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Sentía su corazón en la garganta mientras esperaba que latiera en la puerta, pero pasaban los minutos y las seis pasó a ser las siete y luego las ocho, hasta que latió solo una vez, trató de correr hasta la sala, se detuvo unos segundos para contener las lágrimas que ya estaban bordeando sus ojos, cuando volvió a latir la puerta y ésta vez más fuerte.
En la tienda de la señora Luisa, él estaba esperando a que terminen de envolver un regalo enorme, las ganas de envolverlo el mismo lo estaban invadiendo, la espera lo hacía pensar en demasiadas cosas, en muchas penas, en pocos recuerdos, en solo dos navidades y un solo cumpleaños, un terrible cumpleaños. La sangre empezó a calentar su piel, y sin decir nada, salió casi corriendo sin rumbo, trataba de bloquear sus remordimientos con el viento que lo golpeaba y seguía sin parar.
Ella no pudo luchar contra un par de lágrimas, limpió sus mejillas, respiró, y cuando estaba dispuesta a dar un paso, sintió que las rodillas pasaron a ser dos bloques de cemento, las ganas de ver los recuerdos detrás de la puerta la estaban ayudando a mantenerse en pie, pero el cuerpo entero la venció y cayó, escuchó muy lejano que los latidos eran más constantes, y ella entumecida en el suelo, gritaba pero su voz no se escuchaba, y el peso de sus párpados la empezaron a dominar.
Avanzó tanto que llegó hasta un lugar que ya no le recordaba nada, al frente suyo había un parque lleno de árboles, hermosos árboles, él creyó que estaba teniendo una revelación o que estaba delirando, se sentó en el pasto, se apoyó en un pino y el olor lo llevó a sus cuarenta años, él parado frente a la puerta que ahora estaba esperando volver a abrir, pero de la cual huyó en aquel entonces, y de pronto los remordimientos volvieron, el dolor que raspaba su pecho se manifestaba en sus ojos, intentó levantarse, pero no pudo, sus piernas no le respondían, estaban adormecidas de tanta pena y en sus ojos se apagó la luz.
Y empezó a soñar, ella veía a lo lejos muchos árboles, y se acercó al más alto de todos, lo abrazó, sintió mucha paz, algo acariciaba sus pies y bajo la mirada y a su derecha había un camino de flores y lo siguió, caminaba y todo alrededor era verde, tan diferente a todo lo que había visto, hasta que al frente suyo reconoció su casa, la puerta de pino estaba cerrada, trato de abrirla, pero no se podía, vio a través de la ventana una sombra que le parecía familiar, alcanzó a abrirla y empujó la cortina, y ahí estaba él, sentado en el piso, llorando, apretaba algo en la mano y ella reconoció aquello, era la carta que se despidió por él, los recuerdos enfriaron su garganta, y comprimió sus manos hasta convertirlas en dos puños de acero, mientras seguía observándolo, él ya se había parado y estaba dejando la carta encima de la mesa del comedor, y en voz alta dijo “Lucía, no hay decisión más difícil que esta, no hay dolor más grande, pero te dejo libre, hoy dejo de ser el hombre que no te pudo dar amor en tu vientre, aquel que te quito los motivos para ir todas las mañanas al colegio a recoger a un niño, dejo hoy de ser el que te quito la oportunidad de ser la mejor de las madres”, suspiró profundo mientras las lágrimas no paraban de caer. Ella desenredó los puños, quiso entrar por la ventana, pero algo dentro suyo lo impidió, volteó y el camino de flores empezaba a desaparecer, entonces decidió correr antes que se borrará el camino, y siguió, hasta caer y los párpados volvieron a caer sobre sus ojos.
Aún a oscuras, él sintió que algo caminaba sobre la palma de su mano derecha, cuando los ojos por fin se abrieron, vio una hermosa mariposa blanca que tomaba vuelo y se alejaba de su piel. El corazón le empezó a latir en el estómago, luego en las piernas y pudo pararse, y decidió volver a recoger el regalo que había dejado a medio forrar en la tienda, aceleró el paso, llegó y ya estaba todo listo, el regalo tenía un lazo rosa enorme, decidido a llegar hasta la puerta de pino, cruzó la calle y con el corazón desbordándose por la boca, apoyó su pecho en la puerta, su rostro acarició el frio de la puerta, y su puño dio el primer TOC, se detuvo porque la corbata le estorbaba, se quedó pensando y recordó que aún tenía mucho miedo y empezó a manifestar su cuerpo toda clase de dolores, una punzada en el estómago lo animó a dar un segundo TOC más fuerte, pero la puerta no se abría, se asomó por la ventana, arrimó la cortina y la vio, ahí estaba Lucía con 20 años más, cayendo al suelo, el trató de romper la ventana, pero no pudo, la vejez en sus manos y codos no le permitían hacerlo, buscó una piedra, algo para ayudarla, no encontró nada, entonces empezó a golpear y golpear la puerta, la ventana, la puerta, la puerta, la ventana, hasta que sintió que se detenía su corazón, y solo cayó.
Lucía despertó con el corazón agigantado, se levantó del suelo, llegó difícilmente a la puerta que ya no latía, la abrió y ahí estaba Andrés tendido en el piso, se agachó, acarició su rostro, volvió apresurada a la sala, tomó el teléfono y pidió una ambulancia, volvió hacía el y dijo en voz quietita, nada ha sido tan hermoso en toda mi vida como saber que volverías, jamás sentí nada tan especial en mis entrañas como recordarte y pensó con toda su sensatez, que se puede abandonar el lugar donde se vivió media vida, pero no se puede evitar el seguir arrastrando una larga secuela de recuerdos.

Texto agregado el 31-10-2013, y leído por 162 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
01-11-2013 Tiene razón. Hay recuerdos que alivianan la vida, y otros que son un pesado lastre. simasima
 
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