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Inicio / Cuenteros Locales / JuliaFlorencia / Extraña enfermedad contemporánea

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Hubo días y qué maravillosos fueron, qué libres de mentiras y escepticismos pasaron esos años a su lado.
¿Ezequiel? sí, ese era su ornamento, supongo que quiso quererme a su manera y también lastimarme cuando se le antojaba ser libre y desaparecerse de esa realidad en la que ambos éramos partícipes.
En ese Julio con pastillas, los hábitos nunca dejaron de perseguirnos tampoco los recuerdos ni el pasado; aunque según la teoría de Nietzsche: "los recuerdos eran una yaga punzante" ¡Y claro que lo eran!
Las tardes encontraron su madriguera en nuestros labios mientras que el frío piadoso de la noche nos permitió olfatearnos para que no se adentrara aún más, esa triste y contemporánea enfermedad llamada "Melancolía".
Sus ojos tan extraviados de curiosidad y de una leve felicidad, ¿acaso qué (me) pedían?, su forma liviana de percibir el mundo, de percibirme a mí, la presencia de una Madre que aún sentías-resentías a contraparte de un Padre que lo indició como único espejo a los más trastornados vicios.
Lo encontré cuando buscaba encontrarme a mí misma, asimilé mis problemas y él como si nada se sumergía en un proceso de inmadurez e indiferencia absoluta.
Había que calmar el alma o desinfectarnos de tanta mediocridad, tal vez si hubiera tenido el coraje de enfrentarlo para estrangularlo con sentimientos de amor o extrañamiento hubiera echado a correr como un maldito cabrón que era ¡y era sumamente raro cuando por algún motivo necesitaba aparentar normalidad!
Por largo tiempo enfermó mi cabeza y sin embargo, seguí rastreando en otros cuerpos lo que sólo se podía fundir en él, de seguro el miedo fue el principio y el final ¿el precipicio?, el miedo a enredarme a su corazón y un día de cielo limpio quedarme sin él.
Conociéndolo sabía que no podía guiarme de su amor, aunque una vez entrado en mi vida ya no le sería tan fácil irse de ella, porque no podemos desconocer de un día para otro algo en el cuál penetramos con profundidad.
Ese tiempo y esa madurez brotaron de los pantanos más horrendos y violentos de la humanidad, los buenos hábitos habían sido aspirados por la nariz de algún infecto, la familia no era más que eso y Dios era sólo un invento alucinado por las mentes huesudas de esta sociedad Cristianizada.
Y así fue, que un día pidiendo perdón por todo aquéllo que me había dado y había surgido espontáneamente de su interior ¡se fue!. Abriendo silencios y matando a besos a este integrado amor, sí, se largó para joder a otras vidas o tratar de reconstruir la suya.
¡Oh! - hermoso cabrón ya no dolerás en el pecho ni me aferrarás a la viscosidad de la sangre acumulada como agua podrida en aquéllos, tus huesos.

Texto agregado el 25-09-2013, y leído por 238 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
20-10-2013 la melancolía podría transformarse en herramienta poética para acceder al conocimiento del mundo que por lo general nos está vedado, sobre todo por la felicidad; la felicidad subyuga todo conocimiento, lo pone al servicio de su soberanía y termina limitándonos quilapan
26-09-2013 Qué emotiva narración, felicito tu pluma. Un abrazo. gsap
25-09-2013 Pobre Melancolía, hermoso texto y un gran escritor... ANLIN
 
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