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Las cosas cambiaron… lo sé
Como también sé que soy yo la que está pensándolo sin reciprocidad
De hecho no a él, sino a su recuerdo.
¿Fue amor? No. Fue algo muy fuerte pero no llegó a licor.

..................


Ella era una chica con muchas dudas, temores y sobre todo desconfianza de sí misma. Una muchacha que entre niña y adulta no sabía cómo adecuarse a la vida. Acomplejada, jodidamente acomplejada, se la pasaba día tras día tratando de ser alguien entre la multitud. Riendo cuando el resto reía, sirviendo de consuelo a quien lloraba. Mirando siempre hacia afuera sin atreverse a preguntarse cómo estaba su vida.

Fueron tiempos de mucho dolor queriendo disfrazarse de alegría. Tiempos en los que su aspecto era su suplicio y en los cuales no era capaz de mejorarlo. Tiempos en los que ella misma era su propio castigo.

Ignorante de muchas cosas que pasaban en su interior buscaba afuera la respuesta. Buscaba afuera la alegría y su aceptación como persona.
Quería formar parte de ese mundo que la rodeaba aunque no lo entendiera.

Y desde el principio de toda esa farsa que la sumergía en una especie de espejismo crédulo de su supuesta humanidad estaba él. El muchacho de cabello largo que desde el primer instante le gustó y al que desde el primer instante renunció, pues tenía novia; además, sin dar más vueltas, ella no se creía capaz de conseguirlo.

Pasaron los días, los meses. El tiempo dio cuenta de varias cualidades en él que ella veía en silencio insertándose poco a poco en su corazón sin darse cuenta. Él tan solo era su amigo, su cabeza engañando a su corazón le hacía ver eso.

Terminó con su novia, luego vino otra y otra. Sirviendo de Cupido a su amigo le ayudaba y lo animaba a que se “levantara” a otras chicas.
Ella quien se vestía de manera holgada llegando a parecer masculina; quien siempre llevaba un gorrito para que la gente no se diera cuenta de la supuesta alopecia severa que padecía; quien no le gustaba maquillarse porque nunca le gustó esta costumbre tan sobrevalorada en las chicas que solían disfrazar su cara natural con una que no era la de ellas; ella que muy a su pesar y a pesar de sus esfuerzos no dejaba de ser ella.

Acostumbrada a tratar fuerte porque fue la única forma que aprendió a tratar a la gente, quien nunca supo demostrar lo que sentía, quien siempre demostraba valentía con el valor que le daba su profunda cobardía.

Ella, veía en las “chicas del común” una pareja para él. En las chicas de ropa apretada, cabello recogido o coquetamente suelto y actitud dispuesta para ser parte del grandioso mercado del amor.

Su calidad de amiga la movía a decirle que lo intentara, que les mandara saludos, que les hablara. Y hasta se ofrecía a ser mensajera de coqueteos. De hecho, se convirtió en el mercader del tal mercado. Se las vendía con óptimos resultados. Y cada vez que él se estrellaba de nuevo en ese campo corría a socorrerlo, le daba consejos y lo animaba a no dimitir. Todo en nombre de la amistad.

Nunca pudo ver en los demás las intenciones, ni buenas ni malas. Con tan poco amor sobre sí misma no podía imaginar que el encendedor y el dibujo de marciano que él le regaló después de pasar dos horas coloreando y dibujando - además, de otro dibujo y otros detalles - iban a ser manifestaciones de cariño hacia ella. Lo último que pensaría sería que él la veía con otros ojos. Él nunca se lo dijo. Ella nunca lo supuso. Y así siguieron las cosas.

Él consiguió una novia. Mona, delgada, bonita. Prototipo de chica que despierta silbidos y wow! cuando la ven. Y así siguieron las cosas.

Hasta que llegó ese día. Halloween. Fiesta de disfraces.

Ella se disfrazó de gitana y en nombre del disfraz, se maquilló un poco. La pañoleta que se puso en la cabeza cubrió la calvicie a plazos que ella misma se causaba.

Él la vio y después, mucho después, ella se daría cuenta que él la miro con agradable sorpresa. Como las veces en que las niñas cumplen 15 años y los amigos o el novio la ven así: arreglada, bonita, y quedan prendados de ver tanta belleza.

