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SEIS DE AGOSTO HIROSHIMA.

SENTENCIADO.

Fuchio abrió pronto los ojos esa mañana, se asomó al ventanuco, y vio que hacía un día en general soleado. Eran las siete y media y sus arrozales situados a seis kilómetros del centro resplandecían con los primeros rayos del alba.
Desayunó con calma, mientras meditaba en qué lugar del sembrado había creído ver el día anterior el nido de víboras. Recogió los aperos, besó a su mujer y salió al campo.
Comenzó a caminar y se detuvo con sigilo, al sorprender picoteando en su parcela a una bandada de grullas de cabeza oscura –aves míticas y adoradas en Asia– pero al parecer no fue lo suficientemente silencioso, ya que apercibidas de su presencia, las aves emprendieron el vuelo de forma sutil y elegante. De todas formas sonrió satisfecho y prosiguió su camino mientras observaba los nuevos brotes de arroz.

Miró su reloj de bolsillo; las ocho y diez. Volvió su mirada a la izquierda y sobre un montón de rastrojo las descubrió. Desenvainó la guadaña y oyó el murmullo sordo del avión.
Cubriéndose la frente para protegerse del Sol elevó su mirada y distinguió el aparato. No le prestó atención. ¿Para qué? «¿Acaso merece la pena una civilización que sólo trae disgustos y preocupaciones?» se dijo para sí. Volvió a centrarse en las serpientes y cuando se disponía a descargar el mandoble se hizo de noche.
Asombrado trató de mirar al firmamento en dirección a la ciudad, algo que hizo al tiempo que atacaba el nido de víboras. Un brillo cegador lo deslumbró, resbaló y cayó. Sintió la quemazón en un brazo, estremecido se incorporó y mientras se apresaba la herida vio la nube ascender, escuchó el fragor de mil truenos retumbar y un violento vendaval lo elevó varios metros de espaldas.

Aterrizó sentado, chapoteando sobre el arrozal, preso de gran confusión. Aterrado, lo primero que pensó fue que los dioses castigaban la maldad de los hombres. Entonces, por la carretera procedente de Hiroshima, asistió aturdido a un desfile de almas en pena. Seres despellejados del color del carbón, muchos de ellos parcialmente mutilados, musitaban débiles quejidos o ni siquiera hablaban palabra mientras caminaban hacia ningún lugar...
Uno de ellos, renqueante, extendió sus manos llagadas y suplicó. «Por favor... ¿Tienes... agua...?»
Comenzó a llover. Era una lluvia sucia y oscura que olía a calcinado y tiñó el campo y los sembrados de un color negro de muerte…
Fuchio no pidió ayuda, comprendió que todo era inútil. Aquella mañana el mundo estaba sentenciado...

COMO CASI TODOS LOS AÑOS, RECORDANDO LA ESTUPIDEZ HUMANA Y UNA DE SUS MÁS HORRENDAS MASACRES.


José Fernández del Vallado. Josef.

Texto agregado el 06-08-2013, y leído por 366 visitantes. (10 votos)


Lectores Opinan
01-11-2014 Con estos homenajes no se olvidara nunca,como tiene que ser. Muy buen texto eslavida
18-05-2014 Dicen que, para los que fueron a ver lo que quedó de las ciudades tras la bomba, lo más escalofriante fue ver las siluetas de objetos y personas proyectadas como sombras lánguidas contra los suelos, como la impresión de los últimos instantes de las almas contra la superficie... Creo que nadie puede imaginar siquiera lo que tuvo que ser ese horror. Y sólo deseo que jamás vuelva a repetirse. Excelente relato, Josef. Ikalinen
07-08-2013 Nadie en su sano juicio puede disentir del profundo sentido de indignación y espanto que provoca la muerte de tanta gente inocente en aquellos próximos lejanos días de la guerra. Hecho que tú conmemoras con tu estilo ágil, cinematográfico, neurálgico. Y sin embargo, parece que aún en estas páginas existen personas que no concuerdan contigo y que a su modo te castigan con el tradicional sistema de estrellas de la página. ¿Qué piensa esta gente? ¿Aplaudirán la bomba? ZEPOL
06-08-2013 Mi empatía ante tu sentimiento sacado del horror y el dolor. Eres un cuentero excelente.Un abrazo. girouette-
06-08-2013 Terrible. Que no se olvide para que no vuelva ocurrir l, se suele decir, y sin embargo, no para. Un abrazo. umbrio
06-08-2013 sobrecogedor, gracias por no permitirnos olvidar esa miseria, absolutamente necesario no olvidar, aunque la estupidez humana es difícil que se acabe, oremos por la buena voluntad de muchos que también existe y se esfuerzan para que no pasen estas cosas. Carmen-Valdes
06-08-2013 Comparto la forma y el fondo del texto y creo que de esa fecha hasta este tiempo nada ha cambiado en absoluto, quizá ya no veamos la bomba en los cielos, pero a cada rato estalla la economía vulnerando siempre a los inocentes, todo aquello que mueve este odio por el prójimo hoy está mucho mas alimentado con los fanatismos religiosos, los Nacionalismos y la competencia brutal. Muchos saludos. Legnais
06-08-2013 Comparto cada letra, cada espacio de tu texto. Sobre todo comparto el sentimiento ante este tipo de cosas para las que no encuentro explicación alguna. Un fuerte abrazo, amigo!!! MujerDiosa
 
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