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CAPITULO 1
ALMA PERDIDA
Había una vez un balcón o mejor dicho un balconcito por qué no era más que eso, solo tenía un metro de largo por noventa centímetros de ancho, era simplemente diminuto, pintado de un nostálgico verde y apuntillado a un mojoso piso de madera. Este balconcito esta y digo esta, porque es verdad, está sembrado en un deteriorado segundo piso de una pintoresca casa color amarillo con destellos blancos. en ese lugar y como si fuera una trinchera gracias a veinte bolillitos verdes que cercan la fortaleza. Todas las mañanas un anciano llamado Fraile Bastillo se sentaba sobre un pequeño cajón de madera, desde donde regalaba los buenos días a la fría capital colombiana usando un carcomido violín de marca famosa. De ese violín se desprendían antiguas joyas del folclor colombiano como el aclamado Bambuco Almirante, canción que tanto sonó en la radio de antaño. Pero la música fabricada por los dedos torcidos de Fraile Bastillo, siempre se quedaba a medio tocar o más bien, a medio rasgar, debido a la mala memoria del anciano, en parte por tanto dolores físicos, exceso de soledad o quizás por el Alzheimer que lo abrazaba desde hacía unos años. Fraile no recordaba muy bien ninguna de las canciones tocadas al amanecer, o bueno eso decía la mayoría de las personas cuando pasaban por esa calle del barrio la candelaria, siempre que lo escuchaban tocar.
El señor Bastillo había sido en tiempos pasados un famoso violinista, respetado por todos, quien tuvo la fortuna de viajar por el mundo y enamorar a un sinfín de personas con su elegante música.
Pero todo eso, en su tétrico presente, no eran más que lejanos recuerdos y tortuosas anécdotas, que pacientemente vivían alquiladas en el alma de Fraile, un anciano casi errante detenido por su edad en el centro de Bogotá.
Quienes conocían al "viejo fraile" como lo llamaban por irrespeto más que otra cosa, no creían ni lo más mínimo, sus "tales" triunfos, alegando entre burlas, que las "grandezas" del violinista, no eran otra cosa diferente a patrañas, ya que "el rabietas" de fraile bastillo quien tenía más apodos, en vez de amigos, era considerado en todas las casas aledañas y hasta en la suya, como el más loco de los locos, además de un maniático mentiroso.
Fraile Eustasio Bastillo Santa María, vivía en medio de un gigantesco desorden, al que el plácidamente llamaba hogar, y su hogar no era nada más que unas cuantas paredes profundamente desgastadas en la parte inferior, Llenas con dibujos de notas musicales, hechas con carbones negros y trocitos de ladrillos rojos, siendo la clave de sol, la mona lisa entre las partituras inmortalizadas en ese sitio. En el pintoresco lugar también había un retaso de cocina, en la que dos ollas viejas de peltre, tres vasos plásticos mordisqueados en su redondel, un plato de loza china quebrado en la punta y una retorcida cuchara sobreviviente a mil guerras, convivían intranquilamente al compás de un sinfónico baño goteante que arrullaba a Fraile, hasta cuando el “viejo” lograba entregarse a las manos de Morfeo durmiendo como el mas inocente de los niños madrugada tras madrugada, en una pequeña cama, que luchaba contra todos y contra nadie, tratando de hacer respetar su casi inexistente espacio, siendo un viejo y mediano armario, tanto juez como verdugo en tan milenaria disputa.


CAPITULO 2
LA MADERA VIVIENTE
Una noche antes de irse a dormir, rompiendo por un instante su lapidosa rutina, Fraile Bastillo, huesudo al extremo, mas arrugado que un bandoneón argentino, poseedor de una estatura torturante, por lo cerca que esta el techo del suelo en esa vivienda, vestido siempre con pijamas y pantuflas deterioradas por tiempo además de muchas posturas, ¡agarro su antiquísimo violín!, ese que era más viejo que él, siendo esto ya mucho decir, con el fuerte deseo de tocar "el limonar", canción perteneciente también a la cultura musical colombiana, melodía inmortalizada por garzón junto a collazos. Y así lo hizo hasta donde se acordó. Pero o ¡sorpresa!, después de terminar la "faena" musical, dejando tirado el violín nuevamente en el más sucio rincón de la casa, ocurrió eso impensable he imposible, pero de cierta forma anhelado. Bueno me atrevo a decir anhelado, la verdad no lo sé aun, solo el tiempo, con sus absurdos afanes lo dirá o demostrara. El viejo violín le hablo fuertemente a su arcaico y canoso amigo, diciendo: -- ¿dónde dejaste olvidada tu vida amigo fraile? --, el anciano, haciéndose el sordo se dirigió a la cocina, prendió una calilla, seguido se acostó en su ruidoso catre, acomodando las posaderas junto con la torturante espalda, entre los alambres de la cama desalineada.
Fraile respiro profundo más profundo de lo normal, por esta razón gracias a la calilla cancerígena tosió demasiado, carraspeando su garganta como si esta fuera un tambor. Pasaron varios minutos más, hasta que la tos llego a su fin y la garganta consiguió clemencia por parte de su escuálido dueño,



Y Fue ahí en ese segundo exacto cuando Fraile Eustasio respondió estas palabras a la madera viviente, teniendo sus ojos sembrados en el conejo reinante en la luna llena: --¿dónde deje olvida mi vida?, en el mismo lugar en el que usándote a ti, quien me llenaste de tantos peligrosos prestigios, desprecie mi buena suerte, doblegándome ante una mujer perfecta, de oscuro espíritu, extrema inteligencia y desbordada belleza.
(Como ya han notado, para Fraile sentir a su violín hablando, no fue algo fuera de este mundo, simplemente fue momento poco probable pero ordinariamente posible, sobre todo para alguien de ochenta y ocho años de edad, quien fuma demasiadas calillas o tabacos dependiendo de que tanto dinero tuviera, como si estas antorchas humeantes no evaporaran su vida).
Esta misma indiferencia también la percibió el instrumento de cuerdas, que en silencio veía como fraile besaba su cigarro, mientras la ceniza decoraba su cuarteado piso de tablas de almendro, por esta circustancia el violín hablo: --no fue mi culpa que hallas cambiado tus sueños por una mujer--. Inmediatamente, fraile se levantó de la cama, agarro el violín con su temblorosa mano derecha, abrió la única ventana corrediza del lugar, salió al balcón, a ese mismo balcón donde inicio este cuento, arrojando el violín a la mitad de la calle solitaria. Después de esto fraile lleno de silencio adobado con una fea mueca en sus labios, deseo regresar prontamente a su cuarto, el frío de la noche rápidamente estaba bailando bambuco en sus rodillas. Al ingresar a la casa, se acostó otra vez en la cama, y tras unos minutos, que perfectamente le permitieron terminar de fumar su cancerígeno humo dijo: --¡ahhhh! es hora de dormir, ese violín quien se cree, ¡"linda la melodía"! Venir a molestarme a tan altas horas de la noche--.



CAPITULO 3
UNA GRAN NOCHE PARA PARTIR
Tres horas más pasaron después del extraño suceso, evento que no permitía al “viejo” poder conciliar el sueño, razón por la cual Fraile Bastillo acostado en su cama o bueno a lo que él llamaba cama, fumo y fumo más que nunca, creyendo que la fumata lo tranquilizaría ayudándola a soñar.
Los cigarrillos de tanto en tanto ya se habían terminado, por esta razón el deseo de dormirse fue aun más fuerte. Pero Fraile daba vueltas en el catre sin lograrse dormir, cargado con impaciencia además de una fuerte rasquiña en la nariz, y así paso otra hora más en el reloj, hasta que por fin el anciano estuvo a un suspiro antes de dormirse, siendo ahí, en ese momento en donde no se puede diferenciar, si se está dormido o despierto, el violín volvió a expresarse diciendo: --ojala fuera tan fácil arrojar nuestros miedos por las ventanas, el mundo sería más sencillo y sus problemas más llevaderos--. ¡Fraile pego un brinco que por poco lo deja estampado en el techo de su cuarto! Y dijo: --como es posible que estés otra vez aquí, si te acabo de arrojar, vi cómo te partiste en cuatro pedazos--. El violín se trepo hasta las piernas de fraile, quien no se cayó de la cama de ¡milagro!, seguido el instrumento soltó una irónica carcajada diciendo: --no puedes deshacerte de tus recuerdos, de tus anhelos y muchos menos de tus sueños, por muy viejo y desmemoriado que te creas--.



En el lugar se dibujó un oscuro silencio, para fraile ver que su violín había regresado del más allá, representado por las tortuosas calles solitarias de la candelaria, lo había dejado sin aliento y casi le arranca el cuello, pero nuevamente haberlo escuchado hablar, le pareció normal. (quizás sea ese, uno de los privilegios de las largas edades, entender que todo es posible y que lo imposible simplemente es algo incomprendido, incluyendo hasta lo más ilógico eso que muchos llaman con orgullo, locura).
El violín, que usaba sus hilos como labios exclamo: --no debiste preferir a esa mujer, en vez de tus sueños, cuan famosos éramos, nos devorábamos el mundo, hasta que conociste a esa mujer olvidándote de todo. Me tiraste en muchos rincones al olvido, lujosos espacios tengo que reconocértelo, pero frías esquinas al fin y al cabo. Dejaste que los años pasaran y cuando despilfarraste hasta la última de tus sudadas monedas, llegaste aquí a este mismo lugar, la casa de tus padres, quienes muertos yacían, mucho tiempo antes de que tú volvieras. Tanta gloria tuvimos, tanto dinero, aplausos, castillos dominados por tu manos y ¿que existe de eso?, nada, y la nada es mucho en este momento si hablo de ti, y es que el problema no es caerse, es encontrar la forma de levantarse cuantas veces sea posible, pero tu jamás entendiste eso--.
Fraile Bastillo al escuchar las palabras del mejor y más confidente de sus amigos, quien se había disfrazado como el peor y el más fuerte de sus oponentes en ese momento, sentía como se arrancaban tormentas de sus ojos, esos mismos luceros que estaban agarrados a su rostro, como pidiendo ayuda al infinito para no caerse, a causa de tantas grietas llamadas arrugas.

