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LA LECCIÓN
( Sugonal )

Vamos avanzando por un túnel o "manga" de acceso hasta el turborreactor de la American Airlines que nos llevará en vuelo directo desde San Diego a Nueva York. La larga fila de pasajeros se desplaza hacia la puerta del avión. Una azafata les sonríe amablemente cuando entran.

A mi lado camina una mujer bajita, insignificante, cutis moreno, de edad indefinida y vestida con sencillez. Lleva un pañuelo de seda amarrado en su cabeza y un mechón de pelo negro cae sobre su frente. De su hombro derecho cuelga una cartera de cuero repujado con figuras que podrían ser motivos mayas. En su mano izquierda lleva una bolsa de plástico de color verde con inscripciones en español y un dibujo a colores de la bandera mejicana.

Otras tres azafatas están atareadas dentro del avión acomodando a los pasajeros, indicándoles su ubicación y ayudándolos a colocar su equipaje de mano en los compartimentos superiores. Mi lugar queda al lado del pasillo, en una fila de tres asientos.

Casualmente, la esmirriada mujer, a todas luces mejicana, ha quedado al lado de la ventanilla a la misma altura mía, pero al otro lado del pasillo en una fila de dos asientos. Para ingresar a su lugar ha tenido que pedir la pasada al pasajero que ocupa el asiento del pasillo, un norteamericano corpulento de mediana edad, pelo rubio y ojos azules, quien ha debido levantarse. Me pareció que se ha molestado, pues le ha dirigido una mirada poco amistosa.

Estamos volando a diez mil metro de altitud, sirviéndonos el clásico desayuno de las compañías aéreas: zumo de naranja, tortilla de huevos envuelta en papel de aluminio para conservarla temperada, un panecillo, una pequeña porción de mantequilla y otra de mermelada acompañadas de una taza de café.

Miro hacia el pasillo y veo al fornido norteamericano disfrutando su comida, mientras que la mujer ha comido muy poco, zumo de naranja y café. Las azafatas han pasado retirando las bandejas. Me dispongo a leer el periódico que compré en el aeropuerto.

Veo que ella ha plegado la mesita que sostenía su bandeja hacia la parte posterior del asiento delantero, y se ha vuelto hacia la ventanilla con la clara intención de dormir. Antes que logre cerrar los ojos, el norteamericano la toma del hombro y la remece sin mucha suavidad. Ella se da vuelta y lo mira sorprendida. Luego escucho la voz de él diciéndole - ¿ Le gustaría participar en un juego muy divertido?

La mujer, en un inglés con marcado acento, se disculpa cortésmente diciéndole que está cansada y que sólo desea dormir, y se da vuelta hacia la ventanilla. Pero el hombre insiste y vuelve a tomarla del hombro. Con voz fuerte le explica que el juego es muy fácil y tremendamente entretenido.

- Yo le hago una pregunta, y si usted no sabe la respuesta, me paga cinco dólares. Si la responde yo le pago cinco dólares a usted..-dice con manifiesto tono de superioridad. De nuevo ella declina la invitación y se vuelve hacia la ventanilla para dormir.

El grandulón, ahora algo amoscado y antes que se duerma la toma del brazo y le dice: - Bueno. si no sabe la respuesta usted me pagaría cinco dólares; y si yo no sé la respuesta le pagaré cincuenta dólares.

La oferta parece llamar la atención a la frágil mujer. Se endereza en su asiento y se vuelve hacia el norteamericano. Puedo ver retratado en su delgado y moreno rostro lo que piensa: no habrá fin a este suplicio a menos que acceda a jugar. El hombre hace la primera pregunta.

- ¿ Cuál es el planeta que está más cerca del sol?

La mujer medita unos momentos, y sin pronunciar palabra saca de su cartera un billete de cinco dólares y se los pasa al hombre que los recibe con la suficiencia de un campeón. Le dice que ahora es el turno de ella. Después de un momento, ella pregunta:

-¿ Qué es lo que sube una escalera con dos patas y la baja con tres?

El hombre la mira sorprendido y comienza a pensar. Al cabo de unos momentos se agacha y recoge del piso un computador portátil que lleva, y comienza a buscar activamente entre sus referencias. Puedo ver con el rabo del ojo lo que hace y noto que con su Modem y el Airphone busca en la red y en la Librería del Congreso.

Frustrado, veo que escribe una serie de mensajes cortos que supongo son emails a sus amigos más letrados, buscando la respuesta deseada. El tiempo sigue pasando. Calculo que ya va más de media hora.

Aparentemente todos sus esfuerzos han sido en vano, pues lo observo llevar su mano al bolsillo trasero de su blue-jean, extraer su billetera y sacar dos billete de veinte dólares y uno de diez. Remece a su oponente la cual despierta del plácido sueño en que estaba sumida. Lo mira y sin comentarios toma los tres billetes, los guarda en su cartera y se acomoda para seguir durmiendo.

El norteamericano cuyo rostro está más colorado que antes y que parece más que fastidiado, después de un par de minutos vuelve a despertarla y le pregunta con rudeza:

- Bueno, ¿y cual es la respuesta?

La insignificante mujercita, sin decir una sola palabra, abre su cartera, saca de ella un billete de cinco dólares, se los pasa al hombre y se da vuelta hacia la ventanilla para seguir durmiendo...


12/05/2005 C: 105530




Texto agregado el 06-06-2013, y leído por 169 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
09-06-2013 Muy bueno, no es necesario usar la fuerza para aniquilar a vanidosos... =D mis cariños dulce-quimera
08-06-2013 Jajajaja insignificante;pero inteligente. Muy buena historia. Lo que admiro mucho son las descripciones,te fijas en detalles que para mí pasan desapercibidos. Extraordinario... Ummm,un siete Gus****** Victoria 6236013
06-06-2013 Buena historia y como siempre usted la hace entretenídisima Carmen-Valdes
06-06-2013 pareciera una gran anécdota, es lo bonito de esta historia. adrian_louis
 
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