- ¿Cuánto me cobra? – le dijo él extendiéndole la mano simulando querer que se la leyera. A ella, que no sabía ni leer la realidad.

Bailaron juntos. Él bailó con otras. Ella bailó con otros. Y él le dijo: “Estoy celoso”. Ella aún no entendía y se rió como siempre hacía cuando no entendía nada. Él le dijo: “Estás divina”. Ella aún no entendía y se rió como siempre hacía cuando no entendía nada.

Pasó la noche, pasó la fiesta. Y él se ofreció a acompañarla a tomar el bus.

En medio de una resaca reciente, ella lo oyó diciéndole que ella le gustaba desde hace tiempo. Que su “especial” forma de ser lo había atrapado. Que por eso los regalos. Que en ese momento que la veía tan bonita no podía resistirse a decírselo. Que él tenía novia pero que no le importaba. Que quería un beso.

Primero él le dio uno que no fue correspondido. Luego otro de igual forma. Ella le decía que él tenía novia, que los dos eran amigos y no mas.

- Si me ves solo como amigo ¿Por qué te dejas besar?
- Si te das cuenta, tú estás besándome, yo no estoy haciendo nada.

¡Plop! ¿Golpe?... De igual forma siguió insistiendo hasta que los dos se besaron. Ella inmersa en el alcohol no sabía, no comprendía que estaba pasando. Pero se sintió bien. De hecho, se sintió muy bien.

No. No era el primer beso. Pero lo sintió como tal. Ese momento descubrió en ella lo que no había querido ver hasta el momento. Lo quería y mucho. Más de lo que habría podido querer a un hombre. Pero en medio de la borrachera y la sorpresa, no sabía cómo bajar su orgullo y decirle que en menos de cinco segundos había entendido que estaba totalmente equivocada y que quería estar con él.

Así quedaron, como el “goce” del momento. Ella se subió a su bus, todavía sin asimilar lo que había pasado. Todavía intentando creer que no había cometido un error.

Llegó el lunes. Un frío “hola” y tan amigos como siempre. Bueno, no. Las cosas habían cambiado. Al menos para ella.

Su baja autoestima creía que todo había sido un juego para él. Que había apuesta de por medio como sucedió anteriormente con un pelmazo que ni valía la pena recordar. Le asustaba pensar que se estaban burlando de ella y más le asustaba enfrentar y aclarar las cosas. Así siguió.

Con él aprendió lo que eran los celos. Sentimiento horrible que carcome el alma y el corazón. Era complicado estar cerca de él y más cuando hablaba de su novia. O cuando cierta compañera se le sentaba en las piernas y las ganas de cogerla y de sentarla en otro puesto a empellones la invadían por completo.

Después de muchos días, decidió hablar. Sacó fuerzas como pudo y en medio de unos computadores le dijo que lo quería.

- ¿Por qué no me lo dijiste antes? Ahora estoy bien con mi novia

- Mi objetivo tampoco es que termines con ella por mí. Sólo quería decírtelo. – dijo ella. Era verdad. Tan sólo tenía ganas de sacar eso que ya la invadía por dentro y que estaba a punto de estallar si no lo hubiera expresado. Ella sabía que no era “mujer” suficiente como para que un hombre dejara a su novia. Eso pensaba.

Algunos meses después. Ella se fue a celebrar junto con él y otros amigos a razón de que no le había tocado pagar supletorio de una materia en la U. Después de muchos tragos y de azares de la vida, los dejaron solos, situación que él aprovechó para intentar un nuevo “goce”. Situación en la que ella entendió que todo lo que había llenado su corazón, a él se le había acabado. De alguna forma, ella se sentía especial para él; pero todo había terminado, por lo menos en la visión de él, quien, al parecer, la enmarcó en la fila de las de “por el ratico”.

Después de ese día ella entendió que la oportunidad de tener algo con aquel muchacho de gorrito, talentoso, chistoso y profundo se había terminado el mismo día en que le dijo adiós al subirse a la buseta después de una noche de Halloween en una fiesta de disfraces.