Bastillo guardo silencio, entendió que sus palabras serian muros sin cimientos en ese momento, igual que intentar construir paredes en medio de arenas movedizas. Fraile Se arrojó en el suelo, invocó la ayuda divina, pero no sabemos si el mensaje llego a lo profundo de la galaxia, o por lo menos a las orillas del cielo.
El violín viendo el desarraigó por la vida que mostraba el anciano en ese momento, volvió a usar sus cuerdas diciendo pero ensa vez en tono muy dulce: --fraile, yo no vine a sazonar más tu tristeza, estoy aquí para entregar una caricia a tanto dolor, ese con el que has añejado después de tantos años tu vida --. Al escuchar esto, Fraile Bastillo se levantó del suelo con lentitud, sin borrar de su mirada la silueta del violín, después mojo sus labios mientras amaraba con la poca fuerza que tenia la pita de su pijama. Seguidamente volvió a tomar entre sus manos a el violín, pero esta vez con delicadeza, manos en las que el olor perpetuo a calilla, jugaba plácidamente a ser Cristóbal Colon, en otras palabras el humo conquistaba sus dedos y dijo: --violín no te entiendo, pero desde el mismo momento, que llegue a vivir a la casa de mis padres, he deseado esa caricia de la que tú hablas--. El violín sintio verdad y desconsuelo en lo dicho por Fraile Bastillo y se expresó: --un violín sin su amo, no es más que un ordinario y en muchos casos, tan solo, un costoso pedazo de madera, pero el amo sin su violín, es un ser sin alma, puesto que yo soy tu alma y tu mi amo, hoy vengo a devolverte tu alma y a recuperar lo que algunas fuimos, tómame, siéntate en el balcón, arrulla a la luna llena, recuerda que las estrellas siempre se han vestidas de gala, esperando con paciencia cada año por tu regreso, desde la silla que compraron en el firmamento por ti y para ti, Bríndales el más grandioso de los conciertos, más inmenso aun que ese que tocamos, debajo de los luceros titiritantes en el teatro de Pamplona, allá en España.
Fraile quedo iluminado por tan palabras hermosas pronunciadas. Después se levanto de la cama diciendo: --ya vuelvo mi amigo, con una sonrisa salvadora en su rostro que hacia entender al violín, que sus palabras cumplieron su objetivo, poder devolver a la vida a un ser prácticamente inerte. Fraile llego hasta su polvoriento armario, heredado de sus padres, y al abrirlo, un hermoso traje de copa perfectamente planchado dentro de una porosa y delgada bolsa, la que parecía se podía romper con un estornudo, estuvo ante sus ojos, además unos zapatos de charol que tenían una delicada hebilla plateada en su lengüeta, le daba las buenas noches junto con una cálida bienvenida. Fraile Saco el traje de la bolsa, con toda la delicadeza posible, de la misma manera que se pega con cintas un envejecido billete de mil pesos, después suavemente poso la bolsa en la cama al lado del violín, y detallo el hermoso traje. El esmoquin miró a Fraile igual que a un muerto que vive y expresando sus sentimientos dijo: --toda mi vida, desde el mismo momento en el que el costurero lacero mi carne con sus filosas tijeras para fabricarme a tu medida, he anhelado este momento que se avecina de triunfo total. Seguido Fraile Bastillo miro los zapatos, quienes expresaron practicamente la mismas palabras que el traje gala, usando el brillo perfecto de la hebilla plateada.
Fraile se retiró su pijama, ingreso al baño y después de una ceremoniosa ducha, se acicalo. Afeito sus barbas, engomo su pelo, cepillo con el mayor de los respetos sus cuatro picados y endebles dientes. Completado su aseo personal, ¡agarro! unos hilitos de tela a los que llamaba toalla, secándose perfectamente. Sin demorarse se puso ropa interior, de regreso a su estancia, tomo el traje, el cual sin ningún desperfecto en su tela, había colgado en el espaldar de una mecedora chillona. Después de cambiarse y lucir perfecto, busco en el armario unas medias negras que aún permanecían en su empaque original, regaladas hacía mucho tiempo en alguno de sus esporádicos cumpleaños, a los que solo venían dos o tres personas.

Seguido de ponerse las suaves medias de algodón, introdujo sus torcidos pies en los imponentes príncipes de su armario, los zapatos de charol. Fraile estaba glamorosamente vestido para la purificadora ocasión. Llego hasta su violín, y al verlo noto, que aquel carcomido instrumento ya no existía, el violín también se había preparado para su máximo evento, lucia hermoso, sus cuerdas estaban absolutamente nuevas, el pomposo barniz chispeaba con la luna, su traste reslandecia con elegancia, igual que su diapasón con teclas doradas. Fraile llevo el violín hasta su nariz y al sentir el olor de pino recién cortado, mezclado con la fragancia a pintura nueva, se devolvió hasta sus inicios como músico profesional, reviviendo a flor de piel de gallina, esos días de su gran esplendor. El violín noto la alegría del anciano y recito: --si ves Fraile, te he devuelto tu alma, ya que, yo soy tu alma y tú mi carne--. El anciano se rió, “despertando a todas las palomas de la plaza de bolívar”, sus carcajadas eran incontrolables, igual que un niño al jugar entre los protectores brazos de sus padres.
Fraile buscó el pequeño banquillo de madera, despues se sentó en el balconcito como cada mañana. Pero esta ocasión era especial, la noche dominaba el cielo, ese firmamento se había convertido en una sombrilla inundada de estrellas, que lo arropaban de manera embriagante, Fraile entendiendo que el universo había vendido toda la boleteria, para su regreso a la vida.
El silencio de Bogotá en plena madrugada era inigualable, pero nuevamente fue interrumpido por fraile, al hacer un extraño sonido con su garganta, mientras acomodaba el violín en su hombro derecho, y disponía la espada para iniciar la batalla musical.

La magia inicio por qué no era otra cosa lo que estaba naciendo, las primeras notas vivientes fueron frías y tibias, es decir acordes lentos tan lentos como fuera posible lograr, seguidos de unas partituras un poco más rápidas y luego de unos minutos de tan real sinfonía, que adoradora la perfecta creación divina, propios y extraños inundaron la calle vestidos con sus ropas de dormir, también los ventanales de las históricas casas vecinas fabricadas en la época de la conquista española, se convirtieron en palcos de lujo, para tan majestuoso evento. La música fue pacifica embriagante inigualable, la cantidad de personas asistentes al concierto fueron muchísimas, incontables hasta para este fantástico relato.
Canción tras canción, el nivel de fraile para interpretar el violín fue cálidamente mayor, la música entregaba sonidos jamás antes escuchados, sin duda aquel violín tiene alma y esa alama viva entre los dedos del músico, todos los asistentes al concierto aclamaban sin detenerse, quienes conocían a esa persona que transformo la noche en algo sumamente especial, aclamaban su nombre una y otra vez.
La paz inundo a el barrio la candelaria, gracias a que el violín también era un ser viviente, y todos lo sabían, era imposible que un ser inerte participara de tanta belleza musical, era la unión perfecta, no eran dos quienes creaban la sinfonía, era solo uno, un solo espíritu divido en dos materias amarradas a un mismo latir. Nada incomparable se volvería a escuchar sin duda, este era un concierto de despedida y así lo entendieron todos, y las lagrimas de alegría regaladas por fraile así lo a entender. La música siguió y siguió hasta lograr su objetivo, devolver por completo a Fraile Bastillo y a su violín un alma perdida en el holocausto del desamor. Alma que retornaba a sus dueños, esa que yo llamo: “el alma del violín”.
La quinta hora de la mañana llego sin pausa y con rayitos de sol, Fraile se despidió de todos los asistentes a su recital, levantando las manos, en las que el violín resplandecía como lo que era, el más perfecto de los trofeos o el mejor de los amigos, Fraile hizo gestos de agradecimiento y de despedida a todos los asistentes que lo aplaudieron sin parar por varios minutos. Después volvió a su diminuta habitación, pero que se sentía más grande que nunca y es que una alma limpia hace grande cualquier espacio. Fraile Bastillo cerro la ventana, lentamente todas las personas se fueron, el homenajeado los miraba por detrás de la cortina con una suave sonrisa, los vecinos agrupados en los ventanales se volvieron a dormir o se fueron a bañar para irse hacia el trabajo con las vida recargada de esperanza y amor.
El sol broto con más fuerza, pero fraile esa mañana no saldría al balcón a cumplir con la rutina de su existencia, su misión estaba cumplida, los días de salir a lastimar a su amigo y a el mismo habían terminado para siempre, por esta exclusiva razón se sentó en su cama con deseos de dormir hasta cuando se cansara de hacerlo, pero antes de cerrar su ojos dijo: --es verdad violín lo que me dijiste, un violín sin su amo, no es más que un ordinario y costoso pedazo de madera, pero un violinista sin su violín es un ser que ha vendido su alma por tres pesos y ha arrancado de su violín la vida sin preguntarle nada--. Al escuchar estas palabras, el violín respondió plácidamente, --han sido grandes melodías inéditas, las que fueron creadas esta noche, sin esperar nada a cambio solo el deseo de estar vivo y feliz--. Fraile grabo las palabras del violín en su ser, igual que en su piel erizada y habló: --perdóname por haber olvidado mis sueños tanto tiempo, me llene de nada y olvide que siempre se puede empezar de nuevo y lograr nuestros sueños, aunque el supuesto amor de tu vida no te valore--.


Inmediatamente el violín respondió: --ya no tengo nada que perdonarte, porque en paz me encuentro y sé que tu también los estas, tus lagrimas limpiaron todo lo que somos, me alegro por esta madrugada que paso, es la razón por la cual volví a ti, pero te reconozco, muchas veces tal vez no quise volver a tus manos, no sabía si tú querías devolvernos el alma, por eso vine antes, Ahora Fraile Bastillo si puedes hacer eso que deseas desde hace tantos años, Poder descansar, ya nada te a atormenta y veras que yo estaré a tu lado en ese viaje, nos irá bien te lo prometo mi amigo--.
Fraile Bastillo pinto en sus casi invisibles labios una gigantesca sonrisa y dijo: --si, es tiempo de partir, yo también lo creo así violín--, a lo que el violín contestó: --si, con todo esto que a ha pasado, nos espera una larga gira de conciertos y muchas travesías, durmamos necesitamos retomar fuerzas para lo que va a pasar. Pero sabes una cosa fraile, hablemos un ratico más antes de tu partida, Los dos sonrieron y lloraron de felicidad recordando uno a uno muy lentamente sus mejores años.
Cuando todas sus historias fueron recordadas, Fraile poso otra vez su violín en la cama, después se quitó los zapatos guardándolos con respeto y amor como lo que eran, integrantes de la realeza, después se quitó el traje, lo colgó en un gordo gancho de madera, tomó la bolsa nuevamente sin respirar para no lastimarla, y arropó el traje con el plástico guardándolo en el armario. Nuevamente el traje hablo diciéndole: --siempre estaré aquí pase lo que pase, en esta vida o en la otra, esperando por ti, para ser cómplice de tus sueños esos que ahora sin duda volaran más lejos que nunca--, ha esta promesa Fraile respondió: --gracias, jamás lo olvidare sin duda viajaremos juntos en el largo camino que aún nos falta.

