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Eduardo no era supersticioso, pero se cuidaba.
Ni en sueños pasaba por debajo de una escalera en la calle. Tampoco dudaba en tirar un poco de sal por sobre su hombro izquierdo si se volcaba por accidente en la mesa. Rápidamente descartaba un espejo roto y se le agudizaban todos los sentidos si se le cruzaba un gato negro.

Aquel viernes estaba un poco retrasado. Igualmente decidió ir al banco para realizar un depósito para cancelar la cuota de un préstamo el día del vencimiento.

Llegó sobre la hora de cierre casi corriendo . Detrás de él entró otro cliente rezagado: un hombre elegante y bien trajeado, con un maletín de cuero, que se dirigió al box del gerente. Tras ellos , el guardia cerró la puerta principal del banco con llave.

En el interior del banco quedaban los empleados y unos pocos clientes. Eduardo retiró un número de la roldana . Se quedó frizado al ver que le había tocado en suerte el 13. Sintió esa familiar sensación de escalofrío que lo incomodaba cuando ocurrían estas circunstancias. Decidió entonces seguir su instinto y dejó apoyado el número 13 sobre el carretel . Cortó el siguiente, el 14, por la si las moscas...
Se sentó a esperar su turno frente a las cajas. Cuando apareció el 13 en el letrero luminoso vió al hombre del maletín acercarse a las cajas con el número 13 en la mano . Era obvio que lo había recogido él.

Para Eduardo, el asunto del depósito se complicó un poco ya que por un error de cálculo llevó menos dinero del necesario, por lo cual fue inmediatamente rebotado de las cajas y remitido al gerente. Este lo recibió fastidiado en su box de vidrio.
Mientras Eduardo, visiblemente ofuscado trataba de persuadir casi a los gritos al gerente para que aceptara su depósito , el hombre del maletín ingresó de improviso en el box . Con una amplia sonrisa estrechó la mano al gerente diciendo:" Chau viejo, gracias y hasta la próxima".
El gerente le devolvió el saludo en el mismo tono afable y familiar, tras lo cual volvió a su gesto adusto para con Eduardo , a quien despachó unos minutos después sin dar autorización sus enconados reclamos.
Eduardo salió del box contrariado . Se dirigió a la salida del banco renegando mientras reflexionaba sobre la suerte de "algunos a quienes se le dan todas" ( no era su caso, claro) pensando en el hombre del maletín que ya se había ido feliz y contento.
En la puerta del banco, sobre la vereda ,un tumulto de gente rodeaba al guardia del banco. Este, con el handy en la mano, trataba de contener al hombre del maletín víctima de una crisis nerviosa. Segundos antes, dos motochorros le habían arrebatado el maletín con una importante suma de dinero que acababa de retirar de su cuenta, para cancelar una deuda.

Texto agregado el 15-06-2013, y leído por 129 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
28-06-2013 A veces es cuestion de suerte....... huapi
16-06-2013 eso si que es tener un buen palpito. jaeltete
 
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