..................
No recuerdo si fue antes o después de este último episodio que yo soñé con él. Soñé que había dos “él”. Uno que era sincero y otro que era burlón. Estaban separados por una suerte de pared. El sincero me decía que me quería y yo le decía que no podía ser. De pronto, el sincero dio la vuelta y se fue. Yo me di cuenta que era un sueño, que se había ido y me dije a mi misma que siendo un sueño podría hacer uso de mi imaginación y encontrarlo de nuevo sería fácil. Volé – cuando me doy cuenta que sueño puedo volar – volé a buscarlo pero no lo encontré. Lo único que me quedó fue el otro lado de la pared con aquel que me miraba burlón. No sé si ese lado burlón fue lo único que me quedó de él o si ese era el lado real de las cosas. Lo único que sé es que ni siquiera en sueños lo pude encontrar de nuevo.

Después de graduarnos perdí contacto directo con todos mis compañeros de la U. Seguí enterándome de su vida gracias a las nuevas tecnologías: facebook.

El duró con su novia muchos años más. Se puede decir que hice bien a la hora de decirle que no la dejara. Parece que fue feliz con ella. Ahora que se lo que soy y lo que me ha tocado vivir, creo decir con mucho acierto que las cosas no hubieran sido tan bonitas. Me faltaba aprender demasiado sobre mí y con alguien al lado no creo que lo hubiera conseguido. Tal vez, el dolor que sentí después hubiera sido compartido entre él y yo. Yo por mi historia. Él por mí. No hubiera sido justo.

Ahora lo veo, como siempre orgulloso de ser quien es. Algo que siempre le valoré. Es un gran tipo, no dudo que siga manteniendo su gran corazón. A pesar de ese último episodio, olvidarlo fue una labor que me tomó años. Muchos años. Aún dejándolo de ver lo recordaba con calor en el corazón. Aún estando con otro y después de estarlo seguía allí. Pero por fin lo logré aun cuando me seguía interesando su bienestar, motivo por el cual cuando vi en su facebook que alguien se le había muerto, lo llamé. Tal vez no me supe expresar o él no supo entender pero en su voz me dio la sensación de que él pensaba que yo todavía seguía sintiendo lo que algún día le confesé. Luego lo vi, vi como me vio y volteó la cara para no saludarme (no puedo culparlo, yo hice lo mismo). Con risa en el momento y luego siendo sincera conmigo misma, noté que ese episodio debía dejarlo donde estaba: en el pasado. Así corté lo único que me unía a él y a nuestros presentes. Lo borré del facebook. De allí no supe nada más de él.

Hasta estos días, que por cosas de la vida y del momento empecé a buscar lo que en mi vida ha tenido peso, las cosas que recuerdo con cariño y con alegría. Entre las pocas que mantengo presentes, está ubicado él y ese momento que nunca voy a olvidar. Porque si alguien ha logrado hacerme sentir algo mas allá del querer y mas acá del amor ha sido él. No puedo asegurar que ese momento haya sido auténtico para él pero me basta con saber que para mi si lo fue.

Lo recuerdo con nostalgia, pero no con anhelo. Mi presente es otro, el de él va por otro lado. Prefiero recordar ese momento así intacto, con la felicidad que acompaña su recuerdo.

NOTA: Antes de escribir este texto sentía que tenía algo que contar, algo que expresar, pero no sabía qué. De pronto, un día amanecí con el sonsonete de una canción de Katy Perry “The one that got away”, la puse y lo único que pude pensar fue en él. No está muerto, gracias a Dios. Pero el hecho de que ya no esté en mi vida y haya pasado tanto tiempo me dio para establecer cierta relación entre la canción y mi situación.

Para llenarme de sentimiento y que la letra simplemente fluyera, con la canción sonando, busqué su facebook y vi como está. Él está bien y eso me pone bien. Ha salido adelante, yo hasta ahora comienzo. No importa. Es claro que somos dos historias distintas aun cuando hayamos vivido un pasaje juntos. También es claro que ninguno de los dos es igual. Obviamente, hemos cambiado… Ahora que lo miro solo acierto a suspirar y a esbozar una sonrisa de agradecimiento por esa magia. Esa magia que pertenece al pasado…

Texto agregado el 19-10-2013, y leído por 77 visitantes. (1 voto)


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