El anciano retomo su pijama de “cebra pensionada”, seguido apago las luces después abrazo el violín, y teniéndolo junto a su corazón se acostó, pero antes de dormirse dijo: --que duermas plácidamente violín-- y el violín contesto: -- bueno ya amaneció pero igual te digo hasta mañana Fraile bastillo, no te olvides que nos espera una inquebrantable cita, y a ese comentario Fraile respondió pausadamente: --es verdad--. Después de uno corto cuchicheo ambos amigos se durmieron. Despertándose para siempre.













CAPITULO 4
DESPUÉS DE LA MAGIA
A la mañana del siguiente, veintiocho horas después de que los grandes amigos se acostaron a dormir, Doña Avelina viuda de Piragua, sargento de las huestes del ejército colombiano de antaño, llego como cada miércoles a eso de las diez mañana, a traer el desayuno y hacer supuestamente algo de aseo. Fraile la tenía “contratada” para que así lo hiciera una vez por semana, Doña Avelina toco pero no encontró respuesta, rápidamente busco en su ancha faldota, producto de su gordura y sus cortas pero grandes piernas, la llave que Fraile le había entregado por si algún día él no estaba, claro eso nunca había ocurrido hasta esa mañana.
Después de abrir la puerta y llegar hasta la cama la señora Avelina dijo: --¡don fraile aun duerme!, no recuerda que hoy es día de hacer mercado y por lo que veo ya no tiene ni cigarrillos, ¡hay don fraile, viejo sin vergüenza! usted esta fumando demasiado, tanto humo un día de estos le va a hacer daño, vea que mi esposo siempre me decía:“ hay mija, el tabaco es como los bancos, te das cuenta de todo el mal que te hacen, cuando ya no puedes hacer nada”.
Pero la doña no sintió ni el espabilar de las moscas, Fraile seguía durmiendo profundamente, algo extraño estaba ocurriendo ya que doña Avelina tenía un pito en la garganta y era imposible dormir estando ella presente, Fraile dijo alguna vez: --esta señora en su juventud debió trabajar en un circo partiendo vasos o algún otro tipo de cristal usando sus alaridos--, a lo que Doña-doña como la llamaba Fraile, no le parecía nada gracioso.

El escándalo de Doña-doña retumbada el desmoronado lugar, hasta cuando Avelina grito: --¡mi madre! este señor está muerto-- Doña-doña, inundada de miedo quien creía en fantasmas y brujas, Sintió en peligro su fofa existencia, por ello salió corriendo en busca de la policía, al bajar las escaleras y estando en las calle, vio tirado en el suelo partido por completo a el violín de Fraile Bastillo, siendo las cuerdas lo único que no estaba quebrado por obvias razones, Doña-doña lo recogió de suelo diciendo: --¿este es el violín, del viejo fraile, que hace aquí? ¡No señor! me voy a buscar a los policías--.
Doña Avelina llego a la estación de policía gritando, como si estuviera loca, de inmediato una docena de uniformados de verde oliva la rodearon, preguntándole que le pasaba y ella contesto: --acaba de ocurrir una tragedia, el señor fraile está muerto. Los policías no entendieron muy bien a que o a quien se refería la señora, solo el mas maduro de los policías un hombre de cuarenta años, corpulento con cabello y bigote rubio, expreso: --¿el anciano que hace un ruido horrible con un violín destartalado esta muerto?, ¿el que vive por la carrera tercera?--. Si ese mismo ¡grito! Doña-doña, los demás policías inmediatamente dijeron: --mi sargento usted conoce al muerto--, --claro que lo conozco yo vivo por ahí cerca, además muchas veces han venido a esta estación a quejarse de la bulla que todos los días hacia ese anciano--. Doña-doña empezó a llorar diciendo: --por favor ayúdenme, no es momento de críticas, necesito saber que le paso al señor fraile, ¡oh no ahora que voy hacer se murió fraile!--.
La señora Avelina lloraba desconsolada, los agente de policía estaban desconcertados no sabían qué hacer, de repente el sargento dijo: --Macías, Rodríguez lleven a la señora a la casa de Fraile Bastillo, váyanse en la patrulla yo mientras tanto me encargare de llamar a las personas encargadas en hacer la investigación, yo más tarde llego allá--.
--Vámonos señora el tiempo es oro--, dijo Macías, un joven delgado, de nariz grande y piel blanca, si señora es verdad --vámonos ya-- replico Rodríguez un policía chocoano de piel morena y grandes dientes. La señora Avelina saco fuerza de donde al parecer no tenia, para montarse en la patrulla de la policía, después se marcharon en busca de fraile, con la extraña esperanza de que tan solo estuviera dormido.
Dentro de la casa los agentes subieron rumbo hacia el segundo piso, algunos inquilinos salieron a mirar que ocurría, el llanto de Doña-doña, provoco que todos llegaran a la puerta de la habitación. Adentro del mágico cuarto, Macías y Rodríguez revisaban el cuerpo del músico. minutos después abrieron la puerta, Macías que tenia mas mando entre los dos policías, tomo la vocería diciendo: --es cierto señora, el anciano esta muerto mi más sentido pésame, de inmediato todas las personas incluida Doña Avelina quedaron enmudecidas, pero de repente los gritos de Doña-doña fueron más insoportables que nunca, razón por las que los inquilinos decidieron volver a sus habitaciones con sus ojos llorosos, porque aunque Fraile Bastillo era algo cascarrabias para cobrar los arriendos, algunos le tenían cierto aprecio o cierta lastima. Doña Avelina pregunto a los agentes: --¿y ahora qué hago? Yo era la única persona encargada de administrar y de ayudar al anciano, además creo que alguien lo mato, yo encontré su violín tirado en la calle partido en varios pedazos--.

Las declaraciones de la señora, llamaron la atención de Rodríguez y Macías: --por que dice eso señora de que violín habla usted--, de inmediato Dona Avelina respondió: --del violín de Fraile, con el que tocaba sus canciones todos los días--. ¿Y donde esta ese violín? pregunto Rodríguez, --esta guardado en mi casa, lo deje hay antes de ir a buscarlos a ustedes--.
En ese momento cuando los policías trataban de entender entre el llanto de la inconsolable mujer, que había ocurrido en aquel cuarto con Fraile Bastillo y su violín, la puerta sonó fuertemente como si alguien deseara demoler la casa, Doña-doña paso a paso bajo las escaleras sin ningún afán, después abrió la puerta y dejo entrar a los investigadores de la policía junto con el sargento de apariencia amarilla.
Las horas pasaron, después de muchas fotos y tomar un sinfín de testimonios, el cuerpo sin vida del protagonista de esta historia fue metido y llevado en una bolsa negra para su estudio, intentando saber así el origen de la muerte, la policía también se llevo el violín para hacerle pruebas, y determinar si posiblemente aquella versión del asesinato podía ser cierta o no.
Después que se marcharon todos los curiosos y los policías, Doña-doña cumplió como cada miércoles con su trabajo eso si llena de dolor pero voluntad, y fue así que logro organizar la casa, lavar los trastes, barrer, limpiar el baño, dejo la vivienda en condiciones inigualables, jamás había estado la casa tan limpia, y tan vacía, un combinación nunca antes vista desde hacía mucho años en ese lugar. Poco después La noche cayo y con esa noche se daba por terminado el contrato con su amigo Fraile, quien aquella señora conoció una tarde no hacía mucho tiempo, en un mercado cercano, cuando el anciano trataba comprar frutas para comer sin tener dinero, y fue la ayuda de Doña-doña ese día lo que doy origen a un amor puro por parte de ella hacia el, amor que doña Avelina guardaria para siempre. Probablemente fue ese sentimiento tan puro el responsable, de la chispa que doy origen al re encuentro entre Fraile y el violin.



CAPITULO 5
LA OTRA CARA DE LA MONEDA
Cuatro días pasaron en este relato, de los policías Doña-doña no recibió ninguna llamada, la que si hizo llamadas fue ella, tratando así poder contactar a los familiares de Fraile, pero en la vieja agenda telefónica que encontró en la casa del anciano, no pudo hallar números que le sirvieran. Aunque si encontró un número de teléfono que le funciono, claro no estaba en la agenda, estaba escrito en una pared en la casa de fraile con un ladrillo rojo. Varias veces Doña-doña llamo, timbraba y no contestaba nadie. Tan solo después de muchos intentos la llamada fue una realidad: --Alo--, --si buenas noches-- respondió una voz masculina, --¿hablo con algún familiar del señor Fraile Bastillo?--, pregunto con vos chillona la señora Avelina. –Sí--, respondió aquel hombre en un tono soberbio. Doña-doña de cierta manera se había alegrado, sabía que era necesario poder informar a los familiares de Fraile su muerte y así ellos podrían asistir al velorio que ella le estaba preparando. Doña-doña volvio hablar: --¿caballero usted que parentesco tiene con el señor Bastillo?, pero la persona no respondió su parentesco con Fraile, todo lo contrario hizo una pregunta: --¿le paso algo a Fraile Bastillo?--. Doña-doña respiro profundo diciendo: --¡el señor bastillo a muerto! --¿cuando murió?-- preguntó aquel señor.
Doña-doña sintió indiferencia en la voz de esa persona y dijo: --murió hace cuatro días, la policía está investigando la causa de la muerte, se averigua si fue muerte natural o si fue algo más--. --Esperemos que hay ya sido muerte natural-- respondió cortantemente el hombre y pregunto: --¿cuándo es el entierro?--, Doña-doña hablo: --cuando me entreguen al señor Bastillo, supongo que será ya en estos días.

