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Un día de perros.

Subió a la patrulla, de mala gana. Consideraba que ya no estaba en edad de patrullar las calles como cualquier novato. Tenía muchos años de servicio y ya pronto se retiraría de la fuerza policial. Su falta de ambición personal, hizo que pasara su vida vegetando detrás de un escritorio en muchas comisarías de la ciudad. Todos los que lo conocían, sabían que era un hombre íntegro, honrado y respetuoso de la ley. Lo único malo de él, era su carácter impulsivo, incapaz de callar nada de lo que sentía y que estaba seguro era la verdad.
Eso le ganó muchos enemigos y ningún ascenso en su carrera. Y ahora esto.
Lo mandaron a patrullar, porque había poco personal.

Recorrió lentamente la calle principal y luego las calles transversales. Eran las dos de la tarde y el sol seguía alumbrando a pleno. El pueblo estaba tranquilo y la gente seguramente en sus casas, durmiendo la siesta.
De pronto la radio rompió el silencio y la voz de Paulina se escuchó como un puñal rasgando la tarde:

—¡En 22 y Lincoln hay un 3-7-3 en progreso! Acudan de inmediato. ¡Es el lavadero de los chinos!

Respondió automáticamente: — ¡Aquí móvil 23! ¡Estoy a dos cuadras! ¡Voy para allá!

Bajó corriendo de la patrulla, revólver en mano y entró al lavadero. El matrimonio chino, estaba con los brazos levantados, apoyados contra la pared, totalmente aterrados. Dos mujeres estaban de bruces en el suelo y un muchacho los amenazaba con una pistola que temblaba en su mano.

—¡Alto, muchacho! ¡Tranquilo! ¡Deja caer tu arma! ¡Te estoy apuntando y todavía no pasó nada grave! ¡No arruines las cosas!

Era tan solo un muchacho lleno de miedo. Pero había obstinación en sus ojos y la dilatación de sus pupilas indicaban que había tomado alguna droga.

—¡Déjenme ir y nadie saldrá herido! —gritó con mirada enloquecida.

—¡Dame tu arma y te podrás ir!— le mintió

Se dio cuenta que el muchacho no le había creído porque giró hacia él su pistola:—¡Te mataré policía cabrón!

Apretó el gatillo, con causa justificada. El muchacho cayó herido de muerte.
Miró la hora. Eran las dos y media de la tarde y su día recién comenzaba…

Texto agregado el 03-09-2013, y leído por 231 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
07-09-2013 Qué terrible el mundo en que vivimos!!! Muy buen relato!***** MujerDiosa
06-09-2013 hermoso y trágico relato********* yosoyasi2
04-09-2013 Excelente relato, Zumcito. Te has lucido. Te abrazo y te quiero muuuuchooo. Lo sabes. SOFIAMA
04-09-2013 Triste y real godiva
04-09-2013 terrible.llegar a este siglo con todos los adelantos y tenemos una parte de nuestra sociedad tan enferma. jaeltete
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