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Inicio / Cuenteros Locales / Romie / La paloma que me enseñó a vivir

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Me sentía desesperada. Todo me parecía triste y cruel. Huía de mi casa, si es que podía llamarla así, pues desde que mi padre se había casado con esa mujer, me sentía relegada. Veía en la mirada de mi madrastra el rencor. Siempre estaba fastidiándome. Gozaba con hacerlo. Se lo dije a papá, pero el pobre estaba tan ciego de amor por ella, que no me creyó. Fue la primera y última vez que me quejé. Sólo que después de esto se operó un cambio en mí muy desagradable. Me volví egoísta con todos, especialmente con las personas que ningún daño me causaban. Siempre estaba de mal humor. Detestaba que me hablaran. Experimentaba la sensación amarga del odio. Quería estar sola. Despreciaba a la gente que había a mi alrededor. Imaginaba que sólo se acercaban a mí para hacerme daño. Por momentos, me daba cuenta que los juzgaba así, porque precisamente esa era mi manera de pensar. Mas a pesar de esos segundos de reflexión, rechazaba la idea de cambiar. Quizá me comportaba así para sentirme protegida de ella. Sin embargo, había instantes tan desesperados en mi existencia, que optaba por huir lejos de las miradas, tal vez con lástima o rencor. Corría angustiada al único lugar donde sentía un poco de tranquilidad. Era un sitio solitario, que había descubierto una tarde, en el bosque. Tenía la forma de una cueva construida con hierbas. Ahí me pasaba las tardes pensando en lo que era mi vida. Acudía a mi mente el recuerdo de mamá cubriendo de una gran paz mi corazón. Me prometía entonces cambiar. Pero todo era igual al volver a casa. Esa tarde también me dirigía a mi escondite cuando de pronto escuché una voz que me llamaba.
_Yalibel... Yalibel espera.
Sorprendida me volví hacia donde provenía la voz. Mas como no ví a nadie, continúe con mi camino.
De nuevo se escuchó aquella voz.
_Yalibel, pequeña, ayúdame, estoy herida.
Nuevamente busqué, esta vez , con mejores resultados, encontrando una blanca paloma con una patita lastimada. Me quedé perpleja. Cómo era posible que una paloma hablara, y que además supiera mi nombre. Acaso estaba perdiendo la razón? Pero no, era verdad. Ahí estaba ella y además sufriendo el dolor en su patita. Una gran ternura me embargó y pensé ayudarla. Tiernamente la tomé en mis manos y me dirigí hacia la casita, -así la llamaba- que ya estaba cerca. Mientras llegaba mi mente buscaba con desesperación la manera de como curarla. Yo no sabía nada. Cómo saberlo si nunca hacía cosas buenas. Si sólo había rencor en mí. Miré con angustia a la palomita que acurrucada en mis manos, me veía suplicante. Leí en sus ojitos el dolor que sufría. Me sentí tan tonta e inútil por no encontrar que hacer para curarla y gruezas lágrimas brotaron de mis ojos. La palomita habló entonces.
_No te angusties, Yalibel. En tu casita encontrarás con que curarme.
_De verdad, palomita? Me duele mucho verte así.
_Ya lo sé, Yalibel. Tú eres buena.
_No, palomita, soy mala y egoísta. Yo no siento amor por nadie.
_No lo creo, pequeña. Sientes ternura por mí y eso demuestra que eres buena.
_Ojalá lo fuera, palomita, ojalá. Pero mira hemos llegado.
Entre, y en efecto, como me lo dijera la palomita encontré lo indispensable para curarla. Ella me indicó como hacerlo. Minutos después conversabamos.
_Dime, Yalibel, por qué tu ojos están tristes? Sufres en tu casa, pequeña?
Ante su pregunta volví a sentir todo el odio y amargura que por alguna extraña razón, había dejado de experimentar, desde que decidí, ayudarla. Y empecé a hablar mal de mi madrastra y de todos. Me volví un sin fin de reproches hacia ellos. Me quejé lo más que pude y le conté injusticias imaginarias. La palomita me escuchaba atenta. Cuando dejé de hablar me dijo con su dulce voz:
_Yalibel, no has pensado que tal vez, tu seas la responsable de lo que te ocurre? Has intentado acaso, acercarte en forma amistosa a ellos? O sólo te has dedicado a envenenar tu alma de rencor? Por qué no piensas en tu actitud? Es que tus ojos están sin luz, que no permiten que veas tanta maravilla creada por Dios. No puedes contemplar las flores, los pájaros, las mariposas y miles de preciosidades que tiene la madre naturaleza? Nunca elevas tu mirada al cielo para admirarlo con sus dones tan preciados? El sol por el día, y la luna y las estrellas por la noche? No aquilatas la vida que se te dio. La consideras muy insignificante, que la destruyes minuto a minuto? Porque debes saber que odiar y dañar a los demás es odiarte y herirte a ti misma. No aprendiste de tu madre la bondad que tenía para con sus semejantes. Tantos consejos que te dio, ya los olvidaste? Ya no recuerdas la ternura que siempre te profesó tu madre? Busca en tu corazón y recrea, la imagen de ella, mirandote con tanta dulzura y amor. Yalibel, por Dios, pequeña, reacciona. Piensa lo que estás haciendo de tu vida. La estás destrozando sin misericordia. Tienes que cambiar. Tal vez si tratas a tu madrastra, logres entenderte con ella. Haz un esfuerzo. Qué puedes perder, Yalibel?