La señora ya estaba impaciente por saber quién era este hombre que hacia tantas preguntas y ¡exclamo! : -- señor quien es usted--, porque su número de teléfono está escrito en la pared del señor Bastillo. El hombre dijo: --mire señora ¿cómo es su nombre?, me llamo: --Avelina-- respondió tajantemente. Seguido aquel hombre dijo: --Avelina viuda de piragua, si se quien es, Fraile me hablo de usted un Par de veces--. Doña-doña se molesto por estar hablando con este señor, que sabía más de ella, que ella de él y dijo: --mire señor dígame quien es usted por favor--. El extraño hombre respondió lentamente: -- mi nombre es Fraile Bastillo, famoso violinista, y le pido de todo corazón mi señora, no llame más nunca ha esta casa--, al finalizar sus palabras el hombre colgó,
La señora Avelina viuda del general piragua, no entendió porque aquel hombre había dicho esa mentira tan grande, pensó que debió haber sido algún desocupado, de eso que debían plata a Fraile por algún alquiler y que no le pago. Doña-doña no presto mucha importancia a la llamada con ese señor tan grosero, se dedico más bien a seguir llamando y llamando nuevamente a los números del cuadernillo, pero nadie más contesto, la libreta tenia números muy viejos que ya no servían para nada. Y así Doña-doña decidió dar por terminada la búsqueda de familiares del señor Fraile Bastillo. He inicio con los preparativos para el funeral de quien fuera su patrón.
Claro que eso de patrón, no era más que un decir, Doña-doña ayudaba al anciano por que se sentia como su ”hija”, ella tenía mucho dinero, producto del trabajo de su esposo, quien le dejo una casa elegante junto a una gran pensión vitalicia y más adornos militares de los que una persona puede colgar en un pared por muy grande quesea.
El cuarto día termino, Doña-doña quien vivía sola porque nunca tuvo hijos pero si muchas empleadas domesticas, se fue a dormir, esperando que en los próximos días le entregaran el cuerpo de su amigo, para poderlo velarlo como se debía de hacer, también esperaba que le entregaran el violín aunque lo veía mucho más complicado. El deseo de Doña-doña era enterrar a Fraile y al violín, y asi ellos pudieran dormir juntos por siempre.
A la mañana siguiente temprano a eso de las nueve en punto, sonó el teléfono negro, en la casa de doña Avelina, quien ya estaba despierta desde muy temprano, ansiosa por que el teléfono repicara, por esta razón contesto angustiosamente: --Alo, Alo con quien hablo--, ¿doña Avelina preguntaron?, --si soy yo ¿con quién hablo?--, habla con el sargento Ernesto Belandia ¿se acuerda de mi? Yo estoy llevando el caso del señor Fraile--, --Si claro sargento lo recuerdo, pero no me sabia su nombre o apellido--, --es verdad yo no le había dicho mi nombre, en fin, la llamo para comentarle los resultados arrojados en las investigaciones por la muerte del señor Bastillo--, --si coménteme sargento por favor--. --El señor bastillo murió de muerte natural, el consumo de tabaco acabo con su vida, ese es el resultado de la investigación--. Doña-doña irónicamente sintió paz, saber que su teoría de un supuesto asesinato estaba equivocada la tranquilizo en gran manera y hablo: --no sabe cuánta tranquilidad me da saber eso--.
En ese momento el sargento la interrumpió: --bueno, la investigación no termino hay, cuando entrevistamos algunos de los vecinos que viven en las casas, de al afrente y de los lados a la vivienda de la señor fraile, encontramos que, fraile fue visto tocando su violín en la madrugada hasta casi el amanecer, de hecho hay reportes por llamadas hechas a la policía, donde de los vecinos del sector se quejaban por una fuerte bulla que hacia el anciano, además se dice que fraile bastillo parecía como si estuviera loco, Hablaba solo, gritaba, saltaba y movía sus manos de forma extraña, pero antes de todas estas quejas, alguien también llamo a la policía comentando que un señor en el barrio la candelaria, arrojo un violín por la ventana, Por esa razón usted encontró en la calle al mencionado violín señora Avelina--.
Al escuchar tan triste relato, Doña-doña solo pregunto con gran tristeza lo siguiente: --cuando me entregaran a fraile, yo soy la única persona que está pidiendo su cuerpo--, el sargento sintiendo el desconsuelo de la mujer y respondió: --ya puede hacer todos los trámites, para hacerle cristiana sepultura a Bastillo, Señora Avelina lamento tener que entregarle toda esta información tan extraña referente a los últimos momento de vida del señor Fraile Bastillo--. Doña-doña respondió: --No se preocupe sargento yo se que él murió tranquilo y eso es lo importante, que tenga buen día--. El sargento no supo que mas decir y repitió las mismas palabras de Doña-doña, que tenga buen día y hay termino la llamada que tanto espero Avelina de Piragua.










CAPITULO 6
LA LLEGADA DE FRAILE BASTILLO
Al octavo día de ocurrida la muerte de Fraile Bastillo, la casa de Doña-doña estaba prepara para la gran ocasión, habían flores decorando cada rincón de aquella vivienda de un solo piso, Doña-doña ordeno dos días antes a sus empleadas desempolvar las vajillas de plata los floreros italianos y demás lujos, que su esposo le había traído en cada uno de sus tantos viajes a Europa, de la misma manera las cinco grandes alfombras color mostaza fueron lavadas, sacadas y puesta con gran uniformidad por todo el piso. Las ventanas brillaban más que nunca, todos los portarretratos del general piragua abrazando a su esposa decoradores de un buen número de repisas fueron pulidos uno por uno. La casa olía a incienso, para Doña-doña la llegada de Fraile, se había convertido en el centro de su existencia. Por esa razón necesitaba que su hogar estuviera más limpio de lo habitual, los jardines del patio trasero y delantero fueron cortados a perfección por enrique, un joven de dieciocho años, que cada ocho días se encargaba de esta labor, Doña-doña pagaba a este joven muy bien por su labor. Como era de esperarse la anfitriona, esta impecable, un hermoso vestido blanco con encajes en satín, adornaba y embellecían su gordura, en sus pies unos zapatos negros con detalles dorados en las puntas alumbraban su ser. Todo estaba listo para dar inicio a el velorio de Fraile, por supuesto todo estába listo menos Fraile y los invitados, bueno los invitados treinta en total llegaban a las nueve de la mañana. entre los asistentes estaba el sargento Belandia, los policías Rodríguez y Macías además de los inquilinos de Fraile, algunas ancianas amigas de Doña-doña otras viudas esposas de militares, y también unos pocos curiosos que “pidieron ser invitados asistirían”.
A las nueve en punto de la mañana llegaron los asistentes al velorio, Doña-doña se encargo de acomodar en sus finos muebles con delicadeza y lentitud, a cada uno de los invitados, preocupándose de que todos estuvieran lo más cómodos posible, como era de esperarse todos estaban perfectamente vestidos, los hombres llevaban trajes de copa negros además de zapatos embetunados y muy brillantes igual que sol de verano, las mujeres usaban vestidos de seda con lentejuelas negras, casi nadie se conocía con nadie por esta razón la incomodidad del momento estaba por encima de lo normal para una ocasión de este estilo.
El grande y lujoso cuarto de estar, dispuesto para la velación permanecía más silencioso de lo que debería estarlo, no se escuchaba un llanto, tampoco el gotear de una lagrima, o un escuálido murmullo, ni siquiera el rose de la brisa mañanera al estrellarse con alguna ninguna superficie de los imponentes ventanales del salón se dejaba notar, por esta razón Doña-doña se paro en la mitad del lugar, mirando hacia la hermosa y costosa cortina de chiffon que engalanaba el sobrecargado lugar y dijo: --buenas días agradezco a todos su presencia, entiendo que algunos han hecho un esfuerzo para poder venir, por sus trabajos, estudios y demás ocupaciones. Sé que es un poco extraño llegar a un lugar donde se realizara un velorio, sin que este el difunto se encuentre, pero como su entierro será hecho hoy mismo, por causas que algunos de ustedes ya conocen, como la demora para la entrega del señor Fraile, las cosas se han hecho con mucho afán, algo que no acostumbro en mi vida, a mí siempre me gusta hacer todo sin prisa y sin pausa. Pero no se preocupen más, el señor Fraile ya está por llegar, para que todos lo despidamos como se lo merece. Con respeto y música su gran pasión--. Doña-doña pronuncio este casi sin fin de palabras pausadamente, en medio de una intermitente respiración por momentos acelerada y por momentos lenta.
Las personas sintieron ese amor que esta señora profesaba por aquel hombre, que a ciencia cierta no era más que un extraño para ella, igual como lo eran todos los asistentes a ese improvisado pero pomposo evento, algo que permitió en gran manera minimizar los bostezos de muchos y la impaciencia de otros. Para tranquilizar la situación de impaciencia, las empleadas de Doña-doña repartieron tintos, panes y pastelillos a los asistentes, pero los invitados medio mordisquearon los pasabocas, la verdad el hambre no era el tema de moda en ese lugar, ha Doña-doña no le alegro ver los bocadillos a medio morder y pidió a los asistentes que comieran, que no le hicieran esa maldad, algunos así lo hicieron y comieron un poco más, otros solamente se miraban entre si y después miraban al piso sin prestar atención a esta señora que por momentos también mostraba su desespero al ver la ausencia de Fraile en el lugar.
Minutos después no muchos pero igual se sintieron eternos, igual que un clavo caliente que marca la piel de un becerro, La puerta sonó, una puerta en madera antigua de dos metros de alto y con detalles católicos en su mitad, alertando a todos. Doña-doña rápidamente se levanto del mueble, donde estaba prácticamente acostada, la verdad la señora ya estaba muy agotada, después de tanto "animar" el evento donde el “espectáculo” principal no iniciaba.
Doña-doña llamo a sus tres jóvenes empleadas provenientes de la costa norte de Colombia con acento y piel de playa, para que la acompañaran a abrir la puerta, esa puerta de por si era tan pesada y ese día por todos los preparativos y ansiedades juntos, se sentía aun más pesada que nunca. Al abrir la puerta dos hombres envejecidos en su piel y con sus cabellos llenos de nieve perpetua, entregaron los buenos días a la anfitriona a una sola voz diciendo: -- buena mañana tenga señora Avelina--. El más alto de los dos hombres continúo hablando esta vez solo:

--Doña Avelina el tráfico de esta ciudad es espantoso en las mañanas además la candelaria en un barrio con direcciones muy difíciles de encontrar, le pido disculpas por la demora--. Doña-dona lo miro a los ojos pestañeo un par de veces miro hacia dentro de su casa y vio que los asistentes estaban a la espera y dijo: --usted me tenía sufriendo señor, seguido le regalo dos centavos de sonrisa--.
Enfrente a la casa de Doña-doña estaba parqueado un carro funerario como sacado de una película de terror, largo, negro, feo y sucio algo que Doña-doña noto a primera vista, el hombre que pidió disculpas, también abrió la puerta trajera del deteriorado vehículo, al instante un impecable ataúd color café he incrustaciones en bronce que contrastaba fuertemente con el carro por su “belleza” apareció a la vista de todos, de inmediato Doña-doña empezó a llorar con sus típicos alaridos, que ya no incomodaban casi a ninguno, (y es que la costumbre logra casi cualquier cosa en la piel y en alma). Las empleadas de Doña-doña tomaron de los brazos a la señora y la llevaron de regreso a su silla, los hombres ingresaron velas y demás artefactos, para seguidamente poder anclar, el ataúd en la mitad de la sala, después y sin pronunciar mayor palabra se despidieron diciendo: -- nuestro más sentido pésame.






