Desde el borde de mi mortalidad me siento a verte.
El tiempo solamente es arena que se desliza entre cristales.
¿Qué dejare como testimonio de mi existencia?
¿Qué será de mi fama, de mis honores, de mis ideas, de mis aciertos?
¿Por qué perpetuarme con la unión de carne y sangre en forma de descendencia?
¿Por qué ignorar que en mi yacen las miasmas de la descomposición?
Yo no me repetiré jamás, yo nunca voy a regresar,
Yo no tengo ningún cielo bienhechor donde los amados muertos me esperan.
¿Por qué debo preocuparme?
¿Quién soy yo para aspirar a escapar de las leyes inconmensurables del universo,
Hechas por ningún legislador en ningún lado?
Yo no debo lamentarme, y tú tampoco.
Nunca más seré repetido, soy el ahora, un instante fugaz,
Un instante que ya ha pasado.
Un instante de incertidumbre suprema,
Que es simplemente la realidad.