La palomita cesó de hablar. Hubo un pesado silencio. Yo me sentía avergonzada. Ella tenía razón. Yo era la culpable de lo que me ocurría. La soledad que dañaba mi alma, la causaba yo con mi actitud negativa. Después de todo, por qué me quejaba? Es cierto que mi madrastra había colaborado para que me sintiera así, pero yo debí sobreponerme y llevar una conducta intachable. Sin embargo, no lo hice. Equivoqué la forma de protegerme de aquellos que creía me odiaban. Que sabias palabras las de la palomita. Nunca mis ojos se elevaron al cielo admirando tan divina belleza. Por qué había olvidado los consejos de mi madre? Desperdiciaba mi vida sin medir las consecuencias. Vivía sin vivir. Hasta entonces comprendí, que cuando no se ama se está muerto, muerto en vida. Cuantas cosas hermosas habria hecho de haber actuado diferente. Desperdicié tristemente mis años de infancia.
_Que ciega estuve, Señor. -me dije con amargura- Aún será tiempo para cambiar?
_Por supuesto que sí, Yalibel. Nunca es tarde para volver al camino del amor. Después de todo es el único que te hace feliz.
_Cuánta razón tienes, palomita! Gracias a ti he comprendido el verdadero significado de vivir. Ahora mis ojos ven la belleza de la naturaleza. Mi corazón se inunda de paz. Qué hermoso es sentir ternura, palomita!! Cuánto me arrepiento de mi actitud egoísta! Gracias, palomita, por aparecer en mi vida. Te prometo que las cosas van a cambiar.
_Me alegra oírte hablar así. Yo sé que de hoy en adelante serás muy buena con todos y contigo misma. De hecho ya lo has demostrado al compadecerte de mí.
_Déjame ver tu herida, palomita.
Lo que ví, me dejó perpleja. No había ninguna huella de herida. Nadie diría que momentos antes estuviera sufriendo espantosos dolores.
_Cómo es posible, palomita? Acaso fue un sueño. Qué fue lo que ocurrió?
_No, Yalibel, si estuve lastimada. Sólo que se debía a que tú ibas por mal camino. Al saber que cambiarías desapareció por completo. Ahora comprendes porque se debe ser bueno?
_Sí, palomita.-contesté, mientras mis lágrimas brotaban de mis ojos- Ahora lo entiendo. Te prometo que nunca olvidaré esta gran lección que me has dado. Desde hoy en adelante seré buena. Nadie tendrá queja de mí. Haré hasta lo imposible por hacerme amiga de mi madrastra.; a todos les daré cariño y lucharé por hacerlos felices.
_Confío en ti, Yalibel, sé que cumplirás tu promesa. Dios sabrá recompensarte.
_Sí, palomita. Y gracias por enseñarme a vivir. Si no te hubiese encontrado habría destrozado sin piedad mi alma y corazón.
_Bueno, Yalibel, tienes que volver a tu casa. Ellos te buscan desesperados. El sol ya se ocultó y temen te haya ocurrido algo malo.
_Es verdad, no me había dado cuenta. Pero queda lejos mi hogar, cómo cruzar el bosque de noche, palomita? Tengo miedo.
_No te angusties, Yalibel. Yo te transportaré hacia allá. Basta que agite mis alas y estarás con tu familia.
_Espera, palomita, y qué será de ti? A dónde irás?
_No te preocupes, yo tengo mi nido en un árbol del bosque. Mañana volaré hacia él.
_Palomita, te volveré a ver?
_Si lo deseas, sí. Por las noches de luna llena, eleva tu vista al cielo y me verás.
Entonces la palomita, movió sus alitas y como por arte de magia, me ví transportada a casa. Efectivamente, como me lo dijera ella, papá y Rocío, mi madrastra, estaban angustiados por mí. Entre, y al verme sonrieron aliviados. Yo también les sonreí. Esto me indicó que sería el inicio de una vida cubierta de paz y amor. Después pude comprobarlo. No hubo un disgusto más. Rocío fue tan cariñosa conmigo, que nació en mi un gran afecto por ella. Papá se convirtió en el padre más maravilloso del mundo. Todas las personas, a quienes hice daño, me perdonaron, y nos convertimos en grandes amigos. En fin, mi vida de odio y sombras anterior, ahora era de felicidad y ternura. Mi corazón bendecía a diario a la paloma que me enseñó a vivir, especialmente en las noches de luna llena, que la contemplaba en el cielo.

Romie

Texto agregado el 13-10-2013, y leído por 247 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
13-10-2013 "Cuando no se ama se está muerto". "Es vivir sin vivir". A veces se nos nubla la vida entera. Ojalá todos encontráramos entonces, una paloma que nos abra a la vida. simasima
 
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