CAPITULO 7
LAS ÚLTIMAS ORACIONES
Doña-doña estaba inconsolable, sus ayudantes intentaban calmarla con agüita de caléndula y té de manzanilla, la verdad de poco y nada sirvieron estas bebidas extrañas de simple sabor para tranquilizar los nervios de la señora, nervios que continuamente danzaban entre sus brazos intentando huir de aquel momento tan agobiante sin poder conseguirlo. Era un instante en donde el dolor se convirtió en el aire a respirar, por este motivo el sargento Belandia rápidamente se puso sobre sus pies y con esa voz de mando propia de los hombres de la ley, hablo: --en este angustiante momento de tristeza palpable, hasta yo que estoy familiarizado con casi todos los colores de la muerte, producto de mi cruda profesión y de la insaciable violencia que inunda las calles, también siento como la intranquilidad vive en mis pulmones, Por esta razón viendo a doña Avelina, quien acogió como propio a este anciano, tan quebrantada y con la ausencia de un sacerdote en este lugar--. En ese momento Doña-doña aunque tenía mucho dolor deseaba dejar en claro el tema del sacerdote por eso interrumpiendo al sargento diciendo: --Sargento Belandia, el sacerdote Martino Pradera, párroco del sector nos acompañara en las horas tarde, se le era imposible acompañarnos ahora en la mañana--. El sargento miro a sus subalternos Rodríguez y Macías como también a los inquilinos de la casa del señor fraile, seguido rasco con velocidad su oreja izquierda, alzo y bajo sus cejas y dijo: --gracias Doña-doña por la aclaración, gracias por tanta ayuda, de inmediato doña Avelina cumpliendo con su aclaración continúo con su eterno llanto, pero como se consideraba una mujer de muchos modales, su llanto en esa ocasión, casi no se escuchaba, para permitir al policía seguir con sus palabras.
El sargento así lo entendió y continuando con su discurso dijo: --yo invito a los asistentes a levantarse de sus cómodos puestos, acompáñenme con esta oración, la verdad no suelo ser un hombre muy creyente, pero que más poderoso que la fe, para un momento tan irrepetible como este--. Todos se levantaron de sus asientos cerraron sus ojos, incluida hasta Doña-doña junto a sus empleadas. Ocho padres nuestros seguidos de diez aves marías brotaron en la habitación, después de los rezos un profundo silencio permitía escuchar el llanto de algunas almas. Varios minutos más pasaron hasta cuando el momento de profunda espiritualidad termino o se torno menos palpable, el sargento Belandia dio las gracias, fue un instante fue consolador, seguido pidió o todos volver a sentarse y así lo hicieron.
Ya era medio día, Doña-doña hacia llamadas intentando así tener todo listo para las cuatro de la tarde, hora que se llevaría a cabo, en el cementerio central de la calle veintiséis seis, en la bóveda quince sección dieciséis, el entierro del violinista, y el posible final de esta historia, o bueno el final de una parte de esta historia. Los demás invitados, sobre todo aquellos arrendados de la casa de Fraile, quienes lo conocían un poquito más, contaban entre si un sin número de anécdotas referente al "rabietas de Bastillo". el momento fúnebre se fue tornando en una situación algo más cálida, Los asistentes ahora si comieron además ya era hora de almorzar, como era de esperarse la señora Avelina o más bien Dona-dona también tenia esta parte premeditada. Por turnos todos se sentaron en un gran comedor de diez puestos, vestido con un hermoso mantel blanco tejido a mano que llegaba casi a besar el piso refinado, hecho con madera de árbol de cedro, para poder comer un delicioso arroz de coco, junto con un pescado marinado en el agua de la misma fruta, preparado por las doncellas de doña Avelina.


Uno a uno todos disfrutó del manjar junto con una limonada natural llena de mucho hielo.
cada comensal volvió a su puesto, en la improvisa sala de velación, claro que improvisada era solo es un decir, porque ese lugar no tenía nada hecho a la ligera, aunque Doña-doña no se cansaba de pedir disculpas, ella estaba convencida de poder a ver organizado todo mucho mejor, si hubiese tenido más tiempo. Pero la realidad toda estaba muy bien coordinado, hasta el exceso de flores que por momentos impedían caminar.
La comida costera, lleno de somnolencia y ojos lloros a un grupo de los asistentes, de un momento a otro el sargento Belandia quien de igual forma estaba adormecido, se acordó de algo que interrumpió su ilegal sueño, levantándose apurado de su puesto para llegar hasta el sub oficial Macías. Belandia dijo en secreto unas palabras a el odio derecho de su compañero, este al escuchar las palabras misteriosas, abrió los ojos hasta donde más pudo, de inmediato se paró de su puesto, hizo un gesto a Rodríguez quien estaba plácidamente hablando con una de las jóvenes costeñas, y con la ayuda de la joven empleada, quien les abrió la puerta, salieron de la casa. Todos vieron el rápido movimiento de los policías, pero poca importancia prestaron, siguieron en sus charlas, en sus anécdotas y los más acomodados siguieron entre dormidos.
Algunas mujeres cinco en total estaban delante del ataúd de Fraile, haciendo más oraciones por su descanzo. Doña-doña se acerco hasta el sargento Belandia, ya Doña-doña había vendido todas sus lagrimas razón que le permitió estar serena ante su invitado para preguntarle: --¿qué ocurre sargento?-- A lo que el policía respondió: --nada doña Avelina tranquila asuntos de policías--.
Doña-doña no creyó de ha mucho su respuesta, sospechaba de algo, pero no lo dijo y volvió a preguntar: --¿sargento sus hombres vuelven?--. Belandia apretó sus labios ciño su rostro e hizo un gesto de afirmación con su cabeza rapada, seguido pidió permiso a doña Avelina para acompañar a las mujeres que estaban rezando cerca a Fraile. Avelina volvió a tomar el teléfono negro, de dos kilos de peso, esta vez para llamar a la funeraria, encargada del traslado dejando todo coordinado del que ella consideraba su amigo, palabras que jamás pronuncio a Fraile, ya que para él, ella simplemente era su empleada aunque jamás le pago un peso, Doña-doña siempre le recordaba que ya le había pagado pero nunca fue así, doña Avelina adopto a fraile literalmente, haciéndole creer que era una simple trabajadora, jamás le contó de sus riquezas, solo le hablo de su esposo y nada más. Fraile murió convencido, "que la parte cristales de Doña-doña” era su ayudante, pero la verdad Doña-doña se había transformado en su familia, una familia de verdad de esas que poco se ven, pero que si existen.









CAPITULO 8
EL RECUENTRO DE TRES AMIGOS
Ya eran la dos de la tarde, faltaba una hora y media para que todos los asistentes al ajetreado velorio partieran a el cementerio y así cumplir con la última cita de fraile en esta tierra, Doña-doña repetía constantemente: --en una hora y media nos vamos, recuerden debemos salir con tiempo el tráfico es pesado y no podemos estar después de cuatro en punto. Todos miraron a Doña-doña, y un ¡si señora! Se escucho a una sola voz.
A las dos y quince de la tarde sonó la puerta, la más joven de las empleadas la que esteba hablando con el policía se dispuso para abrirla, en frente de la joven costeña, nuevamente se encontraban los dos policías, Rodríguez y Macías. Macías traía en su mano un maletín oscuro de pequeño tamaño y de envejecida presencia. Los hombres entraron, la joven se sonrío tímidamente con el agente Rodríguez, y este devolvió la diminuta sonrisa con una sonrisa un poco más grande, nuevamente Rodríguez y la joven mujer continuaron con su charla arrecostados a la pared cercana a la puerta. Por su parte Macías, se acerco hasta el Sargento Belandia, inmediatamente el sargento pregunto: --lo trajiste--. A lo que Macías respondió: -- si señor lo traje--, de inmediato el sargento abrió el maletín y oh sorpresa, dentro del viejo maletín, el violín de Fraile apareció ante la vista de todos, Doña-doña llego de inmediato a mirar que ocurría. Al ver el violín Doña-doña exclamo: --¡Padre Santo! El violín de Fraile--. Todos los asistentes se acercaron a Doña-doña, algunos dijeron: --vaya esta como nuevo a lo que el sargento respondió: --la policía se tomo el atrevimiento de mandarlo a reparar, para que el violín abrazado a su dueño viajen hacia la eternidad.
El violín estaba precioso, lucia igual que en la noche en donde que ocurrió la magia, algo milagroso estaba ocurriendo, parecía como si desde el mas allá Fraile hubiese regresado para dar indicaciones de cómo debia pintarse su violín. Doña-doña agarro el violín junto con su arco y hablo: -- debemos abrir el ataúd para poner tanto el violín con su arco en el corazón de fraile. A la proposición de Doña-doña nadie dijo que no, y es que el ataúd estuvo todo el tiempo completamente cerrado, por petición de las misma Doña-doña, razón por la que nadie tenía idea de cómo lucia Fraile Bastillo el gran violinista en ese momento. El sargento pidió a todos un poco de permiso para destapar el ataúd por completo e incorporar junto al músico su instrumento amado. Las sillas se corrieron igual que algunas mesas y muchos floreros, para poder destapar tranquilamente el cajón y acomodar bien a todos los asistentes, que no deseaban perderse lo que estaba a punto de suceder. Los agentes destaparon el ataúd dejando descansar las dos tapas de madera en una mesa ubicada al lado izquierdo del féretro.
Un hombre muy tranquilo aparecido a la vista de los asistentes. Fraile estaba vestido con su traje de gala, ese que lo acompaño en el gran concierto entregado a las estrellas, y la profecía del vestido se había cumplió, cuando dijo que acompañaría a Fraile hasta en el último de sus viajes fuese a donde fuese. Los zapatos de charol con su pomposa hebilla también estaban presentes lucían perfectos brillaban gracias a él tímido sol que entraba por el gran ventanal de la sala. Los pocos cabellos también estaban delicadamente peinados de izquierda a derecha, como si un artista hubiera pintado una obra de arte en su despoblada cabeza.




