de calle y él, fiel a su papel de guardián, salió a duras penas de su pequeña vivienda y se aproximó a su ama, que salió a recibir a quien llegaba. Era una mujer vestida de blanco, alguien que Mustang ya conocía. Al trote, pese a sus dolencias, avanzaron por el patio para recibir a esa dama.

Algo raro notó en la mirada de su ama. Una especie de presagio cruzó por su cabeza, ahora huesuda y demasiado pesada para su gusto. Su ama le habló con demasiada dulzura y él se apegó a sus piernas como un hijo obediente.

-Perdónanos, Mustangcito, pero tú estás muy mal, sufres demasiado y ahora, para evitarte más dolores, te pondremos a dormir- dijo su ama y él la contempló con sus ojos húmedos e inocentes. De inmediato, la mujer de blanco se acercó a él y le acarició el lomo. Después extrajo de su bolso algo que él ya conocía, puesto que lo habían pinchado en otras ocasiones.
-Debe ser algo bueno, como siempre- dijo el perro para sí. Confiaba en esas manos delicadas que tantas veces habían aliviado sus males.

Su ama lo asió del cuello y le acarició sus orejas. Los ojos de ella brillaban demasiado. Algo raro estaba sucediendo, ya que antes no había sucedido eso. Siempre era amable con él, le servía su comida, y siempre reía. Ahora no, algo estaba pasando.

La aguja penetró su pellejo y un líquido entró por sus visibles venas. Quizás sería mejor entregarse a ese sueño que comenzaba a embargarlo, aliviando poco a poco todos sus dolores. Mustang se sintió transportado a un lugar delicioso, en que todo era agradable. Hasta que perdió la conciencia.

-Ya no hay latidos, señora.
La ama, se agachó y acarició la cabeza yerta de su mascota y se puso a llorar amargamente. Más tarde, una suave llovizna se unió al luctuoso momento.

También murió en aquella jornada, Jorge Rafael Videla, dictador que pagaba sus culpas en una cárcel que parecía hotel.

Sólo Mustang se fue al cielo…


Homenaje a nuestro querido Mustang, que tantas alegrías nos brindó y que ahora descansa en paz./i>











Texto agregado el 19-05-2013, y leído por 63 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
19-05-2013 Ayyy amigo, dulce relato de el mejor amigo del hombre. muy tierno. Cinco aullidos funebres yar
 
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