Una fiesta es buena o mala: por la música, o la gente. Para mí la música bailable es toda igual. Mi destreza alcanza para matizar, mi único paso, variando el ritmo entre más rápido o más lento, así de cavernícola. Algún día bailaré como un Cromañón y me sentiré evolucionado. Y respecto a la gente, la interacción se reduce a un puñado de personas, y eso depende de cada quien. Cuando me preguntaron cómo estuvo la fiesta, contesté que estuvo… guuuena!!

La noche parecía auspiciosa, estaba sobrio y ya varias compañeras lucían mejor. Nadie me interesaba, salvo una mina que no veía nunca y que esa noche tampoco vi, porque no fue. Sin motivación, palpé mi corazón… extraje mi petaca de bolsillo: La pasaría bien.

Regresaba del baño cuando un desconocido comenzó hablarme. Extraño. Luego me presentó a su amiga y se fue. Entonces comprendí.

Bailamos. Ella era linda y tan delgada que, la caída de su polera suelta, ocultaba una curva más sinuosa. La descubría al rodear su cintura con el brazo. Podía imaginar lo demás, la continuación hacia arriba y hacia abajo. Sin conocerla, el tacto era un resumen: y aunque no era para tanto, me impresiono súper fácil.

Yo mantenía el compás repetitivo con el pie derecho, moviendo las manos a media altura, cerca del cuerpo, como un Tiranosaurio Rex jugando con un diábolo. Ella giraba y giraba, esperando, imagino, que le hiciera los tremendos trucos: cama elástica, 360, pasarla por la entrepierna y látigo. Pero seguí dándole vuelo al diábolo y ella siguió esperando los tremendos trucos.

Y si bailar es una comunicación corporal: mi presentación fue pésima. Luego fuimos a la barra. Soy pobre. La Barwoman me sonríe cuando le pido 2 aguas on the rock: me las da con cariño, extra fuertes. Subimos al segundo piso. Allá abajo el mar revuelto al ritmo de la música; acá arriba, desde la baranda, era un náufrago alcanzando la orilla de la costa, y respiraba, contento, consciente de cada exhalación.

Ella tenía casi mi edad. Concebí aquel detalle para creer que vivíamos estados similares. Una garantía inventada para sentirme comprendido. Tengo 26 y todavía soy un estudiante, un lolosaurio, y me gusta. Pero también creo que vivo desfasado, un poco a la deriva, flotando entre 2 corrientes opuestas haciendo remolinos en el agua. Por un lado, mis amigos: algunos con familia, trabajando y emigrando lejos; por el otro, compañeros de Universidad: con 6 años menos, experimentando una realidad que ya viví, con intereses diferentes. Y no es que crea que mis preocupaciones sean superiores, al contrario, las cosas me importan mucho menos, y es esa responsabilidad, esa ilusión que ellos tienen, lo que me enrostra que ya no creo ciertas cosas. Porque aunque no lo quiera, una parte de mí se jodió, está podrida. Y si crecer es madurar, lo amargo y marrón lo he dejado circunscrito, pero existe.

Esa noche lo pasé bien. Hablamos cosas que no recuerdo, pero al día siguiente desperté alegre, pese a la resaca. Sin embargo, esa garantía inventada resultó ser una tontera: La edad no significa nada. Semanas después fuimos a la playa por varios días y lo comprobé. Quería que me gustaran las mayores, pero no, me gustan cabras chicas, jo.