Doña Avelina agarro en su mano izquierda el arco del violín y en su derecha el instrumento, el sargento junto con las empleadas, los arrendados, el resto de los policías y las rezanderas, no quitaron los ojos de doña Avelina, esperando su reacción. Los demás asistentes volvieron a sus sitios, la verdad, algo de miedo brotaba de ellos, y es que tener tan de de frente a la muerte, no es algo envidiable y así lo demostraron. Doña-doña llego tan cerca como pudo de Fraile, lo beso en la frente, y susurro a su oído: -- misión cumplida fraile, todo lo que pediste hoy se volverá realidad, El susurro no fue escuchado por nadie, solo por fraile y por mí. Avelina poso sobre el huesudo pecho del anciano el violín y su arco, además de algunas lagrimas que dormían en la madera, las que se despertaron al explotarse en el traje elegante del protagonista de esta historia. Aquellos valientes en guardia frente a Fraile, se persignaron mientras hacían una especie de reberencia a Fraile, seguido el cajón se cerró y ya eran dos y treinta de la tarde, la hora de la última partida estaba más cerca que nunca.
Las flores, las mesas junto a las sillas fueron nuevamente organizadas en su posición original para ese evento, la señora Avelina otra vez estaba coordinando, la partida hacia el cementerio con las demás personas, hasta las empleadas quienes pretendían quedarse organizando la casa e irse temprano a descansar, fueron informadas a última hora que su presencia, en el campo santo también sería necesaria, noticia que como era de esperarse no fue recibida con mucha alegría, esta mujeres estaban cansadas y pretendían marcharse temprano, pero bueno como se hacía, la jefa mandaba y ellas con amor sabían obedecer.



Cuando Doña-doña terminaba de hablar con sus empleadas sonó la puerta cinco veces seguidas, fuerte y seco, a Doña-doña no le gusto esa forma tan cruel de tocar su carísima puerta, razón por la que ella misma se dirigió a abrirla, renegando por la forma que habia tocado su puerta, la persona que estaba en la entraba de su casa. Al abrir la puerta un señor de nariz y orejas grandes dueño de unos profundos ojos azules, canoso de dientes perfectos y oronda apariencia, vestido con una camisa blanca de mangas largas y un pantalón del mismo color con zapatos cremas. Quien llevaba en su mano derecha un bolso de cuero color marrón con decoraciones plateadas, dio las buenas tardes.
Doña Avelina lo detallo de los pies hasta la cabeza de la misma forma que se ha hecho en este relato, tratando de encontrar algún defecto en su apariencia pero no fue posible, seguido Doña-doña quien llego enfurecida a la puerta, calmo su alma, respondiendo a ese hombre del que parecía se había quedado ipnotisada a primera vista las siguientes palabras: --buena tarde para usted también caballero, lo noto preocupado por su forma de tocar la puerta--. El hombre sonrío aunque en su rostro no mostraba alegría, al contrario mostraba mucha nostalgia. Doña-doña volvió a preguntar: -- en el que le pudo servir la verdad estoy muy atareada en esto momento, y no pretendo ser grosera, además usted me recuerda mucho a mi esposo y por respeto a eso seré lo más amable posible con usted--. El caballero escucho detenidamente cada una de las palabras y hablo: -- por lo que se, señora Avelina o Doña-doña como le decía Fraile, su esposo fue un gran hombre un honroso general de esta republica, es un placer para mí, que me compare con él--. Doña-doña por poco se desploma bajo el dintel, pero agarrándose de la puerta pregunto, esta vez en un tono poco cordial: -- ¿quien es usted?, dígame ¿de dónde conoce a mi esposo o a mi?, pero peor aun por que menciona a Fraile.

Aquel hombre inmovilizo su mirada, detuvo su respiración y con voz de profesor de matemáticas hablo: -- yo soy con quien hablo hace una noches, a usted no la conozco hasta hoy y a su esposo no tuve el placer de conocerlo, y como le dije ese vez, Fraile ya me había hablado de la familia piragua y de sus aventuras, además fue gracias a mi que pudo llamarme a mi casa, porque fui yo quien escribí con un ladrillo de esos que tanto le gustaban a Fraile, mi número de teléfono en la pared, anhelando que algún día me hiciera una llamada, pero la verdad jamás lo hizo--.
Doña Avelina paso saliva, volvió a mirar detenidamente al extraño, llena de preguntas y con su corazón en la mano hablo: --es usted el familiar de Fraile, aquel que me dijo que se llamaba igual que él, ¿qué parentesco tienen ustedes?-- En este momento de la historia, a Doña-doña a quien le gustaba siempre tener todo bajo control, el desconcierto la estaba acabando, y así lo noto el extraño hombre de lujosa apariencia quien nuevamente hablo: -- se que en un rato ya todos se van, para acompañar a mi hermano a su última morada, seria usted tan amable de permitirme contarle a usted y a los presentes, una pequeña historia que tortura mi ser y que quizás me permita descansar un poco, no sabe todo lo que dude para estar aquí ante su presencia, pero aquí estoy, dispuesto a todo sin esperar nada a cambio, tal vez solo un poco de comprensión nada más. ¡Hermano pensó Doña-doña!, por supuesto eso lo aclara muchas cosas, se volvió a decir a sí misma. Doña-doña estaba llena de sentimientos tantos como su humanidad se lo permitía algunos buenos otros extraños, esos que no son fáciles de controlar, por esa razón solo dijo: -- siga--. Doña-doña sentía que había mucho dolor en aquel hombre, por eso señalo el centro de la sala, hay donde Fraile dormía y de pronto despertaría para dar la bienvenida a su amigo quien llegaba a pedir perdón.
Doña-doña no pronuncio ni una palabra más y cuando el hombre entro, cerró la puerta tímidamente esperando a que grandes cosas ocurrieran allí.

















CAPITULO 9
LA HISTORIA DE LOS BASTILLO
Todas las personas se acomodaron en sus puestos, esta vez Doña-doña si se tomo las aromáticas, intentado con esto calmar sus nervios, o le que sobrevivió de ellos, el sargento Belandia, el auto proclamado vocero del lugar, miraba al recién llegado como tratando de descifrarlo en silencio, Los demás invitados murmuraban preguntándose, con mínimos gestos, he invisibles miradas quien era ese hombre. El confesado hermano de Fraile, se paro al lado derecho, enfrente a la cabecera del ataúd, mirando a todos y diciendo buenas tardes, una y otra vez sin parar, tratando así de justificar su inesperada presencia, pero llego el momento en que tantos saludos fueron insuficientes para justificar su llegada, por ello Doña-doña hablo: --el señor dice ser el hermano de Fraile Bastillo, desea compartir unas palabras a su hermano y a nosotros antes de irnos. Las palabras de Doña-doña fueron temblorosas, como si sonaran a mentira y es que a si se sintieron, a mentira, nadie creyó, que un ser tan solitario como lo fue Bastillo tuviera familia y menos un hermano de sangre. De cierto que este era el más extraño velorio al que nadie distinto a los presentes a esta historia a asistido.
La voz de Doña-doña no había ayudado de mucho al hombre blanco, quien refugiado en sus dedos sudorosos parecía no tenía nada que decir, y es que la fuerza junto con el egocentrismo mostrado en la puerta por este señor, se habían desmorono por completo entre los pasos que dio hasta llegar al encuentro con Fraile. Pero no era momento para dejarse vencer sin pelear, era el instante de purificar una vida o tal vez varias.



El hombre blanco movió sus manos y sin pedir permiso a nadie rodeado de ojos, pausadamente destapo la pequeña tapa del ataúd, pudiendo ver el rostro de fraile, y un pedacito del violín. Esa imagen vista por el hermano fue suficiente para afinar el cerebro y recordar la historia que venia a contar, el hombre blanco se agarro los ojos, humedeció sus dedos con unas tímidas gotas de su alma que colgaban entre sus pestañas y dijo: -- estar aquí sería fácil, si mi hermano y yo hubiésemos sido grandes amigos, pero como todos lo pueden notar sin que yo lo diga, Fraile y yo fuimos perfectos extraños, que al parecer coincidieron solo en un mismo vientre pero no en más que eso, hablar es tan difícil y mucho más cuando lo que hay que decir no entrega alegría y por lo contrario solo da mas soledad y flores marchitas--.
El hombre parecía que desvariaba o más bien hablaba en un nivel entendible solo para aquellos que han notado como la tristeza en su máxima pureza brota en lo más interno de su ser, Doña-doña y los demás se olvidaron del tiempo y sus angustias, la melodiosa voz de este profesor de las palabras, les hacia entender que todo tiene sus tiempo, y que el momento justo para partir hacia el cementerio llegaría sin que nadie lo pidiera, esperara o lo forzara. El extraño vio como todos estaban detenidos en él y en sus frases, por esto no deseo hacer otra cosa distinta que hablar y así lo hizo: --mi nombre es Fraile Bastillo Santamaría igual que el de mi hermano, tratare con mi relato calmar lo más posible, el asombro que veo en ustedes en este instante, y contarle un poco de la real historia del verdadero Fraile Bastillo.
Mi antiguo nombre era Aquileo Guillermo Bastillo Santamaría, crecí a la dulce sombra de mi hermano quien duerme en esta cama de madera, cama que irónicamente consideró es hasta más cómoda, que en aquella en donde acostumbraba a dormir lleno de ceniza.
A mi hermano y a mí nos gustaba ver los amaneceres allá en puerto Boyacá, Boyacá nuestro amada pueblo, mientras ordeñábamos las cinco vacas que había en nuestra casa lote, vacas que Agustino Bastillo calderón nuestro padre y Francisca Santamaría Santamaría nuestra madre, con mucho esfuerzo habían comprado después de mucho años de trabajo, sufrimientos, además de las guerras entre liberales y conservadores. Fraile tenía cinco años más de vida que yo, por esto mi hermano al que tanto admiraba era mi protector, con quien me montaba en los arboles para arrancar guayabas, maracuyás, mangos y en especial mamones o mamoncillos como los llaman aquí, recuerdo como una vez me está ahogando con una pepa de mamón y fue Fraile quien de un manotazo la arranco de mi garganta, creo que después de eso los mamones ya no fueron nuestros preferidos--.
El relato de los mamoncillos arranco suaves risas del hermano de Fraile, risa que en ese momento contagio tímidamente a todos, esa pequeña mueca de alegría dio un poco de respiro en un momento muy tensionante. Después de la risa Aquileo Bastillo volvió hablar: -- ¿qué cosas con los mamoncillos no?, suelen ser tan dulces, pero igual de peligrosos de igual forma pasa con muchas otras cosas, que también son tan agradables a nuestra vida pero tan dañinas si no las sabemos utilizar, pero bueno no estoy aquí para hablarles más de mamoncillo.
Nuevamente la corta risa nació pero esta vez solo duro un segundo, tiempo suficiente para que Doña-doña respirara tan profundo como podía, mostrando su ansiedad por conocer más de la historia de los bastillo.
Aquileo lo noto, razón suficiente para continuar con su relato: --a mi hermano Fraile y a mí nos nació un gusto muy grande por la música, cuando Fraile tenia doce años y yo ocho, gracias a nuestro vecino y amigo, Don Bernardo Villa Herrera un señor antioqueño, profesor de música en uno los pocos colegios de nuestro municipio, quien para en ese entonces tenía cincuenta y seis años, viudo y con dos hijos en el ejercito. Don Villa se volvía nuestro padre cada tarde a eso de las cinco y media cuando el sol no carbonizaba la piel y el agua no se evaporaba en nuestra boca, para enseñarnos a tocar las tamboras, las maracas y la guitarra. Tarde a tarde desarrollamos un amor muy fuerte por estos instrumentos, hasta que llego el día, en donde seguramente nació esta historia que ahora todos viven de una u otra manera, Bernardo Villa estaba sentado en la sala de su casa, una de las más grandes del municipio, y en sus manos un pequeño instrumento junto con un lindo arco, nos daban la bienvenida a la vida, los dos preguntamos al mismo tiempo: -- ¿Don Villa eso como se llama? suena muy lindo. El señor Villa soltó una carcajada: --¡a mis hijos! esto es un delicado instrumento que se llama violín, a lo que respondimos: --esta muy lindo su violín don villa cuando nos enseña a tocarlo. El señor Villa respondió: -- desde hoy le enseñare a tocarlo, quien quita que sean ustedes las personas que engrandezca la música Colombia en el futuro con este bello instrumento.
Don villa entre atardeceres enseño a sus pupilos los secretos para descifrar el violín, también mostró a nosotros como descifrar los latidos del instrumento escondidos en las cuerdas, por un periodo de cinco cortos años. tiempo después Villa herrera se marcho a vivir a Medellín su tierra natal, jamás regreso a puerto Boyaca, pero antes de irse vendió su casa y otras propiedades. Como regalo nos dejo dos violines cada uno marcado en la parte de atrás con nuestro nombre, junto a una inscripción que decía, stradivarius, la marca de los violines más famosos del mundo.
se dice que Don villa compro los violines con el dinero que recibió por la venta de su casa, bueno de eso nos enteramos años después gracias a mi padre, la verdad nunca pudimos saber si la historia era verdad o no. Cuando tuvimos trece y dieciocho años, nuestros padres decidieron ir a vivir a la gran Bogotá, haciendo lo mismo que hizo nuestro profesor de música, marcharnos para siempre sin otra razón que no fuera la violencia que mato a tantos como quiso. Papá vendió todo a muy poco precio, pero fue suficiente para comprar la casa de la candelaria, esa mi casa donde murió Fraile.
En Bogotá mi mamá se dedico a arrendar cuartos a turistas europeos, papá cargada bultos en la plaza de mercado más grande de Colombia, y con ese dinero pudimos sobrevivir y estudiar música nuestra gran pasión.
Cuando yo tuve veintidós años me gana la vida tocando el violín en grupos musicales algo famosos junto con mi hermano, por esas cosas del destino Fraile conoció a las personas correctas y pudo entrar a la filarmónica de Bogotá, poco tiempo después logro grabar un disco estando con ellos, evento que le permitió a Fraile conocer el mundo, con el violín que Don Villa le había obsequiado, por mi parte seguí tocando en los mismos grupos musicales que ya les mencione, también trabaje en agrupaciones de mariachis. Pero cuando cumplí los veinticinco años de edad, estar a la sombra de mi hermano ya no me parecía dulce. Fraile logro fama, dinero, y lo más valioso de todo amor, pero el amor no fue verdadero, su amor lo traiciono y yo también lo traicione. La envidia, la rabia y la tristeza por no tener el mismo nivel para interpretar el violín que mi hermano tenia, me transformaron en un ser malo sin valores y vacío--.
Todos los presentes en el velorio liderados por Doña-doña, vieron como Aquileo Bastillo Santamaría, se derrumbaba entre lágrimas, mientras confesaba frente al cajón de su hermano una supuesta fuerte traición.
Aquileo se arrodillo en el suelo, Lloraba igual que un niño llora a su madre en una noche de tormenta, los tres policías se levantaron de su puesto y ayudaron a Aquileo Bastillo a ponerse sobre sus pies pero notaron que no podía sostenerte, de una vez Doña-doña dijo: --josefina, Natalia, Manuela traigan una silla del patio para el señor Bastillo, las jóvenes corrieron para traer el asiento, el sargento Belandia junto con Rodríguez y Macías acomodaron al hombre en la silla puesta en los pieceros del féretro. Una agüita de manzanilla no se hizo esperar por parte de las tres marías. Sorbo a sorbo Aquileo Bastillo se bebió el agua caliente con sabor a shampoo de niño hasta la más pequeña de las gotas. Sus manos temblaban otra vez, al tiempo que sus latidos se escuchaban en todo el salón, Aquileo levanto la mirada unió sus ojos a los de Doña-doña y hablo: --Se que es tarde y la hora de la partida ya nos está susurrando en el cuello, tratare de resumir lo que más pueda mis palabras.
Como les había dicho, Fraile el gran violinista el verdadero orgullo de los Bastillo y sin duda de Don Villa quien seguramente se había enterado de su éxito, encontró el amor en una hermosa joven de dieciocho ocho años, llamada Fátima Vega, española de nacimiento quien vivía en Bogotá desde sus cinco años de vida. Fátima entro también logro ingresar a la sinfónica, pero como cantante soprano, el amor entre ambos era fuerte pero no lo suficiente. Fatima Vega era una mujer hermosa de piel blanca, cabello negro interminable, de esbelta presencia y brillantes ojos miel. El día en el que conocí a Fátima, en una cena organizada por mis padres aquí en la candelaria para homenajear a ah mi hermano y a su novia, vi a una mujer perfecta mujer, de inmediato me enamore y por esas cosas innecesarias que en ocasiones ocurren, ella también se enamoro de mi.

En secreto nos vimos tantas veces como pudimos en un año, pero una noche cuando la candelaria estaba solitaria, y mis padres dormían igual que los turistas arrendados, como a las dos de la mañana, Fraile Bastillo abrió la puerta de mi habitación noto a su novia y a su único hermano juntos como novios, algún otro músico amigo de ambos nos tuvo que haber delatado.
Ese día Fraile Bastillo termino su vida y perdió su alma, también renuncio a la sinfónica, a la música y todo lo que quería, fue una traición muy fuerte, el se dedico a la bebida y al tabaco, hasta que darse sin un peso y terminar con su fama. Fátima Vega quien poco tiempo después se convirtió en mi esposa, logro conseguirme el mismo trabajo que tenia fraile en la sinfónica, y como nuestro parecido físico era notorio, y la fama mundial de Fraile era aclamada por el público. Fátima, la sinfónica y mi persona decidimos que yo sería el nuevo Fraile Bastillo, razón por la que cambie mi nombre por el de mi hermano hasta el día de hoy y ni un día más. Mi vida era perfecta, me volví dueño de todo lo que perteneció al verdadero Fraile Bastillo, me apodere de su fama, del dinero que era para él y también de su amor. Pero la vida todo lo devuelve, o lo cobra sobre todo cuando haces mal, a los tres años de casados Fátima Vega mi esposa quien no me dio hijos, también partió, pero de este mundo en un trágico accidente automovilístico. ese momento fue el más doloroso de mi vida, pero ahora me doy cuenta que el de hoy es más doloroso. Los años no se detuvieron a mi hermano jamás lo volví a ver en mucho tiempo, yo seguí con mi exitosa carrera, pero más vacío que nunca. Cambiaria lo mucho que tengo, por regresar el tiempo, permitir a Fraile y a Fátima ser felices.


Tal vez y solo tal vez si ellos estuvieran juntos, mi historia fuera otra, no sería rico, pero sería feliz que es lo importante. Por todo esto que he dicho aquí junto a mi hermano, quiero concluir diciendo, perdóname Fraile Bastillo, te ruego que lo hagas, no te vayas a dormir a tu ultima habitación sin hacerlo, te ruego que me perdones por los viejos tiempos, esos en donde dos niños descalzos corrían detrás de un balón entre árboles de mango y dientes de león.
Doña-doña se acerco hasta el falso Fraile o más bien el verdadero Aquileo preguntando: -- ¿usted se siente en paz?-- Aquileo dijo: -- no se tal vez si, solo el tiempo y la vida me lo dirá desde el balcón inmortalizado por Fraile, porque ese será mi lugar de purificación, hay viviré hasta que yo pueda reencontrarme con mis padres, Fátima y mi hermano--.
Aquileo se levanto de su silla agarro su bolso lo abrió y saco dos violines, ambos de la misma marca stradivarius, y en uno de los dos decía Aquileo en letra muy gastada, nuevamente sin pedir permiso Aquileo destapo el cajón donde estaba su hermano, lo miro unos segundo y hablo: --mi violín el gemelo del tuyo mi amado hermano, también los acompañara hasta la otra vida. Nuevamente el ataúd volvió a cerrarse parecía ser que en esta ocasión si seria para siempre.
Aquileo agarro el otro violín, lo puso en sus hombros y como si esa fuera la última vez que tocaría sobre este mundo, nota a nota , en el más profundo silencio de los presentes, desmenuzo el Bambuco almirante, la canción preferida por Fraile desde que su alma entro en su violín. (Y es que esta canción enamora, es la joya de la corona en la música colombiana para violín). Cuando la melodía termino, Aquileo dio las gracias a los presentes al tiempo que se despidió.

Doña-doña extrañada por la por tan repentina despida dijo: -- señor Bastillo no nos acompañara al entierro--, Aquileo respondió: -- la verdad deseo recordar a mi hermano de mil maneras menos esa. Doña-doña volvió hablar: -- lo entiendo, de igual forma estaremos en contacto, ahora que usted venga a vivir al barrio y tome posesión de la casa de su hermano. Aquileo después de asegurar su violín en el bolso hablo: -- si seremos vecinos, me alegro mucho por ello es usted una gran mujer--.
Aquileo se marcho, dejando en ese lugar su primer violín, junto al de su hermano, además un testimonio desgarrador, confesión que todos escucharon y que nadie comento ni juzgo.












CAPITULO 10
NACE UNA LEYENDA
La tercera hora de la tarde mostrada el instante justo para partir, los policías fueron quienes se marcharon primero rumbo al cementerio central, utilizando un vehículo policíaco. Las personas alquilados en la vivienda Bastillo, acompañados de casi todos los demás presentes, menos Doña-doña y sus niñas, se subieron en un pequeño bus de color azul rey, prestado por la funeraria para el evento, y así se fueron casi todos rumbo a la calle veintiséis.
Doña-doña espero unos minutos más hasta que le carro fúnebre que se llevaría a Fraile apareciera, a eso de las tres con quince minutos el vehículo que trajo el cuerpo del músico horas antes, nuevamente venia por él. Doña-doña hablo a uno de los dos hombres destinado para Fraile: -- estas son las llaves de mi casa, se las voy a dejar a usted, por favor cierre bien la puerta con candado, antes de irse, mis muchachas y yo nos adelantaremos en un taxi--. Si señora con mucho gusto, respondió el jefe del dúo imperial, Doña-doña le dio la mano a cada uno de los señores, se monto en un taxi de color negro con sus caribeñas divas diciendo:-- hasta luego--.
El tráfico vehicular de aquella tarde extrañamente estaba tranquilo, permitiendo así a todos llegar con tiempo al lugar citado. Al final de uno de los largos pasillos en el olvidado cementerio central, frente a una pequeña bóveda metro y medio por encía del piso de antiguas losas rosas tono terracota, se encontraba el párroco Martino Pradera con su sotana blanca, dispuesto de todos los implementos necesarios para tan bohémica despedida.

El curita Pradera como se le llamaba de cariño, quien era un joven de treinta años de edad dueño de una piel blanca como la leche, con un gran lunar albino en la parte trasera de su cabello negro, delgado de media estatura, de dientes un poco torcidos, y unos amarillentos dedos largos, entregada la bendición a todos. Doña-doña como era de esperarse producto de su vocación católica y su gran cercanía con Martino Pradera, agradeció en nombre de toda su distinguida presencia.
A las cuatro y veinte de la tarde llego el coche fúnebre. Con mucho afán los dos hombres pusieron el ataúd sobre una gruesa mesa de madera dispuesta para la ceremonia, la mesa estaba ubicada junto a la bóveda donde reposaría Fraile Eustasio para siempre. Los hombres de traje negro que más bien parecía gris por el envejecido color de sus vestidos enteros, hicieron una especie de venia al sacerdote Pradera, seguido también a Doña-doña quien les entrego lo que parecía ser una propina mientras ella recibía las llaves de su casa, he inmediatamente después los hombres se fueron.
Martino Pradera inicio lo que parecía ser una pequeña misa con esta palabras: --estamos reunidos hermanos en este lugar, para darle el último adiós a quien fuera una de las personas más conocidas de nuestra comunidad. El señor bastillo fue un gran católico, era participe de los eventos realizados por la iglesia, en ocasiones acompañado de su empleada, con el extrañamente llamaba a la señora Avelina Buitrago viuda de piragua, a quien agradezco este esfuerzo, para darle una digna sepultura a Don fraile.




Ahora hermanos recordemos que la vida en este mundo es tan solo un de los tantos pasos pertenecientes a nuestra existencia, es por ello que así como Fraile parte hoy, todos en algún momento lo haremos, por eso es necesario ser humildes de corazón estar en paz y perdonar siempre a quienes nos aman y nos respetan, pero estos sentimientos deben ser entregados aun mas a aquellos que tienen diferencias con nosotros. Fraile vivió una larga vida, algo que personalmente me alegra mucho, pero no es el tiempo de vida lo que vale en sí, es esa calidad de vida que tengamos en nuestro andar, lo que definirá lo que fuimos somos y deberíamos ser, permitiéndonos convertirnos en personas completas y alegres, dignas de nosotros mismos--. El discurso de Mariano Pradera se extendió por más de veinte minutos, siempre enfocado en la vida y la pureza con que se debe vivir, este cura tocaba a todos con sus dulces palabras llenas de realidad y sencillez.
El tiempo de iniciar la nueva ruta para Fraile era inevitable, dos sepultureros unos señores flacos y demacrados , residentes de tiempo completo de ese sitio, llegaron para ingresar a el violinista en su nuevo lugar de reposo, una lapida hecha en el más costoso mármol venia entre las manos de uno de los hombres, la lapida tenia la siguiente inscripción: hoy parte un amigo con quien con viví poco, pero quien me enseño demasiado, te extrañare amigo Fraile, Bogotá enero catorce de 1964.
Doña-doña de nuevo entro en llanto, sus ayudantes la consolaban, lo mismo hacia el sargento y sus policías pidiéndole tiernamente que se calmara, las demás personas observaban silenciosos el frió momento.



Doña-doña hablo entre su dolor: -- déjenme verlo por última vez, el cura Pradera al oír estas palabras, hablo: -- señores trabajadores del lugar, por favor destapen el féretro, permitan a doña Avelina despedirse por vez final. Los raros hombres obedecieron, pero o ¡sorpresa! al destapar el ataúd, notaron que adentro no había nadie. el cuerpo de Fraile Bastillo junto con los violines habían desaparecido, todos absolutamente todos quedaron enmudecidos. hasta que Martino Pradera hablo: --¿Doña-doña que ocurre aquí?--, la señora Avelina no supo responder, el sargento se miraba con los demás policías, el resto de los asistentes sintieron muchisimo miedo por tan extraño suceso y rapidamente fueron desalojando el lugar.
Cuando ya solo estaba Doña-doña junto a sus empleadas, además del sargento Belandia, Rodríguez, Macías, los sepultureros y el cura Martino. Doña-doña hablo: -- esto no puede ser, que ha pasado ¿donde está Fraile? Y ¿los violines?, el sargento quiso responder a las inquietudes de la señora: --debemos ir a la funeraria seguramente allí nos darán razón. El cura Pradera se marcho rumba a la iglesia, las empleadas se fueron para sus casas, los policías y Doña-doña se fueron para la funeraria que estaba ubicada en el centro de Bogotá, intentando encontrar respuesta sobre el paradero de Fraile.
Los meses pasaron desde el día en el que un prófugo violinista desapareciera sin que nadie supiera de su paradero, la noticia se regó por toda la ciudad esto permitió que un gran número de historias incluida esta pudieran nacer, muchos decían que fraile nunca había muerto y que todo lo que ocurrió no era más que una venganza hacia su hermano quien le había arrebatado a su gran amor.



Aotros no tan románticos creían que alguno de los integrantes del velorio o de los trabajadores de la funeraria, robaron los violines conocedores de su alto valor económico y habían enterrado el cuerpo en algún lugar clandestino. También se decía que quizás Doña-doña planeo todo eso del velorio, y así amangulada con sus empleadas, poder quedarse con el cuerpo de Fraile y sus violines, se dice que el cuerpo de Fraile probablemente este descansando en el patio de la casa de Doña-doña junto a un gigantesco árbol de cerezos que hay allí. Otros mencionan que este relato nunca ocurrió y que tan solo es otra historia más de fantasmas, para asustar a los nuevos músicos que entran a las universidades.
Las autoridades de esa época investigaron por tres seis meses este evento pero nunca se logro encontrar un culpable por la desaparición de Fraile, siempre el mas sospechoso de todos fue Aquileo Bastillo de quien se decía podía tener en su poder los dos violines stradivarius firmados con los nombre de Fraile y Aquileo, pero jamás se pudo demostrar que algo de esto fuera verdad. Lo que si fue verdad, era la promesa hecha el día del velorio por parte del arrepentido hermano ante el cuerpo de Fraile. Aquileo se mudo a vivir en el mismo lugar donde habito Fraile tanto tiempo, pero con la gran diferencia que en aquella casa, ya no vivía mas nadie diferente a el. La historia del fantasma violinista alejo a los clientes para siempre, por otra parte un acaudalado hombre del sector intento comprar la casa varias veces para crear hay un lujoso restaurante, pero Aquileo jamás acepto, era la casa de su padres y su hermano, jamás la vendería, y jamás la vendió.



Doña-doña y Aquileo se volvieron grandes amigos, juntos viajaron un par de veces a puerto Boyacá- Boyacá, para conocer y recordar la casa de los bastillo y la del señor Villa Herrera, viajes que permitieron a las autoridades también suponer, que probablemente en ese pueblo podría estar enterrado el cuerpo del misterioso violinista, que nunca apareció hasta el día de hoy. La verdad jamas se supo o no se logro interpretar de manera detenida, por que la respuesta a la desaparición parece estar ahí, a la vista de todos sin que nadie la vea, es posible que tarde que temprano esa verdad sea descifrada.
Aquileo retomo la rutina de su hermano, vivió solitario pero no se sintió solo, sagradamente todas las mañana cuando se veían el primer vestigios del sol, agarraba el mismo banco de madera y protegido en ese balconcito de bolillitos verdes, entregaba el buen día a candelaria bogotana, usando un envejecido violín esperando tal vez, que alguna día ese instrumento hablara y también le devolviera su alma.
Cuando yo voy a la candelaria miro hacia al balcón, al que no le han pasado los años, tratando de ver Fraile o Aquileo, la verdad no los he visto aun, pero la otra noche cuando vi el mismo conejo que voy Fraile en la luna llena, pude escuchar una estrofa del Bambuco Almirante que salió de ese mágico balcón o más bien balconcito. (Fraile y el violín se transformaron en uno solo.)

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Texto agregado el 11-06-2013, y leído por 172 visitantes. (0 votos)


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